Capítulo 14: La banda

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-¿Dónde carajo estoy? - se preguntó Emma al salir enfurecida del metro.
Aquella mañana, al levantarse, Emma creyó que era el momento adecuado para llamar a Vittorio y contarle las novedades. No lo veía desde la gira de The X Factor y ciertamente extrañaba su ingenio y la facilidad que tenía para hacerla reír.
-¿Quién llama tan temprano en la mañana? - su tono de voz era adormilado, lo que la hizo sonreír enseguida. -¿La mejor amiga que puedas tener? - aventuró.
-La cerveza no habla, Emma - replicó él. La morocha sabía que Vittorio, aún adormilado, sonreía.
-¿Cómo sabías que era yo?
-Solo tú podrías llamar tan temprano. El resto de los seres humanos tienen respeto por mi sueño.
-Oh, lo siento, señor me creo genial porque gané The X Factor.
-Solo para que conste... era genial incluso antes de ganar The X Factor - Emma recordaba cada segundo de aquella noche de manera muy vívida. Recordaba la fuerza con la que Tulisa le agarraba la mano en el escenario, la tensión en el ambiente y la intriga que generaba Dermot con pausas tan largas. Se había sentido devastada al perder. Aquello no lo podía negar, pero recuperó rápidamente el ánimo al saber que Vittorio había ganado. Saber que alguien importante para ella había alcanzado su sueño, por el que había luchado tanto y perdido aún más, la hacía sentir demasiado feliz como para pensar en sus propias pérdidas. El público había elegido a Vittorio y ella siempre respetaría las votaciones democráticas.
Todo ello no implicaba, por supuesto, que Vittorio dejara pasar su derrota con tanta facilidad.
-Eres toda una diva - le espetó con burlas.
-Tú solo estás envidiosa ahora que tengo muchas bailarinas conmigo - Emma rió, pensando en que el italiano le haría la vida imposible a aquellas pobres chicas. Ella lo quería mucho, por supuesto, pero sabía que podía ser un hombre muy pesado.
-¿Las acosas mucho?
-Solo lo necesario - volvió a reír.
-¿Cómo estás? Te extraño.
-También yo te extraño, Emm. Deberías venir un par de días al tour - de modo paralelo al tour del programa, Vittorio había comenzado a grabar su primer CD, el cual había lanzado a fines de enero. Debía reconocer que no solo era un éxito, sino que le gustaba mucho. Aunque claro, no se lo reconocería nunca.
-¿Por dónde estás ahora?
-España. Sería genial que estuvieras acá, así me traducis lo que dicen. No entiendo nada.
-Solo me quieres como traductora. Qué horror de tu parte. El español es bastante parecido al italiano, además.
-No, no lo es - replicó.
-¿Tus padres?
-¿Por qué preguntas por mis padres, Emma?
-Porque ahora que eres conocido y exitoso y has lanzado un disco, tal vez ellos pudieron verte y reconocieron que el escenario es el lugar donde debes estar.
-Eso no ha pasado aún, linda - a pesar de la soltura con la que lo dijo, Emma pudo notar su amargura.
-Lo siento.
-Pero basta de hablar de mí, ¿tú cómo estás? ¿Cómo están las clases de guitarra? A propósito, me encantó tu versión de Living on a preyer - aquella canción era el último video que Emma había subido a su canal de youtube antes de partir hacia Londres.
-Gracias. Te tengo que contar algo, Vitt.
-No me haré cargo de ningún hijo que no es mío, Emma - bromeó.
-Eres incorregible.
-Solo dime. Estás dando muchas vueltas. ¿Estás enferma?
-No, por favor, déjame hablar. Hace un par de días Simon Cowell me llamó.
-¿Él te llamó?
-Bueno, no, me llamó su asistente. Es lo mismo.
-¿Qué quería? - preguntó ansioso, necesitando la información.
-¿Estás preparado? Será mejor que te sientes, Vitt.
-Estoy en la cama, ¿recuerdas?
-Quiere que sea telonera de One direction.
-¿¡Qué!? ¡No lo puedo creer! ¡FELICITACIONES!
-Y eso no es todo...
-¿Qué? ¿Hay más? - por un momento Emma se sintió como solía sentirse a los quince,mientras le contaba su última conversación con Eddie a su amiga Edith.
-One direction me producirá un disco. ¿Puedes creerlo?
-¿QUÉ? ¿CÓMO CARAJO PASÓ ESO?
-Para serte honesta, no tengo idea. Niall dijo que habían visto mis videos y que habían experimentado de primera mano mi talento y bla bla bla.
-Oh, ¿Niall estaba ahí?
-Por favor, no empieces de nuevo - lo atajó antes de que comenzara con sus delirios románticos.
-Te apuesto plata a que ese hombre se tira a tus pies en seis meses.
-No apostaré semejante idiotez cuando sé que no va a pasar. No quiero sacarte dinero tan fácil.
-Eres tan tierna, Emma. ¿Y entonces? Cuéntame. ¿Cuándo comenzarás a grabar? Cuéntamelo todo.
Emma estuvo durante media hora poniéndolo al tanto de todo lo que necesitaba saber, a la par que él le hacía prometer que le contaría todo lo que sucedería a continuación. Vittorio parecía tan impresionado por lo que había ocurrido, como ella lo había estado hacía cuatro días atrás.
-Te veré en la próxima entrega de premios, linda.
Por un momento, Emma se preguntó si su vida sería aburrida sin Vittorio. Decidió, segundos después, que efectivamente así sería.
Niall la había llamado la noche anterior para hacerle saber que al día siguiente tendría lugar la selección de músicos y los cinco querían que ella estuviera ahí. Sean estará ahí, recordó ella con una sonrisa. Debía ir. Tras llamar a su padres, sus hermanos e Ingrid, luego de haber firmado el contrato, Sean había sido su siguiente llamada. Su amigo estaba profundamente agradecido y había prometido estar en Londres para la bendita audición.
-No dejaré que estés sola en esto, Emma - y ella confiaba en su palabra.
Marzo era frío también en Londres y en realidad, todavía no se había recuperado del todo de su resfriado, por lo que aquella mañana se terminó poniendo un apretado jean negro, una camisa blanca, chatitas negras y su abrigo fucsia. Salió del hotel con tiempo suficiente y decidida a tomarse el metro, sin dejarse estafar por los taxis, que ya había notado que eran carísimos.
Por fortuna, el metro no era tan diferente al de Manchester y logró llegar al vagón sin demasiados contratiempos, pero estaba nerviosa de pasarse de parada. Niall le había dado indicaciones específicas e incluso habían consultado en internet, pero el miedo estaba allí. Después de todo, no conocía Londres. Para ser un sábado a la mañana, el vagón estaba bastante lleno y terminó cediéndole su asiento a una señora de sonrisa amable, pocas paradas después de subirse.
Demasiado pronto, Emma se dio cuenta de que un hombre, a sus espaldas, estaba invadiendo su espacio personal y posicionándose más cerca de lo políticamente correcto. Casi podía sentir su respiración en la nuca. Comenzaba a sentirse incómoda. Se colocó la matera con firmeza, procurando que funcionara como barrera entre sus cuerpos. Tres paradas después, Emma sintió su pene erecto contra la espalda. Se intentó zafar, pero demasiado pronto se dio cuenta que aquello era contraproducente: si se movía demasiado, el hombre pensaría que disfrutaba todo eso. Cuando sintió el pene contra su cola, en un movimiento muy osado, Emma perdió el control.
-Disculpa, ¿podrías alejarte? - le pidió con educación, volteándose. Se trataba de un hombre cuarentón, con un poblado bigote y una expresión inocente, pero sus ojos lo delataban por completo: brillaban de excitaciones y Emma sintió asco.
-Lo siento, es que el vagón está tan lleno - contestó con la misma educación y cierta congoja. Apenas una parada después, Emma descubrió que se trataba de un verdadero hijo de puta cuando volvió a refregarle el pene por la cola.
-¿Tenes alguna clase de sordera? - le espetó de mal humor. El vagón entero la miró con curiosidad, pero poco le importó. No dejaría que la trataran como si fuese una clase de muñeca inflable - te dije que te alejes.
Creía que su tono de voz había sido lo suficientemente severo como para que el hombre entendiera, pero ni bien sonrió con perversión, Emma entendió que se trataba de esos hombres. La clase de hombre que veía a la mujer un objeto a su disposición. Un objeto sexual al que podía manosear a su antojo. Esa clase de hombre pensaba que el cuerpo femenino era público y creía que estaba en su poder tocarlo. Nunca pensaba en la mujer como un ser humano con derechos y sentimientos. Nunca pensaba en qué tan violentada se sentía la mujer ante sus actos. Estaba harta de ese machismo barato.
-Nena, no te pongas arisca, si pude sentir cómo te gustó - la sonrisa que esgrimió le dio asco. Por lo general, Emma lidiaba con ese tipo de situaciones a través de charlas incisivas, pero supo de inmediato que aquel no iba a ser el caso. Necesitaría recurrir a la violencia, a pesar de que siempre era su último recurso.
Sin embargo, lo que más le dio asco era la profunda ignorancia de los demás pasajeros del vagón. Para ellos, ninguna situación de violencia de género se estaba desarrollando frente a sus ojos. Emma se preguntó si los londinenses eran idiotas o simplemente egoístas.
-Me volves a tocar y te voy a dejar las bolas en la garganta - le espetó con violencia, zafándose del hombre y procurando moverse hacia la derecha, lejos de él.
-Me gustan más cuando se resisten - se mofó él, disfrutando del enojo de la morocha. Se preguntó si la acusarían de violencia en lugares públicos si le daba una bofetada.
-No me toques ni me hables, machista hijo de puta - volvió a amenazarlo.
-Sé que te gusta, preciosa - le contestó él, palmeándole con fuerza la cola. Presa de la ira más primitiva, Emma le dio un codazo en el estómago y se bajó en la próxima estación, sintiéndose demasiado violenta como para compartir el mismo espacio con semejantes idiotas.
El aire helado le dio en el rostro al emerger del subsuelo, pero aquello no ayudó a que el enojo disminuyera. Se sentía violentada y violenta y todo lo que quería hacer era tener una buena sesión de running para exudar toda la energía negativa. Pero no podía, se recordó, debía estar en la audición. Justo entonces se dio cuenta que no sabía dónde estaba.
-¿Dónde carajo estoy? - se preguntó, de pronto más enojada.
Los hombres no deberían ser capaces de ahuyentar a las mujeres de los espacios públicos por ese tipo de acciones, pero Emma no había tenido otra opción. No había querido pegarle y ciertamente no pensaba aguantar más sus insinuaciones.
El celular vibró en su bolsillo y atendió con mal humor.
-¿Qué?
-¿Emma, sos tu? - la voz del otro lado sonaba calma y precavida. Probablemente había sido demasiado ruda, pensó.
-Sí, soy yo. Lo siento, ¿quién es? - procuró que la amabilidad se transmitiera en su voz, pero se notaba demasiado agresiva aún.
-Soy Niall. ¿Estás bien? Te estamos esperando.
-Oh, Niall - suspiró con pena.
-¿Estás bien? -Lo estaré. Solo... estoy perdida - admitir que necesitaba ayuda nunca había sido una de sus virtudes, aunque procuraba ir más allá de su orgullo.
-¿Cómo que estás perdida? - preguntó con preocupación. Demasiado pronto Emma se imaginó que unas cuantas camionetas negras irían en su rescate y se sonrió, segura de que el irlandés pondría a funcionar una operación de esa envergadura. -Tuve un problema en el metro y me bajé mal. No tengo idea dónde estoy.
-¿Ves algún cartel? - le preguntó como si tuviera cinco años. Emma le leyó la dirección que aparecía en uno de los carteles - de acuerdo, no está muy lejos. Quédate ahí. En cinco minutos iremos por ti.
Por desgracia, cinco minutos no fueron suficientes como para apaciguar su ira y cuando Niall llegó junto con Liam y dos hombres más, de hecho, estaba aún más enojada.
-¿Qué pasó? - preguntó preocupado Niall en cuanto subió a la camioneta. Por supuesto que sería una camioneta negra, pensó con ironía.
-Pasa que los hombres son unos auténticos hijos de puta - soltó con violencia.
-Oh - soltó Liam, sorprendido de que aquel insulto saliera de sus labios. Emma parecía una mujer demasiado angelical como para decir malas palabras.
-¿Qué pasó? - volvió a preguntar Niall con más tacto. La morocha pudo reconocer que el guardaespaldas de Niall estaba en el asiento del acompañante y que el hombre que manejaba la miraba por el retrovisor, atento a la charla.
-Pasó que un imbécil pensó que sería divertido empezar su día restregándome el pene por la cola - no tenía idea qué pensaban ellos que diría, pero ciertamente no era eso, porque de algún modo los cuatro se arreglaron para mirarla y gritar: ¿QUÉ?
-¿Qué te hicieron qué? - soltó Liam sorprendido.
-Un tipo me restregó su pene por la cola en el vagón - por fortuna, Emma era lo suficientemente inteligente como para no sentir culpa al contarlo.
-¿Por qué? - preguntó confuso.
-Porque piensan que pueden hacerlo, sencillamente. Al parecer, el cuerpo femenino es público y los hombres pueden disponer de él, ¿no lo sabías? Al menos así pensaba ese hijo de puta.
-¿Y qué pasó? - quiso saber Niall, preocupado. Los ojos del conductor, lejos de estar en la carretera, estaban en ella a través del espejo.
-Le pedí amablemente que se corriera y como no lo hizo, terminé por recurrir a la amenaza y el insulto violento... hasta que terminé por recurrir a la violencia a secas.
-¿Le pegaste? - preguntó sorprendido Liam. Estaba segura de que cualquier otra mujer ante esa situación se acojonaría, pero por supuesto que Emma no lo haría, pensó asombrado.
-Por supuesto que le pegué. ¡Me estaba tocando sin mi consentimiento!
-¿En serio?
-Por supuesto.
-¿Él te hirió? ¿Te hizo algo? - preguntó con tacto Niall.
-Créeme que quiso, pero no pudo - se mofó.
-¿Y la gente del vagón?
-Aparentemente la violencia de género es demasiado aburrida como para prestarle atención.
-¿Me estás diciendo que nadie hizo nada? - preguntó fuera de sí Basil.
-Eso es exactamente lo que estoy diciendo.
-El mundo se va a la mierda - soltó Liam, sorprendido. Emma recordó la conversación que había tenido con Vittorio antaño y supo que aquellos cuatro hombres pensarían dos veces antes de tocar a una mujer sin su consentimiento.
-¿Estás bien? - le preguntó Liam cuando habían pasado unos cuantos minutos.
-No falta mucho para llegar - anunció el conductor.
-Estoy bien. Solo tengo ganas de pegarle a algo.
-Puedes pegarle a Paddy - ofreció Liam con una sonrisa divertida. Emma supuso que se refería al conductor.
-Puedes pegarme si eso te hace sentir mejor - dijo.
-No creo que te paguen lo suficiente - le comentó con una sonrisa. -Harry intenta pegarme todo el tiempo - trató de ayudar con una sonrisa igual de sincera.
-Gracias.
La sangre todavía le hervía cuando llegaron a su destino. Se trataba de un pequeño y pintoresco teatro en lo que parecía un barrio industrial.
-Procuramos que fuese un lugar discreto - le comentó Liam. No le importaba dónde se hacía la audición, en realidad, solo le importaba que Sean pudiera pasarla.
-Funciona para mí si funciona para ustedes.
Por dentro el lugar era cálido y acogedor y Emma sonrió al notar cómo una centena de músicos esperaban en el vestíbulo. Nadie se percató de ella mientras avanzaban, dado que la atención se dirigía a sus jefes. Todavía sonaba extraño llamarlos de ese modo, pensó. Se aferró a la matera y avanzó hasta entrar en la sala del teatro. Allí adentro, por el contrario, estaba absolutamente tranquilo. Solo los tres chicos, Max, otros dos hombres y media docena de personas sobre el escenario, organizándolo todo.
-Por fin apareces, Emma - la broma de Louis se translucía en su voz, pero no pudo devolverle el comentario con ligereza.
-No es el momento, Lou - lo atajó Niall.
-¿Qué pasó? - quiso saber Zayn, de pronto preocupado. Podía adivinar en la expresión de la muchacha que algo había sucedido.
-No pasó nada - se apresuró a contestar - solo me perdí.
Niall, Liam y los guardaespaldas la miraron asombrados, pero no agregaron nada más.
-¿Estás segura? - tuvo la sagacidad de preguntar Harry.
-Muy. ¿Cómo estás, Max? - lo saludó con una sonrisa.
-Listo para comenzar toda esta locura - la sinceridad de sus palabras le sentó bien y amplió su sonrisa. Estaba segura de que se llevarían bien.
-Emma, ellos son Julián y John - presentó Zayn.
-Encantada - saludó.
-Son nuestros productores y compositores.
