Narra Sophie Marthen:
Una de las cosas que más amaba de mi trabajo como tatuadora era la sonrisa que se formaba en el rostro de la gente cuando se lo mostraba una vez terminado.
El problema era las horas de concentración que exigía.
- Soph, han cancelado la última cita, ¿llamamos a alguien o aprovechamos que es viernes y nos vamos a tomar algo?- Preguntó mi amiga Elisa que organizaba mi agenda.
- Deberíamos agendar otra cita...- susurré no muy convencida.- pero ya que insistes, sí, vamos a tomar algo.- Respondí consiguiendo que diese un saltito de emoción.
- ¡Eres la mejor!- Exclamó con diversión.
Lo cierto es que había trabajado toda la mañana, luego volví a comenzar a las tres y lo de salir a las seis de trabajar no me parecía tan mala idea, de hecho, me había alegrado la tarde.
Después de una dura jornada tatuando un leopardo a un cliente, salí por la puerta dispuesta a decirle a Elisa que podíamos irnos. Mi sorpresa fue cuando me encontré esos ojos verdes que pensé que nunca más volvería a ver.
- Ya le he dicho que hoy no podrá ser, podemos agendarla para el martes de la semana que viene. - Comentó mi amiga a la pelinegra, quien no parecía estar prestándole ninguna atención por mirarme.
- Tú de nuevo.- Dijo con una sonrisa, en esta ocasión llevaba unos jeans ajustados que le quedaba demasiado bien, y un cardigan que dejaba uno de sus hombros desnudos.
- También eres tú.- Respondí sin saber muy bien que contestar, el volverla a ver después de casi una semana preguntándome si realmente era tan guapa o es que yo estaba soñando, me había dejado bastante confundida.
- Vine para hacerme hacerme un tatuaje, ¿tú eres la tatuadora?- Preguntó hablando con una tranquilidad que mi propia voz envidiaba.
- Señorita, ya le dije que...- Trató de intervenir mi amiga.
- Está bien. - Concedí.- Ve pasando a la sala, segunda puerta a la izquierda. - Ella me dedicó otra de sus bonitas sonrisas y caminó hacia donde le indiqué.
- ¿Por qué?.- Me preguntó Elisa sin comprender el que cancelara nuestro plan de tarde, y me saltara toda la lista de espera por aquella clienta.
- Se lo debo, es la chica que me recomendó llevarme el traje.- Le expliqué esperando que me comprendiera.- Podemos salir nada más termine con ella.
- No le debes nada, el traje también lo hubieses podido ver tu solita.- Se quejó.- Pero está bien, te esperaré, y pagas tú la primera ronda de shots.
- Hecho.- Afirmé consiguiendo que volviese a estar animada con nuestra salida.
Antes de entrar a la sala en la que se encontraría la pelinegra tomé aire un par de veces, estaba nerviosa, quería que realmente le gustase lo que me pidiese que le tatuara.
- Buenas.- Saludé entrando en la habitación, ella se encontraba de pie mirando el libro de diseños que tenía, pero enseguida fijó su atención en mi.- ¿Sabes ya lo que quieres tatuarte?
- Una constelación. - Respondió sin más subiéndose al sillón que ocupaba la parte central del espacio.
- ¿Cuál?- Pregunté confundida, había muchas cosas en ella que se me hacían casi enigmáticas.
- La que te salga cuando cierres los ojos e imagines una.
- Pero, entonces primero debería buscar en internet, realizar el diseño y mostrártelo para que te me des sugerencias y confirmes que te gusta.- Traté de explicar, mientras sus esferas verdosas me miraban con atención, como si estuviese profundamente intrigada por mi.
- No será necesario, confío plenamente en el diseño improvisado que tu mente cree.
- Pero ni siquiera recuerdo cómo eran exactamente las constelaciones. - Me preocupaba el que lo que le hiciese no estuviese a la altura de sus expectativas.
- Pues crea tu una.- Insistió, visto que estaba decidida a que le hiciese un tatuaje de unas constelaciones en el momento no me quedó otra que aceptar.
- ¿Donde lo quieres?- Pregunté intrigada, ya que no me sonaba haber podido distinguir ningún tatuaje en sus brazos.
- Aquí.- Señaló la zona del costado justo debajo de su pecho mientras levantaba el cardigan quedándolo justo en su sostén.
Si ya estaba nerviosa, aquello hizo que mi pulso se acelerase por cien, y que, ni si quiera me atreviese a acercarme demasiado. La imagen de la piel desnuda de su abdomen erizándose por el frío de estar expuesto era demasiado, y la suavidad de su piel al deslizar la tinta sobre ella me estaba atormentando. Nunca antes me había encontrado así de temblorosa cerca de una clienta, tuve que pararme un par de veces a coger aire al notar que estaba conteniendo la respiración. Su mirada estaba fija en mí consiguiendo debilitarme, tuve que hacer un sobre esfuezo para centrarme en lo que estaba haciendo y que le gustara mi trabajo.
Con cuidado tapé su piel expuesta con una toalla caliente, con la idea de que no pasase frío, ella me sonrió agradecida, y continué poniendo todos mis esfuerzos en hacerle el mejor tatuaje que tuviera en su vida.
- Si te molesta o te duele algo avísame, si no quieres hablar puedes apretarme el brazo.- Ofrecí, a lo que ella dio un tierno asentimiento.
Por alguna extraña razón, al cerrar los ojos y pensar en una constelación como ella dijo una imagen bastante nítida se me vino a la cabeza, y no dudé en plasmarla con todo detalle en ella. A medida que iba realizando el tatuaje era como si estuviese conectando más con la forma de las estrellas, la estructura que guarda, incluso creí ver su ubicación en el espacio. Era como si estuviese plenamente absorta, trazando en su piel lo que mi mente, la cuál parecía estar en un viaje astral, estaba mostrándome.
Cuando terminé el tatuaje me sorprendió lo absolutamente perfecto que parecía, nadie diría que era la primera vez que lo llevaba a cabo y que ni siquiera tenía una imagen de referencia.
- Aquí tienes el espejo por si quieres verte.- Comenté a la pelinegra, quien con entusiasmo se levantó de la silla dirigiéndose donde le indiqué, y me dio la que podría designar como la sonrisa más bonita que había visto nacer en aquel estudio.
- Es Wow... Se ve precioso, es como si siempre hubiese tenido que estar.- Dijo sin despegar la mirada del cristal.- No sé si me explico.- Rió con suavidad.
- Completamente, me alegra que le guste mi trabajo.-Declaré orgullosa de haberle sacado esa bonita emoción. - Como comprenderás era mi deber compensarte por la grandiosa elección del traje
- ¿Robaste muchas miradas?- Preguntó divertida haciendo referencia a lo último que hablamos en la tienda.
- No lo sé, ¿me gané la tuya cuando me lo probé?
- Por supuesto.- Dijo con diversión.
- Igual debería pasarme más a menudo entonces. - Estaba coqueteando con ella, muchas veces me reprimí de hacer eso por miedo de incomodar a las chicas. Sin embargo, me di cuenta de que así podríamos pasar media vida esperando a que la otra persona diera el primer paso. En mi historia no había sido poco común las veces que mis sentimientos fueron recíprocos, pero que por miedo, ninguna insinuábamos nada de forma directa, y cuando nos dimos cuenta ya fue demasiado tarde.
- Oh, perderías el tiempo. - La miré confundida, no sabía exactamente qué quería decir aquello.- me han despedido.- explicó.
- Pues han perdido a la única empleada decente del local.- Declaré.
- ¿Verdad que si? También les dije eso.- Habló con una sonrisa, lo cierto es que esa chica era bastante divertida, y las conversaciones fluían con plena naturalidad mientras ella se hacía de nuevo el moño desecho por haber estado en el sillón.
Estuve por preguntarle el nombre, cuando Elisa nos interrumpió, nos había escuchado hablar y comentó que le debía una ronda de chupitos. En cuestión de segundos la misteriosa pelinegra depositó el dinero en efectivo, tomó sus cosas y se marchó, dejándome una vez más con la intriga de querer conocer su nombre y de si nos volveríamos a ver. Lo que sí que tenía claro, era que a partir de ese momento, en cierta manera, aunque ni supiéramos nuestros nombres, ambas nos acordaríamos de la otra, ella cuando viera su tatuaje y yo al ponerme el traje que me compré.
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Llegar a ti
RomanceSophie Marthen creía conocer quién era, hasta que se cruzó con ella. Ninguna sabía cómo sus vidas cambiarían al encontrarse, lo que sí estaba claro, es que, siempre hallaban la manera de llegar a la otra para desordenarlo todo.