Cap 2- 14

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Continuación...

Sin ningún remordimiento, pero con el pecho apretado y un nudo en la garganta la dejé ahí, donde mismo se había dormido, en la mañana planeaba salir como siempre al colegio, quizás se había despertado o quizás no, me daba igual.

Al abrir la puerta de mi habitación lo primero que vi fue su cara, había despertado, más temprano que de costumbre, y siguió bebiendo, volvió de nuevo a sus andanzas, en eso pasaba el día, pero ya lo había dejado.

— ¿Podemos hablar?

—No tenemos nada de qué hablar.

—Escúchame niña.

—Azul, así me llamo.

—Por favor no te pongas de intensa.

—Ni me pongo, ni soy intensa, ya me voy al colegio.

—Me enamoré, sé que esto no me justifica y mucho menos pretendo hacerlo, pero se fue, me dejó.

—Por qué habrá sido —sin darle mucha importancia.

—Escúchame —me gritó

—Date un baño a ver si se te pasa la borrachera.

—Quizás tengas razón al decir que soy un hielo, en lo que no te equivocas es en decir que estoy vacía por dentro.

—Ya deja de hacerte la víctima y acepta que nunca me has visto como una hija y vete con tus lloriqueos a otro lado.

—Regálame dos minutos.

—No lo haré.

—Por favor, te lo suplico.

— ¿Así como yo te supliqué que me amaras? Si mal no recuerdo, nunca lo hiciste. Karma Rebeca, así le llaman.

—No me digas Rebeca, soy tú madre, no seas mal educada —volvió a gritar.

— ¿Mi madre? —Sonrío con sarcasmo— ¿de verdad lo eres? Me he hecho esta pregunta muchas veces. A ver... respóndeme ¿de verdad eres mi mamá? ¿En realidad soy tu hija?

—Sí, si soy tu mamá, eres mi hija. Y sí, estoy vacía por dentro, pero no siempre fue así, yo amé, me enamoré, entregué mi vida y se llevaron todo, no me dejaron nada, pero espera; volví a florecer ¿qué pasó? Lo mismo, me quede sola.

—No...

—Sola...

— ¡Que no! Yo siempre estuve aquí, pero nunca volteaste a verme. Ahora, si ya terminaste, me tengo que ir, ya no pienso seguir escuchándote.

La vi llorar, fue la primera vez que la sentí humana, quizás dirán que debo entenderla, pero y a mí ¿quién me entiende? Quisiera saber. Porque toda mi vida ha sido un tormento y no veo que alguien se ponga en mis zapatos.

Como todo lo de ella era beber, escudarse en una botella, descorchó una, otra y otra, perdí la cuenta cuando vi la sala florecida. Es que me encerró, no me dejó ir al colegio. Ya había abandonado ese hábito, pero cómo dicen: albor que nace doblado...

Cómo era de esperarse, me puso a recoger todo su desastre, por eso no me dejó ir al colegio, seguía siendo la misma Rebeca. Apenas podía con su vida, pero la mía sí que la cargaba, con esa si podía, para volvérmela miserable sí que tenía ánimos.

No tienen idea de cómo me hizo sentir. Tenía edad para defenderme y no dejarme mangonear, pero no podía ir en su contra, por más que le reclamara por su comportamiento, le debía respeto y eso me hacía obedecerle.

Pálpitos de su corazón ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora