CAPITULO 25

81 9 0
                                    


—No es difícil adivinarlo —le dijo Arthur—. Es un buen hombre. Has sabido escoger.

Ron esbozó una sonrisa. Era cierto, había sabido escoger y sería muy feliz en su matrimonio. Si Dios no los bendecía con un hijo… bueno, a lo mejor él también era estéril. Sabía de varios matrimonios que nunca habían tenido hijos y dudaba que ninguno de ellos lo supiera antes de pronunciar sus votos matrimoniales.

Además, con siete hermanos, seguro que no le faltarían sobrinos y sobrinas con los que jugar, era mejor vivir con el hombre que quería que tener hijos con uno al que no quisiera.

—¿Por qué no te acuestas un rato? —Dijo Arthur—. Pareces muy cansado. No me gusta verte con esas ojeras en la cara.

Ron asintió y se puso de pie seguro que su madre tenía razón.

Necesitaba dormir.

—Seguro que me sentiré mejor dentro de un par de horas —dijo, bostezando.

Arthur se levantó y la cogió del brazo.

—No creo que puedas llegar a tu habitación solo —dijo, sonriendo mientras acompañaba a Ron por la escalera—. Y, sinceramente, dudo que te veamos dentro de un par de horas. Daré órdenes explícitas a todos que nadie te moleste hasta mañana por la mañana.

Ron asintió, casi dormido.

—De acuerdo —murmuró, entrando en su habitación—. Mañana está bien.

Arthur le tendió en la cama y le quitó los zapatos, pero nada más.

—Tendrás que dormir con esta ropa —dijo y le dio un suave beso en la frente—. No podría moverte lo suficiente como para quitártela.

La respuesta de Ron fue un resoplido.

Blaise también estaba agotado. No sucedía cada día que un hombre se resignara a morir y que luego lo salvara, ¡y se comprometiera!, con el omega  con él que había soñado las dos últimas semanas.

Si no tuviera los dos ojos morados y un buen golpe en la mandíbula, creería que lo había soñado.
¿Ron se daba cuenta de lo que había hecho? ¿A lo que estaba renunciando?

Era un chico sensato y poco dada a soñar despierto, así que era bastante improbable que hubiera aceptado casarse con él sin haber contemplado todas las consecuencias. Sin embargo, había tomado la decisión en un minuto. ¿Cómo podía haberlo pensado todo en tan sólo un minuto?
A menos que estuviera enamorado de él. ¿Renunciaría al sueño de formar una familia por amor? O, a lo mejor, lo hacía por culpabilidad. Si él hubiera muerto en ese duelo, estaba seguro de que Ron pensaría que había sido culpa suya. Demonios, Ron le gustaba.

Era una de las personas más extraordinarias que había conocido. No creía que pudiera vivir con su muerte en su conciencia a lo mejor, él sentía lo mismo respecto a él.
Sin embargo, fueran cuales fueran sus motivos, la verdad es que el próximo sábado —lady Nott Weasley ya le había enviado una nota comunicándole que no sería un noviazgo largo— estaría unido a Ron para siempre y Ron a él.

Ahora ya no había marcha atrás, Ron nunca se echaría atrás a estas alturas, y él tampoco. Y, para sorpresa de él, aquella realidad casi fatalista lo hacia sentirse... Bien Ron sería suyo.

Él ya conocía sus defectos, sabía lo que no podría darle y, aún así, lo había escogido a él. Aquello le abrigaba el corazón más de lo que hubiera creído nunca.

—¿Señor?

Blaise levantó la mirada desde el sillón del despacho donde estaba hundido. No es que necesitara hacerlo, porque ya sabía que era su mayordomo.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora