Amor dormido

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Capítulo 1

Todas las relaciones son complicadas, la que llevo con mi madre lo es más, me hace responsable de muchas de las cosas que ha perdido y que más le han importado en la vida. Esta es un regalo aunque la verdad no sé, si la mía es una maldición, he cargado en mis hombros el rechazo de la mujer que me trajo al mundo y eso no es nada sencillo. Desear un beso, un abraso, en fin, un afecto cualquiera y no poder recibirlo, duele, te hace sentir que no eres merecedor del regalo que Dios con tanto amor te otorgó.

15 de septiembre en la escuela, habían despachado, sentada en el portón, esperaba a qué mamá llegara por mí, mientras observaba cómo todos mis compañeros eran recogidos por sus padres, tenía unos 10 años. Nunca apareció. Al llegar a casa había oscurecido, me reclamó por la hora a la que había llegado, eran las 5:00 pm cuando salí y el reloj pitó las 8:00 pm cuando llegué. Me gritó horrible. Entre sus insultos estaba este que nunca se quedaba: maldigo la hora en que te traje al mundo. Se preguntarán: ¿por qué me trataba con tanto desprecio? Me hice a la idea y siempre la excusaba con la típica frase: sus razones tendrá.

En medio del bombardeo de insultos intenté justificar mi hora de llegada, algo absurdo, ya que ella sabía el motivo por el cual había llegado a esa hora. Me quedé esperándola y a no ser por la seguridad del colegio, quién iba de salida al terminar su turno, no sé qué habría pasado conmigo.

Sin lograr decir una sola palabra, subí a la habitación mientras me perseguía, me castigó reteniéndome todo lo que impedía que me volviera loca ante tanto encierro y desprecio... mi móvil, era el único medio de comunicación que tenía para localizar a mi padre, mi tableta la usaba para las tareas y entretenerme en la prisión donde me tenía.

Un día casual, como lo eran todos para mí, estaba limpiando la casa, mientras en la nuca me gritaba que no sabía hacer nada, estaba cepillando el piso cuando llegó papá. Al verme en las condiciones en las que estaba: sudada, parecía la criada, con la única diferencia de que solo tenía 9 años, mientras mamá tomaba vino con los pies puestos sobre la mesita de los muebles. Él tenía llaves, por lo que era difícil saber si llegaría, aparte de que nunca avisaba, aunque sabía durar meses sin ir a verme.

Me abrasa para luego sostener mi rostro y darme un cálido beso en la frente, sin decir ni media palabra camina en dirección a donde está mamá, quien por el volumen del TV no se había dado cuenta que él había llegado, la toma del brazo y solo escucho los gritos en la habitación. Acabo de varios minutos papá salió, me abrasó diciéndome al oído que todo estaría bien y se marchó.

— ¿Por qué se fue?

—Cállate y atiende lo tuyo —grita

—Tengo hambre.

—Cuando termines comes.

—Terminé...

—No molestes, ve vacía la despensa, total, ya gorda estás —vuelve a gritar. Con solo 9 años tenía unas cuantas libras de más, el doctor decía que no debía ser, me estaba tratando por problemas de ansiedad. Cómo siempre hacía mamá... me culpó y dejó de llevarme, en una ocasión llegó a decir, que estaba así por mi gusto ya que eso solo estaba en mi cabeza y estaba en mí controlarlo.

— ¡no me grites!

—desaparece entonces...

Así fue toda mi niñez, adolescencia, vida al lado de mi mamá. Nunca hacía nada bien y mucho menos fui merecedora de un cariño como hija al fin. El no ser afectuosa no era el problema, siempre la veía tratar con mucho amor a los hijos de sus amistades, era evidente que le gustaban los niños, al tener uno cerca lo abrazaba, le daba los besos que toda la vida yo había deseado.

Pálpitos de su corazón ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora