Desaparecer de la empresa por un día era, dentro de todo, sencillo. Requería de una pequeña mentira y la ayuda de Ingrid. Pasar una semana en Londres, sin embargo, requería de mayor planificación. Emma no tenía idea qué iba a decirle a su padre, pero estaba segura que no podría decirle la verdad.
Su padre tenía una fábrica de muebles. La habían tenido desde siempre, y decidieron trasladarla a Manchester cuando se mudaron a Inglaterra en el 2002. La crisis en Uruguay recayó con fuerza y su padre no vio otro modo de pervivir que saliendo del país. No significó un golpe duro para ella, en realidad. No tenía grandes amistades que la ligaran a esa tierra, pero no quería dejar a su madre. Su madre estaba enterrada ahí y no quería dejarla sola, a pesar de que, para ese entonces, ya eran cenizas. Había muerto de un paro cardíaco a los treinta y cuatro años, cuando ella tenía siete. Había sido desgarrador perder a su madre a tan corta edad y la idea de dejarla mientras cruzaban el Atlántico no le gustaba, pero sabía que debía seguir la decisión de su padre.
Para sus hermanos, el traslado había sido mucho más duro. Para ese momento, tenían ya edad suficiente para tener raíces en ese lugar y se resistieron, pero terminaron por ceder. David y Marcos eran sus hermanos mayores. David tenía cinco años más que ella y Marcos tres, y ninguno de los dos dejaba de hacerle acuerdo que eran mayores. No le gustaba ser la pequeña, mucho menos ser la pequeña entre dos hombres protectores. De hecho, vivir con tres hombres era ligeramente sofocante. Ninguno de los tres, ni sus hermanos ni su padre, entendían lo que era el tiempo femenino. Extrañaba a su madre mucho más de lo verbalizable.
El dolor por la pérdida de su madre se tradujo en arte. Emma comenzó a cantar cuando llegó a Manchester, y mientras lo hacía, durante esos pequeños momentos, el dolor no se sentía. Al principio no molestaba, pero cuando era de noche y la pequeña niña seguía cantando, comenzaron a llegar los reproches de sus hermanos.
-Papá, Emma se pasa la noche cantando y no puedo dormir. Hoy tengo una prueba y tal vez falle por su culpa - por supuesto, David nunca fallaba en ninguna prueba, pero siempre le gustaba fastidiarla.
Emma disminuyó el canto dentro de su casa, pero comenzó a tomar seriedad conforme iba creciendo. Terminó decidiendo, cuando se graduó en la secundaria, que se quería dedicar a eso. Amaba cantar y quería que el mundo la conociera por ese don. Sin embargo, fue una decisión equivocada, a criterio de su padre. Una noche como cualquier otra, Emma le planteó a su padre la idea.
-Papá, quiero irme a Londres a estudiar canto. De hecho, dos buenas universidades, con excelentes programas de arte, me han aceptado - su voz sonaba firme, pero su interior temblaba, sabedora como era, de que a su padre no le gustaría la idea.
-¿A estudiar canto? ¿De qué estás hablando? - y se río, con el tipo de risa que solía poner cuando le contaban un chiste. Emma se enojó y quiso increparlo, pero se tranquilizó lo suficiente como para tener una conversación civilizada.
-Lo que estás escuchando. Quiero ir a Londres a estudiar canto. Quiero dedicarme a eso. Siempre supiste que amo cantar - la mirada que su padre le devolvió, la hizo flaquear, pero lo siguió mirando a los ojos, para hacerle saber que iba muy en serio con esa idea.
-¿Hablas en serio? - soltó con seriedad.
-Muy en serio.
-Siempre supimos que le gustaba la música - acotó Marcos, que fue humillantemente ignorado. Su padre solo tenía ojos para ella. Emma le sostuvo la mirada, decidida a pelear por sus sueños.
-Tú no irás a ningún lado. Entrarás a la universidad de tus hermanos y estudiarás diseño industrial - la voz de su padre no daba lugar a réplicas, pero aún así lo hizo.
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I don't have The X Factor
FanfictionEmma Smith es una mujer que después de sufrir varias pérdidas en su vida, se refugia en la música. Luego de varios años en silencio, sin reconocer su propio sueño, decide que por fin es momento de apostar a lo que siempre amó y se presenta a la au...