Cap 5-27

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Llegué a casa de la abuela como loca, eufórica, quería hablar con papá, ya no sabía si debía llamarlo así. Busqué por toda la casa y no estaba, mis gritos espantaron a todos, era tan grande mi impotencia que sentía que la cabeza me iba a estallar, era como si la tenía del tamaño del globo terráquea.

Mi mamá, ella seguía destruyendo mi vida, haciéndome la persona más miserable, yo quería saber cual era su fin, aunque ya tenía indicios, estaba casi segura que este era mi destrucción— ¿Si lo que Rebeca siempre a querido es que yo esté lejos de ella? —Me pregunté. Se me apretó el pecho, ahí estaba nuevamente esa sensación de dolor, pero sin dolor que no me deja casi ni respirar, el nudo en la garganta, ese que desespera, que te hace mirar al cielo con los ojos empapados, en busca de aire y respuesta.

Vi a Jefferson atravesar la puerta principal con su cara de desastre, era la que siempre cargaba, no se cómo podía vivir así, como podía vivir con un amor clavado a los huesos, sometiéndose al dolor por voluntad propia. No podía ser orgullo, no lograba imaginar que este sea tan resistente, que incluso se resista al amor

—¿Es orgullo lo que te impide amar Jefferson?

—¿No crees que deberías saludar?

—Como puedes pretender que no sientes, cuando el amor te carcome por dentro ¿como puedes vivir amando en silencio a alguien que sabes que te ama igual o más de lo que tú la amas?

—No estoy para tus juegos —pretendía dejarme hablando sola, pero era un caso perdido, tenía que escucharme, yo necesitaba que me escuchara

—¿Es un juego para ti el amor que Rebeca siente por ti? —su cara era un poema

—¿De donde sacas eso?

—Dime algo ¿fuiste quien traicionó la relación o fue mi querida madre —veía cómo mi sarcasmo lo irritaba y lo peor era que yo lo disfrutaba, ya no estaba dispuesta a que siguieran  jugando conmigo, a que me siguieran engañando y haciendo como si yo no existía, ya era hora de hacerme notar, decirle todo lo que sentía, lo que pensaba y sacar toda la frustración, duda y enojo que me consumía cada día.

—Mira niña no estoy de humor...

Lo hice callar— ya sé que no soy tu hija —su cara, su cara se le fue al piso para luego preguntar:

—¿Tu mamá te dijo eso?

—Poco faltó. Hablan de traición, mamá me odia y tú no me soportas.

—Que te dijo tu mamá azul — me gritó

—Tu eres un cobarde, le tienes pavor a enfrentar tú realidad, a darte cuenta de tus sentimiento, a que amas, amas más que el primer día a la patética de mí mamá, son los dos iguales, te ama igual o más de lo que tú la más. Aterriza mister Jef

—Te voy a perdonar tus insolencias porque se te ve el enojo, la rabia por encima de la ropa.

—Insolencias ¿así le llamas? Solo estoy siendo realista. Dígame algo: ¿por qué me acogiste como tú hija? ¿por qué llevo tu apellido? ¿por qué si sabias que no era tu hija pretendiste ser mi padre? ¿por qué si no me ibas a dar el amor de padre, no ibas a ser un papá de verdad decidiste que fuera tú hija? ¿por qué Jefferson? ¿por qué tú y mamá me han hecho sufrir tanto? Yo no tengo la culpa de lo que haya pasado entre ustedes ¿por qué tuvieron que hacerme pagar a mi por sus errores?

—Cálmate...

—Hay tantos por qué que ya ni sé, si quisiera tener repuestas, creo me haría más daño. Pero sabes algo, me iré de sus vida, así como ustedes, seré egoísta, me iré y me olvidaré de que aquí dejo una mamá que sólo piensa en ella y un papá con el ego del tamaño de un edificio y lo peor, se tragan los sentimientos, llevan una batalla incesante, uno por hacer sufrir al otro y bise versa, dos indolentes, insufribles —le di la espalda, lo escuché decir que por favor lo escuchara, eso mismo quise yo en innumerables ocasiones, que me escucharan, que se dieran cuenta que yo sufría con sus acciones, que me dieran el amor que merecía, que me ayudaran a crecer, a ser una niña sin trauma, pienso no había necesidad de que me hicieran sufrir tanto.

¿Mi pregunta era la siguiente ¿por qué Rebeca me trajo al mundo? Su cobardía debió inicial allá, en mis dos meses en su vientre.

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