-Y excelentes músicos - agregó Liam - por eso nos pareció adecuado que ellos estuvieran acá.
-¿Listos para empezar? - preguntó entusiasmado Max. Emma pudo sentir cómo el ambiente comenzó a burbujear.
-¿Cinco minutos? - pidió con amabilidad.
-Claro, los que tú quieras - cedió con gusto.
-Necesito agua caliente - declaró. En la matera traía el termo y el mate y no había cristiano que le pudiera impedir tomar mata tras la mañana que acababa de tener.
-¿Quieres un té? - le preguntó.
-No, quiero agua caliente. Es para el mate - aclaró.
-¿El mate? - preguntó el manager sin comprender.
-Solo consíguele el agua caliente - pidió Liam con cierta autoridad, mientras le pasaba el termo a Max.
-Gracias.
Se sentó en una de las butacas del teatro, cerró los ojos y procuró relajarse durante un par de minutos. Había sido una mañana demasiado movida para su gusto y notaba con claridad cómo todavía no estaba en sus cabales. Aquel tipo la había sacado de su eje por completo.
-¿Estás bien? - le preguntó Harry, que de pronto se materializó a su lado.
-Lo estoy - aseguró con propiedad. La meditación siempre ayudaba a enjaular a la fiera, como solía llamarle a aquellos momentos en los que perdía el control. Nunca había sido partidaria de la violencia, pero a menudo se le iba la situación de las manos y la fiera explotaba en su interior.
-¿Qué pasó? - notó de inmediato que no preguntaba por curiosidad morbosa, sino por preocupación y aquello la hizo sentir contenida.
-Tuve un problema con un hombre en el metro - terminó por admitir.
-¿Te hizo algo? - la preocupación se le notaba tanto en la voz como se le había notado a sus amigos en el auto.
-Prefiero no recordarlo porque perderé los papeles de nuevo - comentó.
-Ok, ok, solo... estoy acá por si quieres hablar - y en ese momento Emma supo que tenía un amigo en Harry Styles.
-Gracias, Harry - agradeció con sinceridad.
Con el termo lleno de agua caliente y la yerba hinchándose, Emma preguntó:
-¿Cómo haremos esto? - estaban los ocho sentados en una de las filas de asientos y Emma comenzaba recién a entender qué estaba haciendo allí. Su sueño comenzaba en ese momento, eligiendo los compañeros de viaje.
-Pasarán por grupo de instrumentos - le explicó Julian, que parecía tener experiencia en el asunto - primero todos los instrumentos de viento, luego los de cuerda y así, ¿entiendes? - Emma quiso decirle que no era idiota, pero terminó por asentir.
Estaba realmente impresionada. Muchos de los músicos que había visto eran realmente talentosos y sintió la necesidad de hablar con cada uno de ellos, pero sabía que no podía hacerlo. Debía elegir sólo uno. De momento, entre los ocho habían decidido el cuarteto de trompetas y el saxofonista, pero la opinión de Emma había pesado mucho en la decisión, puesto que era la que más entendía de jazz. Casi podía sentir los inicios de una gran canción en esos instrumentos. Los hombres fueron los que eligieron al baterista. No puso pegas simplemente porque no conocía del tema y confió en la opinión de los demás. Pararon para comer tras elegir el bajista, cuando eran ya las dos de la tarde.
-Estoy agotado - soltó Liam, estirándose en su asiento.
-Yo tengo hambre - anunció John.
-Será mejor que pidamos algo de comer - dijo Harry. Emma se había tomado el litro de agua y necesitaba ir al baño con urgencia.
-Lo siento, ¿qué pasará con la gente de afuera? - preguntó, antes de ir al baño.
-¿A qué te refieres? - preguntó Zayn.
-Deberán comer - observó.
-No te sigo - admitió el musulmán.
-¿Les daremos de comer?
-No es lo que se acostumbra - terminó por responder Julian, asombrado por el rumbo que había tomado la conversación.
-Genial. Lo que sea que pidan para mí, multiplíquenlo por el número de personas que todavía espera. Yo lo pago. Y ahora voy al baño. Con permiso, señores - y raudamente salió precipitada en busca de uno.
Emma no recordaba un almuerzo tan divertido. Todo el equipo se había reunido en el escenario para comer y notó enseguida que se trataba de una familia, no solo por la calidez del ambiente, sino por la cordialidad y las bromas que se hacían. Removió su ensalada mientras escuchaba la anécdota de Niall atenta.
-Fue muy lindo lo que hiciste - le comentó Zayn, que de pronto había aparecido a su lado.
-¿A qué te refieres?
-A alimentar a los músicos de afuera - explicó.
-Bueno, también son seres humanos, ¿sabes? Necesitan comer.
-Fue genial. -No fue nada en realidad - Emma tenía la teoría de que las personas se impresionaban por pequeños gestos como aquel, porque estaban acostumbrados al mundo egoísta propios del capitalismo. En ese marco, la consideraban una especie de santa, pero lo cierto es que ella no hacía la gran cosa.
-¿Cómo llevas todo esto? - su preocupación le pareció adorable a la par de surreal. Emma recordaba cómo Simon Cowell lo había ido a buscar cuando se negó a bailar, recordaba sus agudos y sus primeros tatuajes. Ese mismo hombre se preocupaba por ella en ese momento. Todavía le costaba un poco dejar de lado su fanatismo, lo cual lo hacía todo un poco torpe.
-De momento no he enloquecido, si eso es lo que te preguntas - le respondió con una sonrisa, mientras abría su botella de agua.
-Me preocupa que lo hagas, en realidad - bromeó - has estado muy tranquila con todo esto y creo que en algún momento explotarás - como toda persona callada, Zayn Malik era muy observador, terminó por comprobar.
-Procuraré que no estés para verlo - contestó y con eso dio por terminada la conversación. No pensaba seguir hablando de su posible desequilibrio mental.
-¿Qué piensas de los músicos? - que le preguntara su opinión significaba mucho para ella.
-¿Honestamente? Creo que el baterista debería dejar de gritar cuando habla - observó con picardía. Zayn rió. Los ocho se habían sobresaltado cuando el hombre se presentó e incluso Niall había soltado un grito ahogado. Louis se había reído. Pero sin duda era talentoso, a pesar de su griterío. Emma no entendía mucho de batería, pero pudo notar que era bueno.
-Eres tú la que tendrá que lidiar con él - puntualizó con suficiencia.
-Ustedes lo eligieron, así que, de cierto modo, me están torturando - bromeó - ¿Quiénes vienen ahora? -No sabría decirte el orden exacto, pero creo que las guitarras, el teclado y las coristas -Emma sonrió al notar que vería pronto a Sean -¿estás emocionada por tu amigo?
-No, en realidad estoy ansiosa por ver cómo se comen sus palabras - Zayn carcajeó - Sean es un guitarrista de primera y lamentarán no haberme hecho caso en primer lugar.
-Eres una mujer decidida, ¿cierto? - preguntó con una sonrisa pícara.
-No tienes idea.
Sonrió complacida al ver entrar una maravillosa negra. Estaba claro que sus jefes habían respetado sus condiciones. La mujer no tendría muchos más años que ella y Emma notó su nerviosismo, a pesar de que las separaban unos cuentos metros. Traía una colorido jean y una polera negra, que hacía juego con sus guillerminas. Sin embargo, lo que más le había llamado la atención fue su pelo.
Inglaterra era un país bastante más multicultural que Uruguay y había podido observar de primera mano la cantidad de gente de color que allí vivía. Demasiado pronto había notado que todas las mujeres se ponían extensiones, fingiendo tener el pelo lacio y llovido, como cualquier indígena. Varios años después tuvo la oportunidad de ver un documental en donde explicaban el negocio de las extensiones de pelo en Estados Unidos y había oído varios testimonios de mujeres negras que afirmaban que si no traían sus extensiones de pelo, eran notoriamente discriminadas. De hecho, una de ellas había dicho que no le habían dado trabajo por ello. Desde entonces, Emma admiraba a cada mujer negra que conservaba su propio cabello y la corista era una de ellas. Deseó que pudiera cantar bien, porque sabía que eran compatibles.
-Hola. Mi nombre es Lucy y cantaré Respect de Aretha Franklin.
Lucy la tenía durante la primera frase. No solo la elección de la canción era extraordinaria, sino el modo que tenía de cantarla, con pasión y entrega. Emma sabía que era ella.
-Es extraordinaria - comentó asombrado Liam.
-Es ella - dijo Emma, firme - la quiero a ella - y se apresuró a agregar, antes de que pudieran comentarle nada - estás contratada, Lucy in the sky with diamonds.
-Los Beatles nunca fueron mis preferidos, pero gracias - y Emma sonrió, sabiendo que había ganado.
Las demás coristas eran buenas y las habían terminado eligiendo entre todos, pero Emma todavía seguía embelesada por Lucy. En total, serían tres coristas. Lucy, una pelirroja llamada Rose y una rubia de nombre extraño, probablemente sueco. Emma no lo recordaba.
No tuvo nada que agregar acerca del tecladista. Sus jefes habían terminado por elegir a un hombre treintañero, de aspecto hipster que la había eclipsado por su sonrisa. Su nombre era Tom y sabía que se llevarían bien. Emma se removió en su asiento cuando vio entrar a Sean.
-¿Él es tu amigo? - le preguntó Louis.
-¿Hay un amigo suyo en la audición?- preguntó confuso John.
-Fue una de sus condiciones - le explicó Liam.
-¿En serio? - preguntó sorprendido el productor.
-¿Por qué es tan difícil de creer? - le preguntó Emma.
-Ciertamente tienes agallas - al parecer, el productor parecía sorprendido de que una novata tuviera exigencias para con la banda más popular del mundo. Emma tomó su comentario como un halago.
-Hola, Sean - lo saludó con entusiasmo. Sean había sido el primero que la había atendido al entrar a su academia. Al parecer, la usual recepcionista estaba enferma y él estaba cubriendo su puesto. El brillo de los ojos de aquel hombre le hizo saber que se trataba de alguien demasiado talentoso para estar detrás de un escritorio y tras la primera clase, Emma terminó por comprobarlo.
-Pensé que eras el recepcionista - le comentó sorprendida.
-No, de hecho, la academia es mía. Ese día estuve cubriendo a Joanna, que estaba enferma - Emma nunca se había alegrado tanto por la enfermedad ajena.
-Hola, preciosa - la morocha rodó los ojos, pensando con diversión que se rodeaba de demasiados hombres confiados.
-Tú solo has lo tuyo y hazles tragar sus palabras a estos idiotas - no pudo evitar decir. Niall carcajeó y Zayn esperó el desafío con tranquilidad, pero ni bien la púa rozó las cuerdas, Emma supo que Sean los tenía en la palma de sus manos. Hizo un solo fabuloso, moviendo sus dedos con agilidad y disfrutanto por completo del momento.
Lo había visto demasiadas veces haciendo algo como aquello, por lo que dejó que sus ojos abandonaran sus manos y la guitarra y pasaran a su rostro. Se podría decir que Sean era un hipster también, al menos se vestía como uno. Traía un jean color mostaza, zapatos negros y una camisa blanca por dentro del pantalón, haciendo resaltar su cinturón negro. Sin embargo, lo que más llamaba la atención era su cabeza. Sean era pelado y por algún motivo eso lo hacía parecer un tipo accesible. La falta de pelo en la cabeza la compensaba con la tupida barba que cuidaba con esmero. Y claro, los lentes de armazón negra no podían faltar en su atuendo. Un auténtico hipster.
Emma estaba orgullosa y disfrutó notablemente la expresión asombrada de cada uno de ellos.
-Se los dije - comentó con sorna cuando el teatro volvió a quedar en silencio.
-Bro, eso fue alucinante - Niall fue el primero el soltar, sorprendido y exaltado - tienes que enseñarme a hacer eso.
-Cobro por mis clases - bromeó Sean, con una sonrisa satisfecha. Al igual que Emma, sabía que se los había metido en el bolsillo. Ambos se sonrieron.
-Es él, ¿cierto? Tiene que ser él - dijo Harry con seriedad.
-Casi siento pena por ustedes - bromeó Emma con una sonrisita de suficiencia - ¿quieren que les traiga agua? Así bajan sus propias palabras. No quiero que se atoren - Sean le guiñó un ojo y Julian rió.
Eran las cuatro y veinte de la tarde cuando dieron por terminada la audición. Todos los músicos estaban sobre el escenario y los miraban con curiosidad, esperando que alguno de ellos hablara, pero lo cierto es que Emma estaba ligeramente emocionada.
-Bienvenidos a bordo, gente - fue todo lo que pudo decir y agradeció que todos le devolvieran con igual alegría la sonrisa que ella había lanzado primero. Su banda, pensó todavía alucinada.

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