CAPITULO 21

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–¡No! —exclamó Ron.
Blaise  miró a Bill y a Theo asintió. Entonces miró a Ronald y dijo:

—Si p-pudiera ser cualquiera, Ron, serías tú. Te lo p-prometo.

—¿De qué estás hablando? —Preguntó él, con los ojos llenos de ira

—. ¿Qué quieres decir?
Blaise cerró el ojo y suspiró.

A esa hora, al día siguiente, ya estaría muerto, Porque no iba a disparar contra Bill y dudaba que Bill y Theo, que ellos se hubieran calmado lo suficiente como para disparar al aire.
Y, aún así, de un modo extraño y patético, conseguiría lo que siempre quiso.

Por fin se vengaría de su padre.


Curiosamente, sin embargo, no era así como lo había pensado. Había pensado…

Bueno, no sabía qué había pensado. La mayoría no intentaba predecir cómo sería su muerte, pero sabía que no quería morir así. No quería morir en las manos del hermano mayor de su mejor Amigo y ver sus ojos inundados de odio. No quería morir en un campo desierto al alba.
No quería morir deshonrado.
Las manos de Ronald, que le habían estado acariciando tan delicadamente el ojo, Se apoyaron en sus hombros y lo zarandearon.

Aquello hizo que abriera el humedecido ojo y vio su cara, muy cerca y muy furiosa.

—¿Qué te pasa, Blaise? —le preguntó. Tenía una cara que nunca había visto, con los ojos llenos de rabia, angustia y desesperación

—. ¡Te va a matar! Os reuniréis en algún campo perdido y te matará. Y te comportas como si quisieras que lo hiciera.

—N-no q-q-quiero m-morir —dijo, demasiado cansado para preocuparse por el Tartamudeo—. P-pero no puedo casarme contigo.

Las manos de Ron le resbalaron por los brazos y él se alejó.

La mirada de dolor y rechazo en sus ojos era casi insoportable. Estaba tan abatido, envuelta en el abrigo de su hermano, con ramas de zarza colgadas del pelo.

Cuando abrió la boca para hablar, parecía que las palabras le salían directamente del alma.

—Siempre he sabido que no era el omega por la que los alfas suspiraban, pero nunca pensé que alguien prefiriera morir antes que casarse conmigo.

—¡No! —Gritó Blaise, levantándose a pesar de que le dolía el cuerpo entero.

—Ronald, no es así.

—Ya has dicho bastante —dijo Bill, interponiéndose entre ambos.
Colocó las manos encima de los hombros de su hermano menor y la separó del hombre.

Que le había roto el corazón y, posiblemente, dañado su reputación para siempre.

—Sólo una cosa más —dijo Blaise, odiando la mirada suplicante y patética que sabía que debía tener.
Pero tenía que hablar con Ronald. Asegurarse de que lo entendía.

Sin embargo, Theo agitó la cabeza.

—Espera —Blaise colocó una mano encima del brazo del que una vez fue su mejor amigo—. No puedo arreglar esto.

He hecho… —suspiró con rabia, intentando aclarar sus pensamientos—. He hecho una promesa. Sé que no puedo arreglarlo, pero puedo decirle…

—¿Decirle qué? —preguntó Theo, imperturbable.

Blaise apartó la mano de la manga de Theo y se la pasó por el pelo. No podía decírselo a Ronald, no lo entendería. O peor, sí que lo entendería y, entonces, Bill y Theo.

Sólo tendría su compasión. Al final, dándose cuenta de que Theo lo estaba mirando impaciente, dijo:
—A lo mejor puedo arreglarlo un poco.

Bill no se movió.

—Por favor —Y Blaise se preguntó si alguna vez había querido decir algo con tanta intensidad como ahora, Bill no se movió durante un rato pero, al final, se apartó.

—Gracias —dijo Blaise, con voz solemne, mirando a Theo brevemente antes de concentrarse en Ronald.
Había pensado que a lo mejor no querría mirarlo a la cara y castigarlo con su rechazo, pero se encontró con que Ronald lo miró con la barbilla bien alta, con los ojos desafiantes. Nunca le había admirado tanto.

—Ron—empezó a decir, sin estar muy seguro de lo que iba a decir pero con la confianza de que las palabras saldrían por sí solas—. N-no es por ti. Si pudiera ser cualquiera, serías tú. Pero si te casaras conmigo, te destruirías.

Nunca podría darte lo que quieres. Te morirías día a día, y yo no sería capaz de soportarlo.

—Nunca podrías hacerme daño susurró él.

Él agitó la cabeza.

—Tienes que confiar en mí.
Sus ojos fueron cálidos y verdaderos cuando dijo:

—Confío en ti. Pero no sé si tú confías en mí.

Sus palabras fueron como un puñetazo en el estómago, y Blaise se sintió el ser más bajo del mundo.

—Por favor, entiende que nunca quise herirte.

Él se quedó inmóvil tanto tiempo que Blaise se preguntó si había dejado de respirar. Pero entonces, sin mirar a sus hermanos, dijo:

—Ahora me gustaría irme a casa.

Theo la rodeó con el brazo y le dio la vuelta, como si quisiera protegerlo con evitar que lo mirara.

—Te llevaré a casa —dijo, suavemente

—. Te meteré en la cama y te daré un vaso de coñac.

—No quiero coñac —dijo él, muy brusco—. Sólo quiero pensar.

A Blaise le dio la sensación de que aquel comentario molestó un poco a Theo

Bill se acercó a ella y lo único que hizo fue acariciar su cabello y dijo:

—De acuerdo.

Y Blaise se quedó allí, golpeado y ensangrentado, hasta que Theo, Bill y Ron desaparecieron en la noche.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora