1991
Jean
Mi gran día había llegado. Todo el verano conté los días, las horas, y los segundos para venir aquí.
Fui el tercer hijo de un matrimonio de edad avanzada que claramente no tenían planeada mi llegada a la familia, por lo que, en lugar de ellos adaptarse a mí, me adaptaron a su ritmo de vida, motivo por el que una escuela convencional no se acomodaba a su sistema. Pasé toda mi vida con maestras personales en casa, tanto de mi educación tradicional como de la música, por lo que no tenía muchos amigos.
Ningún amigo, de hecho.
A veces mis padres visitaban unos viejos amigos suyos que tenían un hijo, un año más grande que yo, tenía un ligero grado de autismo y su nivel social era todavía más triste que el mío, por lo que nuestras conversaciones, o mejor dicho, sus respuestas, solo se remitían a monosílabas; si, no.
Esas eran todas mis habilidades sociales.
Por lo que ir al internado en Londres, junto a otros chicos de mi edad por días y noches, me tenía totalmente eufórico.
La música no era precisamente de mi total agrado, lo hacía por exigencia de mis padres, pero al recibir la noticia del internado y mi probable salida de casa, de pronto le tomé amor a la materia.
Mis padres no pudieron llevarme al instituto el primer día, lo que era de esperarse. Pagaron horas extras a una niñera para que me llevara a la entrada de la escuela. Me levanté temprano para llegar, o más bien, ni siquiera dormí. Porque yo sabía, que mientras más pronto empezara el ciclo escolar, más pronto llegaría mi felicidad.
No solo llegué temprano, sino que fui el primero.
Me presenté ante mi asesor: un ruso de extrema delgadez, piel pálida, pronunciada nariz, y ojos pequeños adornados con gafas de armazón negro. Al no haber nadie más en la escuela se tomó el tiempo de llevarme a mi habitación y darme un recorrido por las instalaciones.
¡La escuela lo tenía todo! Mesas de ajedrez, futbolito, ping pong, libros de todo tipo, una cancha de soccer, jardines, y hasta una televisión. En casa ni siquiera me habían permitido verla.
Después de recorrerlo todo, me quedé en mi habitación a ordenar mis cosas y a esperar a que mi compañero de cuarto llegara, lo cual me tenía muy entusiasmado. Deseaba con todo mi ser, que nos lleváramos bien y hacer por primera vez un amigo de verdad.
Un par de horas después, una discusión en el pasillo me alertó.
—¡Siempre complicas todo Lou! —gritó un chico de tez pálida, peinado punk y semblante tenso.
—Madura, enano. Organízate con Beth.
El otro chico era rubio y años mayor que él. Le dio la espalda, e hizo una seña de despedida con la mano. Se retiró hacia el otro lado del pasillo, donde estaban los dormitorios de los más grandes.
El chico del peinado punk le levantó el dedo medio mientras el otro caminaba de espaldas.
—Idiota... —dijo entre dientes mientras se giraba hacia mi habitación—. ¿Qué tal? —saludó sin interés y aún molesto por la situación.
Se metió en mi cuarto, lanzó una mochila en la cama vacía, y rodó la maleta por debajo de ella. Se dejó caer de sentón y se peinó el cabello con un movimiento brusco de cabeza.
—Perdona la escena... Mi hermano es un imbécil —dijo, extendiéndome la mano—. Me llamo Hedric.
—Jean —respondí, estrechando su mano.
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Desvíos
RomantikHelena, una chica muy sociable y traviesa, conoce a Jean, quien ha vivido toda su vida en educación personalizada en casa, motivo por el cual no tiene un solo amigo de su edad. Al encontrarse en un prestigioso internado musical en Londres cuando son...