CAPÍTULO 42

73 8 2
                                    


¡El duque de Hastings ha vuelto!
REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
6 de agosto de 1813



Blaise no dijo nada en el camino de vuelta. Encontraron a la yegua de Ron pastando tranquilamente a unos treinta metros y, aunque Ron insistió en que podía montar, Blaise dijo que no le importaba. Así que, ató la yegua a su caballo, subió a Ron a la silla y él se sentó detrás de Ron. Y así se fueron hasta Grosvenor Square.

Además, necesitaba abrazarlo.

Empezaba a darse cuenta de que tenía que abrazarse a algo en la vida y a lo mejor Ron tenía razón; a lo mejor el odio no era la mejor, solución. Quizá, sólo quizá, podía aprender a abrazarse al amor.

Cuando llegaron a Hastings House, salió un mozo a encargarse de los caballos y Blaise y Ron subieron la escalera y entraron en casa. Y allí se encontraron frente a los tres hermanos  Nott Weasley.

—¿Qué diablos estáis haciendo en mi casa? —preguntó Blaise. Lo que más quería en ese momento era subir la escalera y hacerle el amor a su omega y, en lugar de eso, se había encontrado con aquel beligerante trío.

Estaban de pie con la misma postura: piernas separadas, manos en las caderas y la barbilla levantada. Si no estuviera tan enfadado con ellos por verlos allí, seguramente habría tenido tiempo de preocuparse.

Blaise no tenía ninguna duda de que, si llegaban a las manos, podría con uno, incluso con dos, pero ante los tres era hombre muerto.

—Hemos oído que habías vuelto —dijo Bill.

—Así es —respondió Blaise—. Ahora marcharos.

—No tan rápido —dijo Theo, cruzándose de brazos. Blaise  se giró hacia Ron.

—¿A cuál de los tres deberías disparar primero?

Ron miró a sus hermanos con el ceño fruncido.

—No tengo ninguna preferencia.

—Tenemos algunas peticiones antes de que te puedas quedar con Roni —dijo Charlie.

—¿Qué? —exclamó Ron.

–¡Es mi omega! —gritó Blaise, más fuerte que Ron.

—Primero fue nuestro hermano—dijo Theo—, y lo has hecho infeliz.

—Esto no es asunto vuestro —insistió Ron.

—Tú eres asunto nuestro —dijo Bill.

—Es mi asunto —dijo Blaise—, así que fuera de mi casa de una vez.

—Cuando los tres tengáis vuestros propios matrimonios, entonces podréis venir a darme consejos —dijo Ron, enfadado—. Pero, hasta entonces, guardares vuestros impulsos de entrometeros.

—Lo siento, Roni —dijo Charlie—, pero en esto no vamos a cambiar de opinión.

—¿En qué? —dijo Ron—. Aquí no tenéis ninguna opinión. ¡No es asunto vuestro!

Theo dio un paso adelante.

—No nos iremos hasta que estemos convencidos de que te quiere.
Ron palideció de golpe. Blaise nunca le había dicho que lo quería. Se lo había demostrado, de mil maneras, pero nunca se lo había dicho con palabras. Y quería que, cuando lo hiciera, fuera porque lo sintiera y no porque los estúpidos de sus hermanos lo hubieran obligado.

—Theo, no lo hagas —susurró, odiando el tono de súplica de su voz—. Tienes que dejar que pelee mis propias batallas.

—Roni...

—Por favor —le rogó Ron.

Blaise se interpuso entre los dos.

—Si nos disculpas —le dijo a Theo y, por extensión, a Bill y a Charlie.

Se llevó a Ron al otro lado del recibidor para hablar en privado. Le hubiera gustado poder ir a otra habitación, pero estaba seguro que esos tres los hubieran seguido.

—Siento mucho lo de mis hermanos —dijo Ron, un poco alterado—. Son unos idiotas y no tenían ningún derecho a invadir tu casa. Si pudiera renegar de ellos, lo haría, te lo juro. Y después de esto, no me extrañaría que no quisieras tener hijos nunca....

Blaise la hizo callar con un dedo en los labios.

—En primer lugar, es nuestra casa, no mi casa. Y en cuanto a tus hermanos, me sacan de quicio, pero sólo lo hacen por amor. —Se inclinó un poco, pero lo suficiente para que Ron pudiera sentir su respiración en la piel—. ¿Y quién puede culparlos?

A Ron se le paró el corazón.

Blaise se acercó todavía más, hasta que su nariz rozó la de Ron.

—Te quiero, Ron —susurró.

Ron volvió a sentir los latidos de su corazón, aunque ahora muy acelerados.

—¿De verdad?

Blaise asintió, acariciándola con la nariz.

—No pude evitarlo.

Ron sonrió.

—Eso no es muy romántico.

—Es la verdad —dijo él, encogiéndose de hombros—. Sabes mejor que nadie que yo no quería nada de esto. No quería un omega, no quería una familia y, sobre todo, no quería enamorarme. —Le dio un suave beso en los labios, haciendo que los dos cuerpos se estremecieran—. Pero lo que me encontré —la besó otra vez—, para mi desgracia — Y otra—, es que era casi imposible no quererte.

Ron cayó rendido a sus brazos.

—Oh, Blaise —susurró.

Blaise la besó en la boca, intentando demostrarle con su beso lo que todavía estaba aprendiendo a expresar con palabras.

Lo quería. Lo adoraba. Podría caminar sobre fuego por él. Tenía a sus tres hermanos mirándolos.

Separándose de Ron, se giró de lado. Bill, Charlie y Theo seguían allí.
Bill estaba mirando el techo, Charlie  hacía ver que se miraba las uñas y Theo los estaba mirando abiertamente.

Blaise abrazó con más fuerza a Ron y dijo:

—¿Qué diablos hacéis aquí todavía?
Como era de esperar, ninguno de los tres tenía respuesta para eso.

—Fuera —dijo Blaise.

—Por favor. —El tono de Ron  no fue exactamente educado.

—Está bien —dijo Bill, dándole una cachetada a Theo en el cuello—. Creo que nuestro trabajo aquí ha terminado.

Blaise  empezó a llevarse a Ron hacia la escalera.

—Estoy seguro de que podréis encontrar la salida —dijo.

Bill asintió y empujó a sus hermanos hacia la puerta.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora