Cap 5-28

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Jefferson no se contuvo y agarró rumba a casa de Rebeca, al llegar ella no estaba, quien sabe dónde andaba, ya no estaba con ella, además, nunca le rindió cuenta a nadie, vivía su vida a su antojo. Este estaba frente a la casa gritando como loco, la puerta estaba cerrada, había cambiado la cerradura y él ya no tenía llaves.

Pasada una hora llegó, de inmediato preguntó dónde estaba, le dieron la respuesta que merecía y la que me esperaba que esta le daría, el no tenía que ver nada con su vida, por lo que ella no estaba obligada a decirle donde o con quien salía. Lo hizo enojar y preguntó por qué había cambiado la cerradura, la cara de asombro de Rebeca cuando este preguntó con permiso de quien lo había hecho, sin pensarlo se burló en su cara, era de esperarse, él no tenía ningún derecho a entrar y salir como Pedro por su casa, si antes se lo permitía era porque yo estaba ahí, ya no.

—¿Que quieres?

—Hablar contigo

—Entre tú y yo ya todo está hablado.

La sostuvo fuerte de los brazos y la trajo hasta él, permanecieron en silencio varios segundo mientras se le cortaba la respiración y sus corazones latían a la velocidad de la luz, sus ojos se sumergieron uno en el otro al nivel de paralizarlo todo, para ellos, eran los únicos que existían, se necesitaban y sus labios pedían a grito: beso, Jefferson recordó mis palabras, sumó todas las veces que le dije que Rebeca lo amaba, ese número se le repetía una y otra vez en la cabeza, pero Rebeca no pensaba lo mismo, había pintado una barrera imaginaria entre ellos, aunque las ganas de besar sus labios la derretían, sin que él se lo esperara le pide que no la toque mientras lentamente se suelta. Provocando asombro, estaba convencido de que ella se dejaría llevar por el calor del momento y las sensaciones en sus cuerpos, pero no fue así. Su corazones estaban unidos por una fuerza de sentimientos inimaginable, pero sus mentes a pesar de que batallaban por estar conectadas, Rebeca no lo permitió y se aguantó sus ganas. Se negó a volver a sentirse viva, aunque era lo que más había deseado durante años y lo que Jefferson estaba dispuesto a hacer si ella se lo permitía.

—Quisiera hablar contigo, por favor

—¿Que te pasa? ¿Que traes?

—¿Entramos? -señalándole la puerta

Rebeca quedó desconcertada, Jefferson estaba amable, sus ojos los veía diferente, no se explicaba que había pasado, aunque dejaba ver su ansiedad, por lo que ella preguntó si le pasaba algo, pero él no respondió, le arrebató las calles y terminó abriendo la puerta, para luego con brusquedad tomarla del brazo y hacerla pasar, con una agresividad y desesperación que solo había visto una vez en él, no entendía. Su amabilidad no duró mucho.

—Me dirás que te pasa, piensas que soy un títere, me lastimas animal.

—¿Yo te lastimo? Piensas que los únicos sentimientos que valen son los tuyos, crees que puedes andar por la vida jugando a tu antojo con los demás. Te equivocas.

—No estoy para tus reclamos, me dices qué quieres hablar conmigo o te vas, Azul ya no está aquí, no tienes nada que buscar.

—No la nombres, no tienes derecho.

—Perdón...

—Solo abres la boca para destruir, dañas todo a tú paso, eres un fenómeno, no tienes corazón, no tienes sentimientos

—pues en lo del corazón te equivocas, si tengo, pero está helado, y adivina quien es el responsable ¡Ah! No sabes, tú, tú lo volviste hielo. Y sentimientos, no, tampoco tengo, así que tienes razón, si eso era todo, vete, sal de aquí.

—Que cínica eres, aunque yo podría decir lo mismo. Con la diferencia de que mi corazón tú te lo quedaste ¿recuerdas? Después de que lo hiciste pedazos.

—¿Hasta cuando me vas a recriminar?

—Hasta que se me venga en gana, porque tú acabaste con todo, me destruiste Rebeca, me volviste nada.

—Por qué me reclamas haberte destruido si nunca me escuchaste.

—¿Que iba a escuchar? Mentiras, es todo lo que sabes decir.

Se acerca a el y sostiene su rostro— no, nunca te mentí, siempre te ame, mi amor por ti no me habría dejado engañarte.

—Como quieres que te crea si yo —se soltó bruscamente

—¿Si tú que? Estás en un error, nada era lo que parecía.

—No me sigas mintiendo, han pasado 14 años, ya no sigas.

—No tiene caso.

—¿Que no tiene caso?

—Decirte que te amaba, que necesitaba de ti para poder respirar, que sin ti mi vida no tenía sentido, que deje de ser yo cuando te fuiste, no tiene caso tantas cosas que ya no vale la pena mencionarlas —vuelve a tomar su rostro, suspira y penetra su mirada en sus ojos— tú me decías que veías a través de mis ojos porque no me dejaban mentir, dime por qué dejaste de creer, por que te negaste a buscar la verdad en mis ojos.

—Ya vasta, ya vasta...

Para el nada de lo que ella decía era cierto, pero estaba en un error, nunca la escuchó, jamás quiso volver a saber ni del tema y mucho menos de ella, no le dio la oportunidad de hablar, con esa decisión sufrió él, ella, todos, nos condenó a todos, por terco, por su terquedad se fue por el caño una relación hermosa, y un amor verdadero, capaz de sobrevivir a lo que sea, hasta a la distancia de dos personas necias y con un orgullo que rosaba el cielo.

Pálpitos de su corazón ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora