Capítulo 8

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1993

Jean


Siempre me gustó seguir las reglas. Esforzarme por dar lo que la gente espera de mí.

Mi familia no era precisamente cariñosa, por lo que enorgullecer a mis padres se sentía como lo único que podía darles como muestra de mi cariño, y también de recibirlo.

Después del viaje a Italia y la breve aventura en el río con Helena, experimenté una adrenalina que jamás había sentido antes. El cosquilleo en el estómago y el hormigueo en las puntas de mis dedos, me habían encantado y atrapado en un deseo constante de volverlo a sentir.

Siempre vi a Helena como una chiquilla traviesa, alegre y dispuesta a experimentar. Admiraba su capacidad de hacer amigos y simpatizar con todos, incluso con los que no le agradaban tanto. Desde el primer día que la vi, sabía que quería ser su amigo, como si hubiera un imán dentro de mí que me jalara hacia ella.

Pero a pesar de que convivíamos todos los días, no me consideraba un amigo tan cercano, al menos no como lo eran May y Alek, y eso me provocaba un poco de recelo, porque que siempre los veía jugar, bromear y aventurarse de maneras tan divertidas que las deseaba vivir también.

Sabía que ella no lo hacía de manera intencional, y pensaba que seguramente era por un tema de edad o tal vez de estilos.

Repetía el salto una y otra vez en mi cabeza todo el tiempo. Cómo estrechamos nuestras manos con complicidad, el sumergirnos en el agua fría y salir muertos de risa.

Siempre me encontraba riendo al vacío como un loco cuando lo recordaba. Me decía a mí mismo que ese día, ella me había elegido a mí especialmente como su cómplice de aventuras. Claro que el resto de sus amigos no estaban en ese momento, pero podría haber elegido buscarlos, o simplemente seguir caminando. Pero no, me eligió a mí para saltar con ella.

Y tal vez era una exageración de mi parte, pero lo atesoraba como un recuerdo tan personal y único.

Por supuesto que me gustaba estar con mis amigos, pero Hedric se encerraba en su caparazón más veces de las que me gustaba, y para Steve, todo era un chiste. Las conversaciones más significativas, introspectivas y más únicas, eran una cosa que solo fluían con ella. Y este ciclo, estaba dispuesto a vivirlo al límite.

Quería estar cerca de Helena el mayor tiempo posible, porque sabía que eso se traduciría en una sola cosa: aventuras. La había extrañado cada día del verano, y pensaba en todas las travesuras que habrá estado haciendo en esos días, mientras yo me encontraba siempre encerrado en mi casa practicando violín o releyendo algún libro.

Ese era mi último ciclo en la orquesta menor, y nos tomaría dos años para que ella compartiera mi horario de nuevo, así que estaba decidido a aprovecharlo.

Llegué al internado faltando poco menos de tres horas para la bienvenida, estaba atravesando el arco del área común caminando hacia las escaleras de los dormitorios para varones, cuando vi a Hedric saliendo del pasillo de cubículos; llevaba la cara desencajada, caminaba con la cabeza cabizbaja y ambas manos dentro de los bolsillos del pantalón. Sin saber la razón, yo ya sentía pena por él.

—¡Hey, amigo! ¿Qué pasa?

Alzó la vista para verme e hizo un esfuerzo nulo por hacer una sonrisa.

—¿Qué hay, Jean?

—Somos compañeros de nuevo, qué buena suerte, ¿no?

Asintió con la cabeza, y me alcanzó para acompañarnos al dormitorio.

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