CAPÍTULO 37

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— Que voy a hacer contigo? —susurró

—. Te quiero, ya lo sabes. Te quiero, pero odio lo que te estás haciendo. —Respiró hondo, tembloroso—. Y a mí odio lo que me estás haciendo

Él se movió un poco y, por un momento, Ron tuvo miedo de haberlo despertado.

—¿Blaise? —dijo, y suspiró tranquilo cuando él no respondió. Sabía que no debería haber dicho en voz alta palabras que no estaba seguro que Blaise estuviera preparado para escuchar, pero parecía tan inocente allí dormido. Era mucho más fácil confesarle sus más íntimos pensamientos cuando estaba así.

—Oh, Blaise —dijo, suspirando, y cerró los ojos contra las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.

Debería levantarse estaba convencido de que debería levantarse y dejarlo solo. Entendía por qué era tan contrario a traer un niño a este mundo, pero no lo había perdonado y, sobre todo, no compartía su opinión. Si se despertaba y la encontraba allí entre sus brazos, podría pensar que estaba de acuerdo con su idea de familia.

Muy despacio, intentó separarse de él. Pero Blaise lo abrazó con más fuerza y, con la voz dormida, dijo:

—No.

—Blaise, yo…

Lo atrajo más y Ron vio que estaba totalmente excitado.

—¿Blaise? —Dijo, abriendo los ojos—. ¿Estás despierto?

Su respuesta fue un gruñido somnoliento y, aunque no hizo ningún intento de seducción, lo atrajo más hacia él. Ron parpadeó sorprendido.

Nunca se había dado cuenta de que un alfa podía desear a un omega estando dormido.

Ron se giró para mirarlo a la cara, luego alargó la mano y le acarició la mandíbula. Blaise emitió un gruñido. Un sonido profundo que hizo perder la cabeza a Ron.

Lentamente, le desabotonó la camisa, con una única pausa para acariciarle el ombligo. Él se acomodó un poco más y Ron tuvo una extraña y arrolladora sensación de poder lo tenía bajo su control. Estaba dormido, profundamente dormido por la borrachera, así que podía hacer con él lo que quisiera.

Podía obtener de él lo que quisiera.

Una rápida mirada a su cara le dijo que seguía durmiendo, así que empezó a desabotonarle los pantalones. La erección era total y poderosa y él le tomó el duro miembro con una mano, sintiendo los fuertes latidos del corazón en las venas.

—Ron—dijo él. Abrió los ojos y gimió primitivamente—. Oh, Dios es increíble.

—Shh —dijo Ron, quitándose el camisón—. Déjame a mí.

El se colocó boca arriba con los puños cerrados a los lados mientras Ron lo acariciaba. Le había enseñado mucho en las dos escasas semanas de matrimonio y, por eso, no tardó demasiado en retorcerse de deseo y respirar entrecortadamente.

Y, Dios la asista, Ron también lo deseaba. Se sentía tan poderoso encima de él, tenía el control y era la sensación más afrodisíaca que había conocido. Sintió un cosquilleo en el estómago, luego un nudo y entonces supo que lo necesitaba.

Quería tenerlo dentro, llenándolo quería su nudo, dándole todo lo que un alfa tiene que darle a un omega.

—Oh, Ron —dijo él, agitando la cabeza de un lado a otro—. Te necesito. Te necesito ahora.

Ron se colocó encima de él y se apoyó en sus hombros mientras se sentaba a horcajadas encima. Con la mano, lo guio hasta su entrada que ya estaba húmedo y lubricado de deseo. Blaise se arqueó debajo de él y Ron, lentamente, se deslizó hacia abajo hasta que Blaise lo  había penetrado casi totalmente.

—Más —gruñó él—. Ahora.

Ron echó la cabeza hacia atrás y pegó sus caderas a las suyas. Lo agarraba con fuerza por los hombros mientras recuperaba la respiración.

Blaise estaba completamente dentro de él y Ron creyó que se moriría del placer que sentía nunca se había sentido tan pleno. Apoyó las rodillas en el colchón mientras empezó a moverse, arqueando el cuerpo. Se puso las manos encima del estómago mientras se retorcía y luego, en un momento dado, las subió y se cubrió los pechos con ellas.

Blaise emitió un gemido gutural mientras lo observaba, con la mirada fija en él  mientras el pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas.

—Dios mío —dijo, con la voz ahogada

—. ¿Qué me estás haciendo? ¿Qué has…?—Entonces Ron se acarició un pezón y el cuerpo de Blaise se levantó con fuerza—.¿Dónde has aprendido eso?

Él lo miró y le sonrió, descarado.

—No lo sé.

—Más —gruñó Blaise—. Quiero mirarte.

Ron no sabía demasiado bien qué hacer, así que se dejó llevar por el instinto. Empezó a girar las caderas contra las de Blaise en movimientos circulares, haciendo que los pechos se movieran de arriba abajo. Se los cubrió con las manos, los apretó, jugueteó con los pezones entre los dedos, y todo sin apartar los ojos de Blaise.

Él empezó a mover las caderas cada vez con más fuerza y se agarró a las sábanas. Y Ron se dio cuenta de que estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Siempre estaba demasiado preocupado por darle placer a Ron y por asegurarse de que él alcanzara el clímax antes de concederse ese privilegio a Blaise mismo, pero esta vez sería él quien lo alcanzara primero.

Ron estaba cerca, pero no tanto como él.

—¡Oh, Dios! —Exclamó, de repente, Blaise—. Voy a… No puedo.

Miró a Ron con ojos suplicantes e hizo un débil intento por separarse. Ron se hundió contra él con todas sus fuerzas.

Él se derramó en su interior, levantando las caderas con tanto ímpetu que también la levantó a Ron.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora