Capítulo 18: Reconstrucción

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Narra Audrey Blair:

Al abrir la puerta, supe qué Sophie estaría tras ella.

No comprendía muy bien cómo, simplemente fue cómo si un sexto sentido me hubiese alertado de su presencia.

La sonrisa de ilusa encaprichada se instaló en mi rostro, mientras una pequeña parte de mí quiso creer que podría volver a tener alguna oportunidad de acercarme a ella.

Todo eso se esfumó, en cuanto noté, la incertidumbre en sus bonitos ojos azules, así, cómo la rabia que denotaban sus actos.

Sentí un asfixiante dolor en el pecho cuando me di cuenta de que una vez más, todo mi yo se reducía a ser un bonito cuerpo para el resto.

Ella me odiaba a mí, pero deseaba a mi cuerpo en la misma medida. 

Me sentí ridícula por haber tenido la esperanza de poder gustarle, cuando mi propia yo estaba rota y perdida.

Pese a todo, seguía sabiendo cómo debilitarme, bastó el contacto de su piel sobre la mía para dejarme presa de un cosquilleo incomparable.

- Soph...- Intenté hablar mientras ella parecía estar absorta sosteniendo con fuerza su mano en mis labios impidiéndome pronunciar palabra. Que me temiera hasta ese punto me rompía el alma.

Sucedió demasiado rápido, sus mano impidiéndome hablar, sus dedos abriendo los labios de mi parte íntima, y de pronto, me vi arrastrada a una oleada de recuerdos que parecieron transportarme a aquel momento.

Me llegó ese olor a colonia de Brummel, creí que era su mano rasposa la que tapaba con fuerza mi boca, y  sentí de nuevo esa arcada de cuando sus gruesos dedos se colaban hasta mi garganta atragantándome.

No me había vuelto a sentir jamás tan vulnerable, tan desesperada, vi mi cuerpo acurrucarse sobre sí mismo como si mi propia yo fuera un ente externo, una cámara ajena a lo que estaba gestándose en mí.

- ¿Audrey?.- Escuché tras un rato el llamado de la suave voz de acento marcado de la chica de cabello platino. Fue como si el ruido se hubiese ido volviendo más nítido mientras me veía de nuevo arrastrada hacia mi propia prisión llamada cuerpo.- Dios mio, ¿estás bien?. Yo... de verdad, lo siento muchísimo, no quería hacerte daño, yo...- Hablaba con desesperación analizándome con preocupación.

- Estoy bien.- Hablé tratando de sosegarme a mí misma mientras mis ojos viajaban de un lado a otro para comprobar que él no estaba allí. - Creo que ya nos hemos lastimado bastante, ¿no te parece, Marthen?- Dije cuando conseguí recuperar algo de fuerza en la voz. - Vuelve a Trevils, te estarán esperando.

- Pues que esperen.- Susurró con suavidad, parecía estar analizando mi estado. - No me pienso ir hasta que estés mejor.

- ¿Para después decir cómo te manipulé?. Oh pobrecita, la chica víctima de la Susurradora.- Comenté con sarcasmo.-No te quiero aquí, tu sola presencia me poner peor. Y puedes estar tranquila que tu estúpida supuesta atracción hacia mi se irá tan pronto como te vino. - Abrí la puerta invitándola a salir.

- Audrey, de verdad, lamento mucho si te lastimé de algún modo.- Comentó con sinceridad. - Pero comprende que no puedo fiarme de ti.

-Haces bien. Ahora, déjame sola, por favor.- Dije con tanta firmeza como pude. 

Pareció querer decirme algo más, pero se acabó marchando, y tan pronto se fue llamé a Kai para que viniera.

Muñequita. ¿Quién querrá a una muñeca desgastada de tanto uso cuando se puede tener otras nuevas?.

Esas palabras retumbaban en mi cabeza, eran un eco permanente, que pese a ser consciente de la repugnancia, completa misoginia y opresión que escondían, seguían caladas en mi pensamiento conformando una de mis más grandes inseguridades que tanto me esforzaba en camuflar. Era sorprendente cómo las mismas inseguridades se gestan pese a que seamos conscientes de la falta de realidad que existen en torno a ellas.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora