Capítulo 41

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2005

Jean

Septiembre


Al principio andaba como un jodido muerto. Medio comía, medio dormía, medio vivía. 

Tuve que mentir a Julieta y decirle que había muerto una persona cercana para que dejara de preocuparse por mi estado de ánimo. Y aunque me sentía un completo fracasado reaccionando así, no lo podía evitar. Por un par de meses me dejé absorber por el agujero abierto en mi pecho, el escozor en los ojos me llegó a traicionar unas cuantas veces, en el trabajo, en el coche, en la calle. Y el temblor glacial en el cuerpo de miedo y soledad se apoderaba algunas noches de mis sueños.

Hasta que un día, sin percatarme de cuándo exactamente, reí de nuevo, dormí una noche entera, salí de mi apartamento para algo más que para trabajar, bromeé otra vez con mis amigos, y pude disfrutar de nuevo de la asombrosa chica que tenía por novia. Julieta era increíble conmigo. No preguntaba demasiado, simplemente estaba ahí para mí, lista para darme la mano y ayudar a levantarme. Y aunque más de una vez me sentí un desgraciado por ocultarle la verdadera razón de mi dolor, le agradecía con el corazón que no me dejara solo.

En diciembre cumpliríamos nuestro primer aniversario juntos y me entristecía saber que más de la mitad de la relación he tenido la cabeza en otra persona. Se merecía más, me quedaba claro, pero era lo suficientemente egoísta como para no dejarla ir, porque al final de todo, la quería. De una manera muy distinta, claro, pero no por eso menos auténtica.

—¡Por México! —gritó Luke.

Todos chocamos nuestros tarros de cerveza brindando. Julieta me echó una mirada coqueta mientras bebía del suyo. Llevaba las mejillas coloradas del subidón de alcohol, y sus ojos grandes y expresivos, vidriosos.

—¿Quién diría que nos gustaría tanto el país? —dijo Donovan burlón.

—Hey, cuidadito —amenazó mi novia—. Que aquí el forastero eres tú.

Todos rieron. Lo cierto era que, pudimos haber dejado el país a mitad del año, pero su cultura, el carisma de su gente, y su calidez, nos tenía enamorados. Donovan y Luke tenían novias mexicanas, al igual que yo, y habíamos formado los seis, una familia encantadora que se frecuentaba los domingos para asar un poco de carne y beber cerveza. Por supuesto que la independencia del país era una celebración que no podíamos dejar pasar.

—Hablando de estar solo de visita...  —agregó Donovan con picardía—. Hay algo que queremos contarles.

Todos nos volteamos a ver entre nosotros confundidos. De pronto, la novia de este alzó su mano sobre la mesa, justo en medio de los presentes, dejando ver una sortija dorada con una brillante piedrecilla por encima. La chica de Luke que estaba a su lado, pegó un chillido y se lanzó para abrazarla. Julieta volteó a verme con la boca abierta impactada.

—¡La gran puta Donovan! —gritó Luke molesto.

—¿Qué?

—Ahora nos presionarán a nosotros para que demos el paso.

Su novia le dio un codazo molesta y Donovan soltó una carcajada.

Por mi parte, estaba pasmado. Joder, si apenas tenemos veinticinco años, ¿en serio van a empezar a casarse todos dentro de poco? Pasé saliva con dificultad.

La risa de Luke me sacó de mi cabeza y vi que me apuntaba con un dedo.

—Tú también acabas de entrar en pánico, ¿a que sí?

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