CAPITULO 6

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—Sí —dijo el omega, con tono firme—. Sí que lo entiende.

— ¡Maldita sea! Si no te casas conmigo, ¿quién lo hará?

Blaise parpadeó, sorprendido. Dentro del abanico de proposiciones, ésta no entraría en el apartado de las románticas. Al parecer, a él omega tampoco le gustó.

—Bueno —dijo, algo contrariado—. No es que sea el único chico omega en el baile de lady Mcgonagall. Estoy seguro de que alguna estaría encantada de casarse contigo.

Blaise se inclinó un poco para intentar ver algo de la escena. El omega estaba en la sombra, pero pudo ver al hombre bastante bien. Parecía abatido, con los brazos colgándole a los lados. Despacio, agitó la cabeza.

—No —dijo, muy triste—. No es verdad. ¿No lo ves? Ellas... ellas...

Blaise sufría en silencio mientras Seamus intentaba encontrar las palabras adecuadas. Su titubeo era debido a la emoción, pero nunca era agradable ver a alguien que no conseguía acabar una frase.

—Ninguno es tan agradable como tú —dijo Seamus, por fin—. Eres la único que me sonríe.

—Oh, Seamus —dijo el omega, suspirando profundamente—. Estoy seguro de que eso no es verdad.

Pero Blaise sabía que sólo lo decía por ser amable. Y, cuando ella volvió a suspirar, le quedó claro que no necesitaba que la rescataran. Parecía tener la situación bajo control y, aunque Blaise sentía lástima por e pobre Seamus, sabía que no podía hacer nada.

Además, empezaba a sentirse como un voyeur. Empezó a retroceder, con la mirada fija en una puerta que sabía daba a la biblioteca. Al otro lado de la biblioteca había otra puerta que comunicaba con el jardín de invierno. De allí, podría ir a la entrada principal y volver al baile. No sería tan discreto como el atajo de los pasillos traseros pero, al menos, el pobre Seamus no sabría que alguien más había presenciado su humillación. Pero entonces, aun paso de la huida, oyó gritar al omega.

— ¡Tienes que casarte conmigo! —Gritó Seamus Finnigan —. ¡Tienes que hacerlo! Nunca encontraré a nadie...

— ¡Seamus, basta! te del omega. Regresó hasta la esquina, respiró hondo y adoptó una expresión seria, ducal. Tenía las palabras «Creo que el omega le ha pedido que la dejara en paz» en la punta de la lengua y estaba a punto de pronunciarlas pero, al parecer, aquella no era la noche para ser un héroe porque antes de que pudiera decir nada, el omega joven levantó el brazo derecho y le dio un sorprendentemente y efectivo puñetazo a Seamus en la mandíbula.

Seamus cayó al suelo, agitando los brazos en el aire mientras caía. Blaise se quedó ahí, de pie, observando incrédulo cómo el omega se arrodillaba junto a él.

—Dios mío —dijo, con voz temblorosa—. Seamus, ¿estás bien? No quería golpearte tan fuerte.

Blaise se rió. No pudo evitarlo. La chica levantó la mirada, sorprendida. Blaise contuvo la respiración. No la había visto hasta ahora, y lo miraba fijamente con unos enormes y oscuros ojos. Tenía la boca más grande y exuberante que Blaise había visto en la vida, y tenía la cara triangular. Según los estrictos estándares sociales, no podía considerarse guapo omega, pero tenía algo que lo dejó sin respiración. Lo miraba con el ceño fruncido.

— ¿Quién es usted? —preguntó, demostrando que no se alegraba lo más mínimo de verlo.

"Ha llegado a oídos de esta autora que Seamus Finnigan acudió a la

joyería Moreton a comprar un anillo con un precioso diamante. ¿Es posible que muy pronto conozcamos a la futura señora Finnigan?"

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

LE COEUR DU DUC (EL CORAZÓN DEL DUQUE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora