Capítulo 7: Gimnasio

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Narra Sophie Marthen:

No era la primera vez que una chica en la que estaba interesada me hacía ghosting. Pero si era la vez que más me estaba molestando, constantemente tenía el móvil en la mano revisando su chat, ya ni siquiera subía nada en Instagram, era como si hubiese desaparecido.

Noté que ella siempre fue la que sabía donde encontrarme, yo nunca tuve ningún dato de ninguna de sus posibles localizaciones. Lo sucedido aquella noche no salía de mente, tenía muchas preguntas, y ella simplemente huyó. Comprendía que también se asustase de que su propio tatuaje hubiese reaccionado de esa forma, pero no veía el porqué desaparecer así.

Aquél día aproveché que era sábado para pasar la tarde en el gimnasio, siempre había disfrutado haciendo deporte, la consideraba la mejor forma de despejarme.

- Rubita, voy a salir, tu cierras.- Me informó el dueño del establecimiento, que también era mi amigo, lanzándome las llave. Nos conocimos porque fue uno de mis primeros clientes, y desde entonces había bastante confianza entre nosotros.

Al verme sola en el gimnasio puse la música a todo volumen por los altavoces, me quedé en top deportivo y comencé a pegarle a un saco de boxeo liberando mi estrés en él.

- Deberías impulsarte más con el torso.- Escuché aquella voz.

Por unos instantes me quedé paralizada en el sitio, pero luego seguí tratando de hacerme la indiferente centrándome en golpear el saco. Mi sorpresa fue que cuando iba a lanzar mi siguiente golpe unas manos sostuvieron el saco, y me encontré con sus bonitos ojos verdes de frente. Me parecía tan irreal verla en vestido, con tacones, y con el pelo como si acabase de salir de la peluquería en medio de un gimnasio. No sé como conseguía que mis pensamientos al verla  parecieran nublarse, quedando una vocecita que me recordaba lo asombrosamente bella que era esa mujer. El vestido negro era bastante sencillo en realidad, tenía un escote rectangular que resaltaba sus curvas, y era su cuerpo que el que parecía hacer al vestido bonito, no al contrario.

- ¿No piensas decir nada?- Preguntó, consiguiendo que una risa irónica se escapara por mis labios, me di la vuelta acercándome a por mis cosas, y pasé una toalla por mi cuello para limpiarme de las posibles gotas que tuviese del esfuerzo físico. Al hacerlo mi espalda crujió, haciéndome saber que me había sobrecargado los músculos.- Puedo ayudarte con eso, se me da bien hacer masajes.- Ofreció.

- No me contestas desde hace días, me haces creer que simplemente has desaparecido de mi vida, ¿y ahora vienes a ofrecerme un masaje?.- Pregunté confundida, tratando por todos los medios que no se mostrase molestia en mi voz, sabía que no tenía derecho a recriminarle nada. Pero al menos, quería saber si estaba bien después de lo sucedido, o si el tatuaje le había provocado algún daño, realmente estuve preocupada por ella.

- Lo siento.- Pronunció acercándose a donde estaba.- Debí haberte avisado de que estaba bien, pero todo aquello me dejó tan confundida, realmente me asustó.- escuché su voz alicaída. - Tu amiga Elisa me dijo que te encontraría aquí. - Me sorprendió que se lo hubiera dicho tan fácil cuando ella era la primera que criticaba la actitud que había tenido la pelinegra.- Ahora, ¿aceptas mi ayuda con eso?- Preguntó señalando mi espalda.

- Está bien.- Respondí sin más, era cierto que sentía una fuerte punzada.

Me puse de espaldas a ella, y pronto noté sus suaves manos deslizándose por mis hombros, sus dedos hacían presión en mis omoplatos, y realmente parecía saber lo que hacía, sus dedos se movían con gran agilidad, sabiendo exactamente qué punto tocar y cómo presionar. En un momento dado se me escapó un pequeño suspiro incontrolado cuando consiguió desmontar unos músculos que se me habían quedado engarrotados en mi hombro izquierdo.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora