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Despertar por la luz del sol era gratificante para KiHyun, pues apagaba su alarma con antelación y el tiempo de sobra lo ocupaba en una ducha o un buen desayuno. HyunWoo llevaba una semana despertando al mismo tiempo que él, en realidad, él se lo pidió y KiHyun, con gusto lo golpeaba de vez en cuando para avisarle que la alarma ya había sonado.
KiHyun se cambió de ropa por algo más abrigado, traía un suéter de color amarillo pálido y debajo una remera de cuello alto, era la única forma de hacerle frente al frio cuando abandonaba la habitación. HyunWoo tenía razón, el cuarto principal calefaccionado era ideal para el invierno y no podía discutirlo pese a que extrañaba dormir solo, el mayor repetía cada noche que llamaría al electricista pero el omega desistió a la idea cuando notó que HyunWoo ya ni siquiera pedía permiso para dormir en su cama.
—¿KiHyun? —murmuró HyunWoo desde la cama.
KiHyun sonrió enternecido al ver su cabello despeinado, sus labios abultados y sus ojitos más pequeños de lo normal por culpa de la luz; él era el tercer motivo por el cuál amaba despertar temprano, pues lucía más lindo que de costumbre y le gustaba mirarlo aunque quisiera poder decir que no.
—Es temprano, duerme un poco más. —indicó el más bajo yendo de un lado a otro en busca de sus pertenencias.
HyunWoo emitió una onomatopeya como respuesta, un simple «ujum» que daba a entender que dormiría otro rato pero en su lugar se dedicó a ver a KiHyun. De repente, se veía más bello ante sus ojos.
Cuando bajaron a desayunar, por que HyunWoo terminó por levantarse con las mejillas muy rojas y un poco acalorado, KiHyun se ofreció a hacer las tostadas mientras el moreno preparaba café.
—Tengo trabajo hoy—dijo HyunWoo después de ver su celular.— Creo que no podré ir por ti a la universidad.
KiHyun suspiró, «Las llamadas están de vuelta» pensó pero de la boca para afuera se oyó un apenas audible:
—Está bien.
Que le recordaba a KiHyun el sentimiento de dolor en su pecho de días atrás.
HyunWoo y él no hablaron de lo que pasó esa vez. KiHyun no preguntó y HyunWoo tampoco parecía querer aclarar ciertos puntos que él sabía que era necesario que el omega supiera.
Aún así, estaban bien.
Mientras desayunaban, HyunWoo y KiHyun hablaron sobre las pinturas del omega. Le contó sobre cuándo descubrió su pasión por el arte y de sus pinturas que aunque parecían nuevas o de poco uso, tenían más años a su lado que muchas de sus pertenencias.
—Mi padre me las obsequió a los diez. —dijo con emoción.— Era una caja gigante. Yo no las usaba porque sabía que en el futuro serían necesarias…
El alfa lo veía con orgullo.
Sus ojos se perdían en el brillo de KiHyun: el brillo de sus ojos al recordar un viejo regalo; el de sus labios que lucían cubiertos por bálsamo, ese que olía a fresas y le llamaba tanto la atención. HyunWoo también se dejaba llevar por el brillo de sus palabras, quizás no como debía por que alguna que otra palabra se le escapa, pero la manera en que se expresaba, la alegría que transmitía y lo bien que le hacía su sola existencia.
