Narra Sophie Marthen:
Dicen que no se sabe lo que es la paz hasta que duermes junto a la persona indicada.
Esa noche comprobé que no podía ser más cierta la frase, escuchar como su respiración se ralentizaba mientras la sostenía entre mis brazos, era simplemente fascinante. Cada rasgo en ella era precioso incluso durmiendo, me parecía mentira tener la fortuna de ser yo quien la tuviese durmiendo sobre su pecho.
No tardé mucho en caer rendida igual.
La sensación de comodidad, de hogar que me otorgaba sentirla junto a mi era una de las mejores sensaciones que había experimentado en mi vida.
Sin embargo, algo me alertó del vacío en mitad de la noche. Abrí los ojos, y ella no se encontraba a mi lado.
- ¿Audrey?.- Pregunté saliendo de la cama.
Era consciente de que los hábitos de sueño de la pelinegra no eran demasiado buenos, sabía sobre las pesadillas que la acechaban hasta el cansancio, y en más de una ocasión me reconoció tener menos cuando dormía junto a mí.
La encontré en la cocina, estaba llenando un vaso de agua, tenía la mirada perdida, y solo se me ocurrió abrazarla por la espalda como forma de reconfortarla.
Gran error.
Su mano dejó caer el vaso, haciéndose añicos el cristal en el suelo.
Noté el temblor de su cuerpo, y su mirada tuvo unos segundos de pánico, antes de darse cuenta de que era yo y respirara con más alivio.
- Perdona, yo... no te escuché llegar.- Susurró con voz suave.
- Te tomó por sorpresa, lo lamento.- Respondí tratando de tranquilizarla.- ¿Has tenido otro mal sueño?.
- Si, pero ya estoy mejor.- Trató de convencerme esbozando una falsa sonrisa.- Vuelve a la cama.
- No quiero dejarte aquí. - Respondí, viendo como encendía un cigarro, y comenzaba a fumar tras sentarse en la ventana.
- Pero debes descansar.- Dijo ella con preocupación, dejando escapar el humo por sus labios.
- ¿Quién querría ir a dormir sin ti pudiendo contemplar lo hermosa que eres?.- Miró a otro lado algo avergonzada.- ¡Espera! ¿Eso es un sonrojo? ¿He puesto nerviosa a la gran Susurradora Audrey Blair?.- Me burlé con la intención de hacerla reír, y fue un éxito.
Su risa llenó el lugar, y una vez me senté, dejó su mejilla apoyada en mi hombro mientras terminaba de fumar.
Conversamos sobre cosas diversas, especialmente de mi infancia, ella realmente parecía interesarse por cómo había sido mi vida en esa etapa. Después, nos envolvió el silencio, uno de esos cómodos en los que estando junto a la otra persona nos decíamos todo pero a la vez con nada. Mi sorpresa fue cuando vi sus ojos cerrados de nuevo, su cabello caía sobre su espalda en cascada, y parecía volver a estar tan en calma.
Llevarla a la cama fue algo complicado, especialmente cuando lo que menos quería era que se despertara después de que ésta hubiese recuperado el sueño. Con sumo cuidado la tomé con cariño entre mis brazos, y con movimiento suaves nos guié de nuevo a su habitación, dejándola sobre el colchón con la mayor lentitud y atención posible para que se durmiera.
Lo siguiente que noté fue unos besos siendo repartidos por todo mi rostro. Tuve que abrir mis ojos con la mayor pereza existente, pero mereció la pena hacerlo si con ello implicaba la imagen que tenía de ella frente a mí.
- Preparé el desayuno.- Comentó orgullosa.- Te espero abajo.
Tuve que contener las ganas de comérmela a besos. Tenía uno de esos jerséis largos que le llegaba por los muslos y se le deslizaba el hombro por la manga dejando el mismo al descubierto.
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Llegar a ti
RomanceSophie Marthen creía conocer quién era, hasta que se cruzó con ella. Ninguna sabía cómo sus vidas cambiarían al encontrarse, lo que sí estaba claro, es que, siempre hallaban la manera de llegar a la otra para desordenarlo todo.