PARTE VII

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Cuando llegaron al salón, la reina Alicent estaba sentada frente a Rhaenyra y todos disfrutaban de sus propias conversaciones. En el extremo más alejado Luke y Aemond se comían con la mirada, casi encima uno del otro.

Entonces, con un movimiento que pareciera ensayado, todos los miran al mismo tiempo y varias cosas suceden. Sus madres palidecen al mismo tiempo que miran a los príncipes. Laenor y Helaena sonríen y aplauden como si fuera un acto de circo, que probablemente así fuera. Luke, Aemond y Joffrey los miran con los ojos abiertos de par en par, al igual que sus bocas. Joffrey dice unas palabras en Alto Valyrio y es en ese momento que Alicent se levanta abruptamente, enviando su silla lejos contra el suelo.

Sintió a Aegon esconderse detrás de él mientras su madre se dirigía hacia ellos, Rhaenyra la siguió, el alivio que sintió al pensar que su madre los protegería de la furia de la reina apenas le duró un instante. La princesa heredera llegó antes hasta ellos, poniéndose delante de Alicent de la misma forma que Jace lo hacía con Aegon. Le dedicó una mirada que helaría los veranos más cálidos en Dorne.

Contrario a Alicent, Rhaenyra no concebía la violencia como forma de educar a sus hijos, por mucho que éstos lo merecieran, y vaya que hubo ocasiones en las que Jace realmente pensó que serían flagelados por sus travesuras, sin embargo nunca levantó una mano contra ellos. Hasta ese momento. Fue más rápido que un latigazo, solo sintiendo el ardor de la bofetada contra su mejilla cuando su madre bajó la mano.

Madre e hijo se miraron con asombro, apenas conscientes del dolor, preocupados por lo que acababa de suceder. Rhaenyra frotó la palma de su mano contra su vestido y sin decir una sola palabra, abandonó el salón, seguida por Alicent, que pasó sin mirar a su hijo corriendo como antaño, cuando sólo eran unas niñas, tras su mejor amiga.

Laenor se puso de pie rompiendo el silencio que inundaba el salón, sus pisadas repicaron en el suelo tan fuertes como los latidos del corazón de Jace zumbando en sus oídos. Su padre le acarició la mejilla con ternura y limpió una lágrima que no sintió salir.

–Has causado un gran revuelo, hijo mío– sonrió. Aegon apretó su mano llamando su atención pues no había respondido.

No tenía palabras para hacerlo. Era la primera vez que su madre levantaba una mano, contra cualquiera de sus hijos, y no sabía como sentirse al respecto. No sentía, ni creía, que haber cortado su cabello fuese tan malo, como le dijo a Aegon , era sólo cabello y crecería a su debido tiempo y obviamente, no lo consideraba una afrenta contra nadie mucho menos contra su madre y de todos, nunca creyó que fuese la más ofendida.

–No ha sido mi intención ofenderla– murmuró al fin– No tenía intención de ofender a nadie.

–Por supuesto que no– coincidió Laenor almenado el hombro de su hijo y mirando de soslayo a Aegon.– solo estás tratando de ser un buen alfa ¿cierto?

Aunque la pregunta fue hecha para Jace, Aegon asintió en respuesta, ganándose una sonrisa por parte de Laenor.

–Ya volverán– se dio la vuelta y regresó a su lugar. Jace condujo a Aegon hasta sus lugares, junto a Aemond y Luke– Quiero hacer un brinidis. Por presenciar el castigo de un príncipe. Salud.

Laenor siempre sabía como darle un matiz sarcástico a las situaciones que a los demás les parecía tan serio, pero con sus palabras logró que todo volviera mas o menos a la normalidad y la cena continuó.

Aemond susurró unas palabras a Aegon y él asintió con una sonrisa tímida. El menor de sus tíos lo miró con el ojo entonado y una sonrisa que le produjo escalofríos, y alzó su copa hacia él para después hacer como si no existieran y continuar la conversación con Luke.

CABELLOS DE PLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora