PARTE XII

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La arena estaba fresca, la brisa del mar le revolvía los cabellos, húmedos en agua salada, las gotas se resbalaban por su rostro mientras permanecía hecho un ovillo en la playa bajo la mirada preocupada de Rhaena y Aemond.

Su tío acariciaba su cabeza intentando consolarlo pero nada podía hacer con el calor que derretía su cuerpo desde dentro. Sentía la sangre pesada, deslizándose lentamente como la lava de los volcanes que consumieron Valyria hasta volverla una piedra fantasmal. Lucerys no quería convertirse en eso pero la marca estaba transformando su cuerpo.

Dolía. Dolía muchísimo no ser atendido en partes que le coloreaban las mejillas hasta sentirlas en carne viva. Dolía tener a Aemond justo a su lado dispuesto a hacer lo que fuera y tener que contenerse porque no podía tomarlo en la playa con Rhaena mirándolos. Dolía saber que si miraba a sus ojos violetas, Aemond descubriría que el príncipe Velaryon no era tan noble y de buenas intenciones como todos creía. Dioses, sí que dolía. Dolía incluso solo pensar en el aroma de Aemond mezclado con su sangre.

No supo cuánto duraron así. Para cuando recobró los sentidos, Rhaena estaba empapada de pies a cabeza en agua y la herida, aunque limpia, fue cubierta con un trozo de tela que no duraría mucho. Tenían que ponerse en marcha a pie pues Arrax no podría sostenerlos a todos, no aceptaría a Aemond como jinete, Rhaena no sabía jinetear un dragón y Luke estaba dispuesto a poner toda la distancia posible entre el cuerpo de su tío y el suyo hasta que llegaran a Marea Alta. Y cuando llegaran, seguramente la capital ya sabría lo sucedido con los príncipes.

–Andando– Luke buscó sus cuchillos entre la arena y volvió a colgárselos del cinturón, acomodó su capa y le tendió la suya a Aemond, sin mirarlo.– Nos queda un largo camino.

No sabía como sentirse respecto a la compañía de Rhaena, que a su vez no sabía cómo sentirse en compañía de Aemond. Era verdad que entre ella y Luke la relación de primos era cordial y hasta cariñosa, únicamente distanciados por el Mar Angosto, pero no podía pasar por alto la afrenta hacia su omega.

Su omega.

Eran solo dos palabras las que llegaban a remover intensamente el interior del Alfa. La marca en su nuca ardía con cierta satisfacción, sin embargo los tres acordaron que era mejor mantenerla oculta hasta que no solucionaran su unión, lo que debía pasar apenas pisaran el castillo.

Casados. Marcados. Comprometidos. Unidos. Bueno, no eran solo dos palabras, pero a Luke se le antojaban demasiado grandes como para dar espacio en su cabeza y no lo suficiente para describirlo.

Arrax sobrevolaba sus cabezas y de vez en cuando se adelantaba y rugía. Todos en la isla debían saber ya de la llegada del heredero. Fueron las torres plateadas lo que divisaron primeramente, refulgían en el cielo del amanecer como las últimas estrellas nocturnas. La piedra caliza se escondía aun detrás de la neblina marina que comenzaba a alzarse, como el vapor de una bañera caliente. Pensar en el agua caliente y un momento de tranquilidad motivó a Lucerys a apretar el paso, Aemond lo siguió, motivado por los mismos pensamientos. Fue Rhaena la que se rezagó, agotada por la pérdida desangre y tan aferrada a su vida como a su espada. Hermana Oscura se arrastraba a su costado sobre la arena y después sobre el lodo del camino.

Aemond, sorpresivamente, fue quien la auxilió antes de que cayera al suelo, alzándola entre sus brazos. Luke corrió la distancia que los separaba del castillo encontrándose con un grupo compuesto de maestres y algunos guardias. Detrás de ellos Rhaenys Velaryon avanzaba despacio, envuelta en un vestido azul grisáceo.

–Abuela– saludó Luke, la mujer le miró apenas, clavando su vista en su nieta herida y corriendo hacia ella.– Tiene una herida en el hombro.

La princesa Rhaenys era una mujer implacable al igual que toda su estirpe y tan obsesionaba con la pureza de su sangre que no dudaba en poner en tela de juicio la ascendencia del príncipe Velaryon, a quien ignoraba por completo. Incluso fue menos cortante con Aemond cuando ordenó a los guardias tomar a su nieta y llevarla adentro para que los maestres se encargaran de su cuidado.

CABELLOS DE PLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora