CAPÍTULO 24

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Un duelo, un duelo, un duelo. ¿Hay algo más emocionante, más romántico... o más estúpido?
Ha llegado a oídos de esta autora que, a principios de semana, se produjo un duelo en Regent’s Park. Como se trata de una actividad ilegal, esta autora no revelará el nombre de los implicados, aunque expresa su más profundo rechazo hacia la violencia.
Por supuesto, mientras se publica este acontecimiento, parece que los dos idiotas, me niego a llamarlos caballeros porque eso implicaría cierto nivel de inteligencia, una cualidad que, si alguna vez poseyeron, obviamente olvidaron esa mañana, están sanos y salvos.
Una se pregunta si algún ángel sensible y racional les sonrió aquella fatídica mañana.
Si fuera así, esta autora cree que ese ángel debería repartir su influencia entre muchos más hombres. Con eso lograríamos una sociedad más pacífica y afable y así mejoraríamos este mundo de un modo inimaginable.
REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
19 de mayo de 1813


Blaise levantó sus devastados ojos y la miró.

—Me casaré contigo —dijo en voz baja—, pero has de saber que...

No pudo terminar la frase porque Ron dio un grito y se abalanzó sobre él.

—Blaise, no te arrepentirás —dijo, mucho más relajado. Tenía los ojos empañados de lágrimas, pero estaba rebosante de alegría. Te haré feliz. Te lo prometo. Te haré muy feliz. No te arrepentirás.


— ¡Basta! —dijo él, separándolo. Aquella alegría desmedida era demasiado para él—. Tienes que escucharme.

La cara de Ron adquirió una expresión muy seria.

—Primero escucha lo que tengo que decirte —dijo él—, y luego decide si quieres casarte conmigo.

Ron se mordió el labio inferior y asintió.

Blaise respiró hondo, aunque estaba temblando. ¿Cómo decírselo? ¿Qué iba a decirle? No podía decirle la vedad. Al menos, no toda.

Pero Ron tenía que entender que... si se casaba con él... Renunciaría a mucho más de lo que jamás había soñado.

Blaise tenía que darle la oportunidad de rechazarlo. Él se lo merecía. Tragó saliva porque tenía el sentimiento de culpabilidad a flor de piel. él se merecía mucho más que eso, pero eso era todo lo que le podía dar.

—Ronald —dijo, tranquilizándose un poco, como siempre, al pronunciar su nombre—, si te casas conmigo...

Él dio un paso adelante y levantó la mano, aunque tuvo que esconderla ante la mirada de precaución de Blaise.

— ¿Qué pasa? —le susurró él—. No puede ser tan horrible como...

—No puedo tener hijos.

Ya está. Ya lo había dicho. Y era casi la verdad.

Ron abrió la boca pero, aparte de eso, su cuerpo no daba ninguna otra señal, de que lo hubiera oído. Sabía que esas palabras serían brutales, pero no había otra manera de hacerlo entrar en razón.

—Si te casas conmigo, nunca tendrás hijos. Nunca podrás tener un niño en los brazos y saber que es fruto del amor. Nunca…

—¿Cómo lo sabes? —lo interrumpió Ron, con una voz natural y extrañamente alta.

—Lo sé.

—Pero…

—No puedo tener hijos —repitió él, cruelmente—. Necesito que lo entiendas.

—De acuerdo.

Le temblaban los labios, como si no estuviera seguro de si tenía algo que decir, y le parecía que las pestañas se movían más rápido de lo normal.
Blaise lo miró a la cara, aunque no pudo leer las emociones como siempre lo hacía.

Normalmente, las expresiones de Ron eran tan transparentes que podía verle hasta el alma. Pero ahora estaba perdido y helado.

Estaba enfadado, eso sí que lo sabía. Pero no tenía ni idea de lo que iba a decir. Ni idea de cómo iba a reaccionar y Blaise  tenía la extraña sensación de que ni él mismo lo sabía.

Se percató de una presencia a su lado y se giró para ver a Bill, con una mezcla en la cara de rabia y preocupación.

—¿Hay algún problema? —dijo, suavemente, fijando la mirada en la expresión torturado de su hermano.
Antes de que Blaise respondiera, Ron dijo:

—No.

Todos los ojos se centraron en él.

—No habrá ningún duelo —dijo—. El duque y yo nos casamos.

—De acuerdo. — Parecía que quería reaccionar con mucho más alivio,
Pero la solemne cara de Ron mantuvo una cierta quietud en el ambiente—. Se lo diré a los demás —dijo, y se alejó.

Blaise sintió una oleada de algo extraño en los pulmones. Aire.
Había estado aguantando la respiración y ni siquiera se había dado cuenta. Y también sentía algo más. Algo cálido y terrible, algo triunfante y maravilloso.

Era emoción, pura y dura, una extraña mezcla de alivio, alegría, deseo y miedo. Y él que se había pasado gran parte de su vida evitando tales sentimientos, no sabía qué hacer con ellos.

Miró a Ronald.

—¿Estás seguro? —le preguntó, casi en un suspiro.

Él asintió, con una cara carente de cualquier tipo de emoción.

—Tú lo vales.

Y se alejó lentamente hacia su caballo.

Y Blaise se quedó allí preguntándose si acababa de subir al cielo o había descendido al más oscuro rincón del infierno.

Ron se pasó el resto del día rodeado de su familia. Naturalmente, todos estaban muy emocionados por la noticia de su compromiso. Todos menos sus hermanos mayores, claro, que estaban un poco apagados. Y no los culpaba.

Él también estaba algo apagado, los acontecimientos de primera hora los había dejado exhaustos.

Se decidió que la boda se celebraría lo antes posible. A Arthur la habían informado que habrían podido ver a Ron besándose con Blaise en los jardines de lady Trowbridge, y aquello bastó para que mandara de inmediato una petición al arzobispo
Solicitando una licencia especial.

Luego, Arthur se sumergió en un torbellino de preparativos; dijo que sólo porque fuera a ser una boda íntima no tenía por qué ser austera.
Fred, George y Genny, tremendamente emocionados ante la perspectiva, bombardearon a su hermano a preguntas. ¿Cómo se le había declarado Blaise? ¿Se había puesto de rodillas? ¿De qué color llevaría el vestido? ¿Cuándo iba a darle el anillo Blaise?

Ron intentó responder, pero no podía concentrarse en eso y, cuando cayó la noche, sus respuestas se habían reducido a monosílabos. Al final, cuando Genny le preguntó qué rosas quería para el ramo y Ron respondió «Tres», sus hermanos se dieron por vencidos y la dejaron solo.

El alcance de sus acciones la había dejado sin palabras. Había salvado la vida de un hombre, un alfa. Se había comprometido en matrimonio con el hombre que adoraba. Y había accedido a una vida sin hijos todo en un mismo día.

Si rió, un poco desesperado. Se preguntó qué haría al día siguiente, pensaba que ojalá pudiera saber qué le había pasado por la cabeza en esos últimos momentos antes de girarse hacia Bill y decirle que no habría ningún duelo pero, honestamente, no creía que pudiera recordarlo. Fuera lo que fuera, no fueron palabras, frases o pensamientos conscientes.

Fue como si estuviera rodeado de color. Rojos y amarillos con un toque anaranjado donde se encontraban, puro sentimiento e instinto. No hubo razón ni lógica y de algún modo, mientras todas esas sensaciones se apoderaban de él, supo lo que tenía que hacer. Podía vivir sin los hijos que todavía no habían nacido, pero no podía vivir sin Blaise. Los hijos eran amorfos, seres desconocidos que no podía ver ni tocar.

Blaise, en cambio, era real y estaba allí. Sabía qué se sentía al acariciarle la mejilla y al reír delante de él, conocía el dulce sabor de sus besos y el gesto irónico de su sonrisa.

Y lo quería. Y, aunque apenas se atrevía a pensarlo, quizá Blaise estaba equivocado. Quizá sí que podía tener hijos, quizás un médico incompetente había fallado en el diagnóstico o quizá Dios estaba esperando el momento adecuado para materializar un milagro.

Seguramente, no podría tener una familia como la suya, pero con un solo hijo ya se sentiría completo.
A Blaise no le mencionaría nada de esto. Si creía que todavía albergaba alguna esperanza de tener hijos, no se casaría con él estaba seguro, le había costado mucho ser tan brutalmente sincero. No le hubiera permitido tomar una decisión sin antes saber todas las consecuencias.

—¿Ronald?

Ronald, que estaba sentado en el sofá del salón, levantó la mirada y vio a su madre observándolo con cara de preocupación.

Arthur se sentó a su lado.

—Pensaba que estarías más contento. Sé lo mucho que quieres a Blaise.
Ron miró a su madre muy sorprendida.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora