2002
Jean
Al día siguiente llegué al laboratorio sonriendo, repasando en mi mente toda la llamada de anoche en un bucle de su voz y su risa.
—¡Epa! Alguien tuvo una buena noche —burló Donovan mientras le daba codazos en las costillas a Luke.
—¿Estuviste viendo otra vez esas páginas prohibidas hasta tarde, cierto?
Solté una carcajada.
—Par de idiotas. Venga, tenemos mucho que hacer antes de mudarnos.
Ambos se voltearon a ver con picardía, me quedó claro que no dejarían el tema tan fácil.
—Y al parecer alguien ya se está despidiendo de las parisinas —bromeó Luke.
—O quizá me están recibiendo en América —dije en un susurro casi inaudible.
—¿Qué? Ah no, a mí me cuentas o no trabajo —reprochó Luke cruzándose de brazos.
Me reí y le di un puñetazo amistoso en el hombro.
—Prometo contarte un día de estos, pero ahora, de verdad debemos trabajar.
Helena y yo hablamos todos los días de todos los meses previos a mi mudanza a América. Cada noche y cada mañana. A veces eran solo mensajes de buenos días en el móvil, a veces conversaciones por Messenger, y si había tiempo, videollamadas. Nos encantaba jugar juegos online, sobre todo porque la competencia era dura: yo siempre ganaba los juegos de estrategia, y ella siempre ganaba en los de habilidad.
Fueron días divertidos, y me había acostumbrado al sentimiento de placer que me provocaba saber que habría un mensaje suyo al encender el computador.
Una tarde, Luke había aparecido en mi habitación por un asunto del proyecto y me encontró en una video llamada con ella, de inmediato volteó a verme con picardía y se acercó a saludar. Me dio un amistoso codazo en las costillas.
—Es guapa —dijo en un susurro evitando que ella escuchara. Entonces alzó la voz—. Me alegra saber que a Jean si le gustan las chicas, comenzaba a sospechar de las miradas que me echaba. Me sentía acosado, ¿sabes?
Solté una carcajada y ella se unió.
Agosto
Recién aterrizamos en Albuquerque recibí un mensaje de Helena avisando que su vuelo se había retrasado y que no alcanzaría a llegar para recibirme en el aeropuerto. Hice una mueca desencantada observando el ramo de gerberas que llevaba en una mano. No me importaba que no me recibiera en la entrada, pero la ansiedad que sentía por verla me tenía un agujero en el estómago que incluso había provocado que me saltara el desayuno.
Llevábamos un rato en el apartamento acomodando nuestras maletas, cuando Luke mencionó la idea de pedir una pizza. Donovan de inmediato apoyó la propuesta, y a pesar de expresar mis nulas ganas por comer, ordenaron un par.
Timbraron la puerta.
—¡Hora de la pizza! —cantó Luke mientras se dirigía a la puerta dando saltitos.
Abrió y escuché la voz familiar decir su nombre con confusión.
—¡Qué tal! Mucho gusto.
Con mi respiración detenida, salí de mi habitación para asomarme y encontrar su mirada.

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Desvíos
RomanceHelena, una chica muy sociable y traviesa, conoce a Jean, quien ha vivido toda su vida en educación personalizada en casa, motivo por el cual no tiene un solo amigo de su edad. Al encontrarse en un prestigioso internado musical en Londres cuando son...