Narra Sophie Marthen:
Salir a tomar algo con las amigas era la mejor cura de todo mal.
Aquella había sido una dura semana de trabajo, a la que se sumó un gasto imprevisto en el local por la ruptura de los equipos de calefacción.
Muchas de las citas tuvimos que posponerlas, e incluso tatué en casa a clientes más cercanos, siempre con las condiciones apropiadas.
- ¿Vamos al pub de Zaar? - Preguntó una de las tres amigas con las que iba. - Las copas salen bien de precio.
- Entonces cuenta conmigo.- Declaró Elisa.
Como las cuatro estuvimos conformes llegamos al bar de copas, tomamos una de las mesas y nos pusimos a charlar.
- ¿Sabéis quién se va a casar dentro de poco?- Preguntó Raquel alimentándonos las ganas de chismorrear. - Millie, la chica que iba a Cuarto C con nosotras.
Amaba esos momentos con las amigas en los que simplemente reíamos contando los cotilleos que nos habían llegado, hablábamos de nuestras cosas y bebíamos juntas. En un momento, el lugar comenzó a llenarse, un chico se acercó a la mesa para hablar con Raquel, y nosotras la animamos con una sonrisa.
- Mira, ¿esa no es la chica que vino al estudio el otro día?- Me anunció Elisa señalando con la mirada a la esbelta figura de una chica que se encontraba sola sentada en la barra.
No necesité ver su rostro para saber que se trataba de ella. Llevaba gran parte de la espalda al descubierto, con la excepción de la tira de un top color morado clarito que llevaba puesto. A medida que me acercaba a ella iba notando cómo éste se abría en forma de V en su escote, era de tela brillante similar a la seda, y combinaba con una bonita falda negra que dejaba sus piernas al descubierto. Dos trenzas pequeñas se situaban en cada lado de su rostro, siendo la única parte de su cabello que no se encontraba suelto, y el eye-liner que llevaba iba a juego del color del top con el que vestía. Sus largas pestañas negras hacían que el bonito color verde de sus ojos aun resaltase más, y sus labios se envolvían en torno a una cañita con la que succionaba la bebida que estaba tomando.
Era sorprendente como cada vez que me la encontraba la veía incluso más bonita de lo que ya recordaba, sin querer que me notase mirándola todavía, tomé asiento dos bancas más a su derecha, aprovechando que las demás estaban libres, y pedí un vaso de ron cola.
Para cuando el camarero me dio el vaso ya pude notar su mirada sobre mí, entonces giré mi rostro para encontrarme con sus ojos, le sonreí haciendo un movimiento con la copa inclinándola levemente simulando el gesto de brindar al aire. Ella repitió el gesto, y señaló la silla libre de su lado para que me sentara junto a ella. Por supuesto, le hice caso.
- Parece que lo de encontrarnos una vez a la semana se va a convertir en tradición.- Comenté con diversión tomando asiento junto a ella.
- Cualquiera lo llamaría destino.- Dijo con una sonrisa cruzando sus piernas, y consiguiendo que por unos segundos mi mirada bajase a ellas.
- En ese caso, ¿preguntar tu nombre sería cómo desafiarlo?.
- Me temo que sí, querida Sophie.- Eso me dejó sorprendida.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Lo dijo tu amiga el otro día en el estudio.- Vaya, ósea que la única en desventaja era yo.
¿Y por qué no me buscó en redes?, me pregunté.
Me había pasado toda esa semana pensando en cómo se podría llamar para seguirla en Instagram, y ahora resulta que ella podría haberme encontrado con facilidad y no lo había hecho.
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Llegar a ti
RomanceSophie Marthen creía conocer quién era, hasta que se cruzó con ella. Ninguna sabía cómo sus vidas cambiarían al encontrarse, lo que sí estaba claro, es que, siempre hallaban la manera de llegar a la otra para desordenarlo todo.