PARTE III.

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El frío viento de la costa le golpeo el rostro apenas salió de los túneles. No sabía si se encontraba en algún lugar del Aguasnegras, pero la mole rojiza del castillo se alzaba sobre él, así que no había salido del todo de la Fortaleza Roja.

Ahí, con las gaviotas como únicos testigos desinteresados de él, el príncipe pudo soltar las lágrimas que tanto había contenido. Lloraba por todo, por su condición de omega, por ser la oveja negra de la familia, por sus hermanos, por su padre y su madre en constante disputa sobre su futuro.

¿Jacaerys Velaryon quería cortejarlo? No se trataba de la relación consanguínea lo que lo tenía consternado, ni siquiera la diferencia de edad, más bien el hecho de que creía que su sobrino era de hecho un alfa decente. Alguien por completo diferente de él.

Incluso desde bebé, Aegon vio en él todo lo que no tenía, el cariño de sus padres sobretodo, su casta de alfa, ser un heredero digno. Apenas había dicho su primera palabra y Aegon ya sabía que aquel niño había venido al mundo con la naturalidad de complacer con una simple sonrisa a quienquiera que lo mirara. Educado, atento, un talentoso guerrero, heredero de la princesa y por tanto, al trono de Hierro.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por ruidos de pisadas a sus espaldas. La sonrisa socarrona de su hermano menor era lo último que deseaba ver en esos momentos, pero Aegon no tenía intenciones de pelear pues no llevaba consigo su espada y ciertamente, su postura era más la de alguien que se salió con la suya. Aegon no quería saber de qué se trataba.

–Así que el príncipe Velaryon quiere cortejarte.

Era una afirmación espeluznante viniendo de él. Aegon se limpió el rostro con una manga antes de contestar.

–Lo rechazaré.

–No, no lo harás.

Aegon miró confundido y sorprendido por sus palabras.

–¿Qué?

–Escucha, he pasado tres años bajo la sombra de un tipo que ni siquiera ha visto la luz del sol, Helaena también, nos lo debes. Me lo debes. Por tí, madre se ha empeñado en hacerme su proyecto de perfección, un tipo de omega al cual no pretendo doblegarme, pero tampoco soy tan cobarde y débil como tú– escupió–. No tienes idea de todo lo que tuve que hacer para que madre me dejara entrenar a penas se presentó mi celo, ni siquiera Ser Criston quería acercarse a mí.

–Aemond lo siento pero no...

–¡No, Aegon! Un ojo fue lo que me costó tu debilidad, el tratar de seguirte ciegamente terminó por dejarme así, si no hubiera repetido tus palabras no me habría mutilado mi propio al...– Aemond no terminó la oración, no era necesario, Aegon lo percibió en sus palabras y de inmediato unió los cabos sueltos.

–Lucerys es tu alfa.

Aemond frunció el ceño y bufó, pero no dijo nada. Lo miró hasta que su respiración volvió a la normalidad.

–¿Ha estado cortejándote? – preguntó con incredulidad. Lucerys era, ademas de unos años menor, un alfa en desarrollo, recién presentado como tal, por no hablar del físico, ciertamente no pensó que su hermano estaría a gusto con un alfa robusto y más grande que él dominándolo, solo que nunca imaginó que gustaría de él a esas alturas.

–Si por cortejo te refieres a cartas con miles de disculpas, todo tipo de baratijas, y tartas de limón envueltas cuidadosamente dejadas frente a mi puerta, sí, desde hace un año.

–¿Y tú lo quieres?

–Eso no te incumbe. Lo que quiero es el camino libre para vivir mi vida y si la única forma de hacerlo, con Lucerys como mi alfa o no, es quitándote del medio... preferiría que lo hicieras por medio del matrimonio.

Aegon sopesó sus palabras. Ambos querían libertad y a pesar  de que su destino fuera el mismo, Aemond sabía cómo obtenerlo y con quién. Si tan solo tuviera una botella de vino.

–Soy un omega defectuoso Aemond, mis celos no se presentan con la regularidad con la que debería, mi aroma está contaminado y los maestres no están seguros sobre mi fertilidad, por no hablar de mi cabello... aun si dejara que Jace me cortejara, eso no garantiza un matrimonio.

–¿Crees que no quiere desposarte?

–Aun si quisiera, él necesita herederos, un buen omega.

–Aegon eres más idiota de lo que pensaba– bufó. La punta de su bota repiqueteó contra los guijarros en la playa.–El día en que madre te recluyó debido a tu primer celo. Jacaerys se puso como loco, solo Ser Harwin pudo detenerlo y tuvo que utilizar su voz de mando para mantenerlo a raya. Se lo llevaron a Marcaderiva, donde se presentó como alfa.

El silencio se mantuvo entre ellos, Aegon no quería reconocer la verdad ante él por más que Aemond pretendiera soltar las suficientes pistas.

–Recibimos una carta de Laenor en cuanto llegaron, la fiebre empeoraba conforme se alejaron de Desembarco, los maestres incluso propusieron sumergirlo en el océano para intentar bajarle la fiebre. Regresaron después de dos días sin mejoría. Apenas tocaron puerto, el príncipe mejoró pero madre no quería saber nada del asunto. Aun así, Rhaenyra  estuvo hablando con padre sobre eso, sobre ustedes y su futuro.

Aegon no daba crédito a lo que escuchaba. Todo ese tiempo había creído que su destino sería la desdicha de yacer con un alfa que solo lo considerara su propiedad, para usarlo y desecharlo a su antojo. La reina ni siquiera se había molestado en mencionar a Jacaerys como posible candidato.

–Jace pidió una audiencia con el rey hace unos días, después de su día del nombre.

–¿Él pidió cortejarme? Creí que había sido Rhaenyra.

–Luke me lo contó, ni su madre ni la nuestra estaban enteradas. Oficialmente, lo ha pedido hasta este momento.

El viento arreciaba, meciendo los largos cabellos de Aemond en todas direcciones, era un muchacho fuerte, alto, decidido. Quizá si él hubiese sido el mayor sus vidas serían diferentes, Aegon no tendría la carga sobre sus hombros de ser un ejemplo de pureza, belleza y sumisión que se esperaba de un omega. No obstante, Aemond podía ser puro y haber sido el reflejo de los dioses valyrios, pero no era para nada sumiso.

Quería ver a sus hermanos felices, él mismo quería ser feliz. El rostro de Jace apareció en su mente, sus ojos marrones, su suave aroma a chocolate que percibió un momento atrás, mientras proclamaba sus intenciones de cortejarlo. Lo había sentido en él. La respuesta al estímulo que su pareja provocaba en él, una simple mirada y el calor se extendía como el fuego valyrio. Feroz, implacable.

–Aceptaré– dijo, las gaviotas comenzaron a alzar el vuelo, inquietas por el fuerte viento de una tormenta aproximándose–. Aceptaré el cortejo de Jacaerys Velaryon, con una condición.

–¿Qué?– inquirió Aemond, sacudiéndose la arena de sus ropas, claramente fastidiado.

–Lucerys Velaryon debe pedir cortejarte también, oficialmente.

Aemond sonrió de lado, una sonrisa sutil y fría, calculadora. A Aegon se le helaron los huesos.













He modificado unas cosas que anteriormente pasé por alto, nada de que preocuparse jsjs

Nos leemos pronto, ❤️‍🔥

CABELLOS DE PLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora