2004
Helena
Enero
Meses habían pasado desde que Jean y yo habíamos acordado nuestra ruptura de manera sana. Se había ido a México y contra todo pronóstico, él y yo hablamos casi todas las semanas. Sorpresivamente, habíamos logrado una amistad. Y aunque por ese lado de mi vida, las cosas iban mucho mejor de lo que jamás imaginé, por el otro estaba muy fracturado y amenazaba con comenzar a caerse en cachos.
Por fin me había atrevido a dejar la universidad, que llevaba meses sin satisfacerme. Me dedicaba de lleno al trabajo, y las fiestas al estilo de Kim comenzaron a volverse peligrosamente más cotidianas de lo que deberían. Divertirme sin alguna substancia tóxica de por medio ya no me parecía siquiera interesante.
Me encontraba en la habitación de May, la cual visitaba constantemente siempre que ella volvía a Los Ángeles por vacaciones.
—Helena, puedes engañar a quien sea, pero a mí no. Vivimos juntas por años.
—Pero esa era otra Helena, May. En serio, estoy bien.
Su mano tomó mi muñeca deteniendo el temblor que cada día era más incontrolable. Pasé saliva y vi en su mirada reveladora que llevaba razón. No la estaba engañando.
—Dices que son amigos, ¿no?... Supongo que tu "amigo" sabe de lo constante que estás siendo con los estupefacientes.
—Exageras, May... Esto es obra del café tan fuerte que prepara Jazmin.
—Ya... Pero esa no era la pregunta.
Me abracé el abdomen con ambos brazos. Por supuesto que él no lo sabía, y tampoco quería que lo supiera. Comencé a morderme los labios nerviosa.
May retiró su mirada de la mía y negó con la cabeza.
—Por eso nunca me gustó.
—¿De qué hablas?
—Pues de Jean, de quién más. Nunca me gustó. Si se trataba de él siempre eras tan... sometida, tan cegada. Te olvidabas de todo con tal de que él te diera cualquier signo de atención. Y siempre ha terminado dejándote así, destruida... Y nosotros, tus amigos, recogiendo los pedazos.
Encajé las uñas en mis brazos y rechiné los dientes conteniendo el sentimiento que comenzaba a ahogarme.
—Por eso Alek se fue.
Levanté la cara de golpe molesta por su afirmación.
—Yo le dejé ir —defendí.
—Y él decidió irse, Helena. Por algo no se dejó ver nunca más.
Una lágrima se me escapó por la mejilla.
—No tienes que ser tan dura...
—Si tengo. ¿Crees que me gusta verte temblar por la resistencia que te está provocando esas mierdas que te metes? ¿Para qué lo haces siquiera? ¡Tú jamás hubieras hecho algo como esto de no ser porque Jean otra vez te dejó!
Me paré de un salto de la cama, aun con los brazos enrollados en mi cintura, y unas cuantas lágrimas en mis mejillas.
—No quiero seguir hablando —dije mientras salía de la habitación.
—Vale, huye. Pero cuando decidas actuar por fin, aquí estaré lista para ayudarte a pegar tus pedazos, ¡como siempre! —gritó desde la puerta.
Fui caminando a mi casa, la cual estaba bastante retirada pero me apetecía caminar y acomodar mis ideas mientras tanto. Poder dejar correr el llanto tranquilo y esperar que el viento secara las lágrimas.
ESTÁS LEYENDO
Desvíos
RomanceHelena, una chica muy sociable y traviesa, conoce a Jean, quien ha vivido toda su vida en educación personalizada en casa, motivo por el cual no tiene un solo amigo de su edad. Al encontrarse en un prestigioso internado musical en Londres cuando son...