Recordé mi niñez, no pude evitar llorar. Me sentí como aquella niña indefensa con apenas 6 años, misma que era humillada por la persona que debía amarla y protegerla.
—Que es lo que tanto lloriqueas, te ves patética, ya límpiate los moscos y sigue recogiendo todo esto.
En ese momento mi cerebro viajó a aquel lugar, a aquel baúl y me trajo momentos, recuerdos que había luchado con todo mi ser para olvidar, pero eran parte de mí y por eso, no podía hacerlo, sus palabras, esas palabras que formaron parte de toda mi niñez y parte de mi adolescencia, crecí escuchándolas, eran melodía para mis oídos. Por un tiempo pensé que las había olvidado o que podía hacerlo, pero no, solo estaban escondida en alguna parte de mí cerebro, estuvieron ahí por el tiempo que me hice la valiente y enfrente a Rebeca, pensé que yo era fuerte, mucho menos, era que su carácter andaba de vacaciones y ella se comportaba distinto por razones que desconocía.
Para suerte mía en ese momento llegó papá y no lo pensé dos veces para pedirle que me llevara con él, subí por mis cosas, lo poco que pude agarrar mientras ellos discutían.
Mientras salía, Rebeca me miraba, de verdad esperaba que cambiara de opinión, que me retractara y me quedara con ella, no lo hice, había llegado el momento de romper mi promesa, y es que nadie soporta tanto desprecio, tanto maltrato, pienso que resistí demasiado, tenía tanta rabia, que ni siquiera podía mirarla a los ojos.
Papá agarró las maletas y ella le pidió que la dejara despedirse, le supliqué a papá que no lo hiciera, pero ella me suplicó que la dejara darme un abrazo, no lo podía creer, no tienen idea de cuánto había deseado un abrazo suyo, pero ya no, ya no lo quería, no iba a permitir que me siguiera manipulando.
—Papá por favor, ya vámonos —al travesear la puerta gritó mí nombre.
—Azul... espera —se retiró del cuello una medallita, nunca se la quitaba, desde que tengo razón, se la vía colgada.
—Quiero que tengas esto —ceca sus lágrimas y me da una sonrisa ladina para volver a decir— esta me la regaló tu abuela cuando tenía 5, sabes... la extraño, ella si me amaba —deja salir un sollozo y vuelve a sonreír —lo que te dije anoche es cierto, te amo hija, solo que nunca supe cómo demostrártelo —al terminar de colocarme la medallita me pide que la perdone, para luego darme un beso en la frente. Este me hizo llorar, no porque sus lágrimas me habían conmovido, sino, porque me dio el beso con el que siempre había soñado— sé que estarás bien, tú papá sabrá cuidarte.
—Ya deja de fingir que te importo.
— ¿Te llevaste el osito? —preguntó
—No me conoces mamá, no sabes que necesito o que no.
—Si te conozco, más de lo que te imaginas.
—Papá ya vamos, sácame de aquí por favor.
—Ya es tarde Rebeca. Antes de irme quiero que sepas algo: en la vida hay dos tipos de personas, las primeras son: las que entregan todo, se dan por completo y las segundas son aquellas que sin ningún pesar, juegan con la primera—exclamó papá para luego abrir la puerta.
La volví a escuchar pedirme que la perdonara, papá cerró la puerta y yo la vi llorar, al detenerme y mirar hacia atrás, estaba parada en la puerta observando cómo me marchaba, a través del cristal me dijo adiós y ya no volví a voltear.
—Papá ¿crees que de verdad me ame?
—No Azul, tú mamá no sabe que es amar.
—Ella te ama.
—Quien ama no engaña y mucho menos miente.
— ¿Y tú, la amas? —no respondió
Ahora si se había quedado sola. Yo iba a casa de la mujer que le había arrebatado todo: al amor a sus 18 años, la casa de su madre y ahora se quedaría con su hija.
Si, así es, el juez a cargo del caso acepto que la casa fuera destruida para construir un parque, lo único bueno es que este llevaría el nombre de mi abuela, siempre si aceptaron que tenía dueño, pero el lugar ya era patrimonio cultural.
No todo fue malo, ese día, después de 5 años Jeff y mamá se volvieron a encontrar.
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Pálpitos de su corazón ✔️
RomancePrefiero vivir el recuerdo de un amor verdadero, que arriesgarme a volver a intentarlo y perderlo todo en el intento.