Capítulo 35: Turín

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Emma se había dado cuenta en el momento en el que sucedió y estaba bastante segura de que Frederick también lo había notado. Se le habían erizado los pezones y aunque intentó ocultarlo cruzando los brazos, supo que no solo su novio lo había notado sino que estaba pensando en sexo. Y eso la hizo pensar en sexo a ella también.

Había sido un desastre. Todavía recordaba la conversación que habían tenido y se ruborizaba. Habían estado peligrosamente cerca de hacer el amor en dos ocasiones, pero Emma se había retirado rápidamente, asustada de que esa vez fuese como las anteriores. No era virgen. Había perdido la virginidad con Tommy cuando tenía diecisiete y luego había estado Brian y no había sentido absolutamente nada. Con ninguno de los dos. De modo que llegado a ese punto, temía que hacerlo con Frederick fuese igual y eso corrompiera la relación, tal y como había sucedido antes.

Tanto Tommy como Brian habían notado después de un par de veces que ella no lo estaba disfrutando y se habían esforzado mucho, pero aún así Emma no había sentido nada. Su vida sexual se había complicado bastante desde entonces. Todavía recordaba el odio con el que Brian le había dicho que era frígida. No estaba dispuesta a arruinar una relación preciosa como la que podía tener con Frederick solo por sexo, no cuando el sexo no lo valía.

Sin embargo, no podía evitar sentirse avergonzada. Las dos veces en las que se había apartado, desnuda ya de cintura para arriba, Fred había tenido que tomar duchas frías. Emma había sentido qué tan excitado estaba y le dolía dejarlo de ese modo. Él no merecía pagar por sus antiguos traumas, pero no iba a permitir que todo se arruinara por un poco de semen.

Al salir de la ducha en la primera ocasión, Frederick no había podido evitar preguntarle si era virgen mientras la miraba desde el umbral de la puerta. Tenía la toalla atada en la cintura y Emma todavía podía apreciar cómo las gotas de agua desaparecían hacia más abajo. No iba a negar que aquella imagen la había acalorado. Debajo de las camisas a cuadros y ese aspecto de abogado exitoso, Frederick era algo muy bonito de mirar.

-¿Eres virgen? - le había preguntado. Emma se había vuelto a vestir y se agarraba las piernas con fuerza mientras lo miraba desde la cama.

-No, no lo soy. Pero nunca me ha gustado - terminó por confesar.

-¿Qué cosa? - preguntó él, extrañado.

-El sexo - balbuceó tímidamente.

-¿Qué? - soltó Frederick, impresionado por esa respuesta. Emma se veía pequeña e indefensa en su cama y supo que se trataba de una mujer insegura y se preguntó qué era lo que había pasado para que odiara el sexo, cuando se trataba de un acto de amor precioso y placentero, muy placentero. Supo que tenía que infundirle mucha confianza para que se animara, pero no le importaba esperar porque la amaba. La había amado desde el primer momento.

-Créeme, no lo has hecho con la persona correcta - no pudo evitar soltarle con una sonrisa pícara.

-¿Contigo? - preguntó ella con sorna, levantando la vista y mordiéndose el labio. Frederick quería morderla.

-Amarías cada segundo de nuestras pieles rozándose, te lo aseguro. Pero te espero, Emm. El tiempo que necesites.

Emma sabía que había dicho cada palabra en serio. Sabía que la esperaría lo que hiciera falta porque la amaba, lo podía notar, pero no podía evitar notar que su novio quería tener intimidad y le daba mucha vergüenza tener tanto miedo. Simplemente la aterrorizaba hacer el amor y no tenía idea cómo traspasarían esa barrera, si es que alguna vez lo harían.

I don't have The X FactorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora