CAPÍTULO 32

53 8 0
                                    


El asfixiante calor que ha hecho esta semana en Londres ha sido un verdadero impedimento para los actos sociales. Esta autora vio cómo la
Señorito Neville Logbottom se desmayaba en el baile de Huxiey, pero es imposible saber si fue por el calor o por la presencia de Theodore Nott, que ya ha roto más de un Omega el corazón desde su regreso del continente.
Lady Parkison también ha caído víctima de las sofocantes temperaturas y se fue de Londres hace varios días, alegando que SH gato (una criatura con mucho pelo) no soportaba el calor. Es de suponer que se habrá refugiado en su casa de campo de Surrey.
Cualquiera diría que a los duques de Hastings no les han afectado las altas temperaturas; están en la costa, donde la brisa marina siempre se agradece. Sin embargo, esta autora no puede estar segura porque, en contra de lo que muchos piensan, no tiene espías en todas las familias y, mucho menos, fuera de Londres.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
2 de junio de 1813



Lo extraño, pensó Blaise, que no llevaban casados ni quince días y ya habían adquirido unas rutinas y costumbres muy agradables. Ahora mismo, él estaba descalzo en la puerta de su vestidor aflojándose la corbata mientras observaba a su omega peinándose.

Y el día anterior había hecho lo mismo. Había algo extrañamente natural en esa situación y las dos veces, pensó maliciosamente, había planeado seducirla y llevárselo a la cama para hacerle el amor. Ayer, por supuesto, lo había conseguido.

Una vez aflojada la corbata, la dejó caer al suelo y dio un paso adelante, hoy también lo conseguiría.

Se detuvo al lado de Ron y se apoyó en el tocador. Él lo miró y parpadeó. Blaise le acarició la mano y los diez dedos quedaron alrededor del mango del cepillo.

—Me gusta ver cómo te cepillas el pelo —dijo—, pero me gusta más hacerlo yo mismo.

Ron lo miró fijamente. Lentamente, soltó el cepillo.

—¿Has acabado con las cuentas? Estuviste con el contable mucho tiempo.

—Sí, fue un trabajo duro pero necesario, y… —Se quedó inmóvil—. ¿Qué estás mirando?

Ron apartó los ojos de su cara.

—Nada —dijo Ron, con la voz claramente entrecortada.

Blaise agitó levemente la cabeza; un movimiento más dirigido a él que a Ron, y luego empezó a peinarlo. Por un momento, le había parecido que Ron le estaba mirando la boca.
Intentó controlar la necesidad de tartamudear. Cuando era pequeño, la gente siempre le miraba la boca. Lo miraban con una fascinación horrorizada, mirándolo ocasionalmente a los ojos, pero siempre acababan volviendo a la boca, como si no pudieran creerse que un niño con un aspecto tan normal pudiera producir esos sonidos.

Pero ahora debía haber sido su imaginación. ¿Por qué iba Ron a mirarle la boca? le paso el cepillo suavemente por el pelo, acariciándolo también con los dedos.

— lo has pasado bien con la señora Colson? —le preguntó.

Ron se estremeció. Fue un movimiento muy pequeño y pudo controlarlo bastante bien, pero Blaise igualmente se dio cuenta.

—Sí —dijo—. Sabe muchas cosas de la casa.

—Ya lo creo. Ha vivido aquí desde siem… ¿Qué estás mirando?

Ron dio un salto en la silla.

—Estoy mirando al espejo —dijo.

Y era cierto, pero Blaise tenía la mosca detrás de la oreja. Ron tenía los ojos fijos en un punto.

—Como te decía —dijo él, bastante brusco—, estoy seguro de que la señora Colson me será de gran ayuda para aprender a llevar Clyvedon. Es una propiedad muy grande y tengo mucho que aprender.

—No te esfuerces demasiado —dijo él—. No nos quedaremos demasiado.

—¿No?

—Creí que querríamos fijar nuestra residencia en Londres. —Y ante la mirada de sorpresa de Ron, añadió—: Así estarás más cerca de tu familia, incluso cuando se vayan al campo. Pensé que te gustaría.

—Sí, claro —dijo Ron—. Los echo de menos nunca me había separado de ellos tanto tiempo. Aunque siempre he sabido que, cuando me casara, tendría mi familia y… se produjo un silencio algo extraño.

—Bueno, ahora tú eres mi familia —dijo Ron, con una voz un poco triste.

Blaise suspiró mientras seguía peinándolo.

—Ron —dijo—. Tu familia siempre será tu familia. Yo nunca podré ocupar su lugar.

—No —dijo él. Se giró hacia Blaise y, con unos ojos ardientes, le susurró—. Pero puedes ser algo más.

Y Blaise se dio cuenta de que sus intentos de seducción no iban a ir a ningún sitio porque su omega estaba intentando seducirlo a él. Ron se levantó y dejó caer la bata de seda. Debajo, llevaba un camisón a juego
Que dejaba entrever casi tanto como lo que escondía. Una de las grandes manos de Blaise empezó a acariciarle un pecho y sus oscuros dedos contrastaban con el verde salvia del camisón.

—Este color te gusta mucho, ¿no? —dijo él, con la voz ronca.

Ron sonrió y él se olvidó de respirar.

—Va a juego con mis ojos —dijo Ron, riéndose—. ¿Recuerdas?

Blaise le devolvió la sonrisa, aunque no supo cómo. Nunca antes había creído que fuera posible sonreír cuando uno estaba a punto de morir por falta de oxígeno. A veces, la necesidad de tocarlo era tan grande que sólo mirarlo le dolía. La acercó a su cuerpo tenía que hacerlo. Si no, se habría vuelto loco.

—¿Me estás diciendo —dijo él, cerca de su cuello—, que lo compraste sólo para Mí?

—Por supuesto —dijo Ron, con la voz ahogada porque Blaise le estaba acariciando la oreja con la lengua—. ¿Quién más me lo va a ver puesto?

—Nadie —dijo él, rodeándolo con los brazos y apretándolo contra su erección—. Nadie. Nunca.

Ron lo miró, divertido por el repentino ataque de posesión.

—Además —añadió—, es parte de mi ajuar.

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora