Capítulo 10

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1993

Jean


No entendía qué estaba pasando, ni tampoco porque de pronto Hedric quiso recitar un texto frente a la clase, hasta que dijo:

—... Y mi mundo vibró como nunca antes cuando lo vi a través de la ventana de ese cubículo.

Mi corazón sintió un pellizco. Quise ver a Helena, pero no logré hacerlo por completo, porque sentía un revoloteo en el pecho que me hacía perder el control de mi cuerpo.

—... Pero no fue hasta el día del salto que su mano se enredó en la mía que lo supe. Supe que ese día su enredo había llegado hasta mi corazón...

Sentía que el aire comenzaba a faltarme, y un calor imposible se apoderaba de mi piel.

—¡¡CÁLLATE!!

—Helena —riñó Inna.

—... Jean se había enredado para echar raíces en mí... —y Helena lo calló de una estruendosa bofetada.

El salón entero estábamos en shock. Quedé totalmente paralizado. Helena había abofeteado a Hedric. ¿Era grave? Sí, mucho. Pero mi parálisis se debía a que mi mente repetía en un bucle las palabras recitadas por mi compañero de cuarto.

La profesora se llevó a ambos a la dirección, y yo seguía sin moverme de mi posición. Parecía como si la bofetada me la hubieran dado a mí.

Eran un cúmulo de pensamientos que iban y venían una y otra vez, tratando de pisar tierra y cobrar sentido.

Y el rompecabezas comenzaba a tomar forma.

Hedric había recitado una declaración de amor hacia mi.Y por supuesto que la declaración no era suya, sino que la usó para molestar a Helena. Pero entonces... ¿Esa declaración era de Helena? ¿Helena pensaba en mí de esa forma? Y lo más importante, ¿por qué Hedric lo sabía? Y si lo sabía, ¿por qué carajo hizo eso?

La imagen de ella enrojecida con los ojos vidriosos rogando que se callara, inundó mi mente. Apreté los párpados y se me apretó el corazón. Sacudí la cabeza para acomodar las ideas y me percaté de que el salón murmuraba y me observaba. Quizá había tardado demasiado en aterrizar lo que había pasado.

Me puse de pie y salí a buscar a Helena. Tenía muchas preguntas por hacerle, y también al idiota de mi compañero.

Al llegar al lobby, la vi salir de la oficina del director Thomas a paso apresurado.

—¡Helena! —llamé sin éxito. Ni siquiera me miró, y yo resoplé decepcionado.

Sentí mucha pena por ella, estaba deshecha, rota, me carcomía la necesidad de acunarla y tranquilizarla diciéndole que todo estaría bien, que podía contar conmigo.

Hedric salió de la oficina pasando de largo de mí, pero me adelanté tomando su brazo. Porque él sí que me daría una respuesta.

—¿Qué coño ha sido todo eso?

Hedric se deshizo de mi agarre con un tirón, y emprendió su camino con dirección al área común sin dirigirme la mirada.

—¡Hedric! —llamé siguiéndole el paso—. Si crees que me voy a cansar de hablarte estás equivocado.

Seguía ignorándome cuando comenzó a subir las escaleras hacia los dormitorios.

—¡Venga ya, Hedric! No puedes humillar a las personas así sin dar una explicación.

Entró en nuestro cuarto, se sentó en su cama de forma brusca y hundió su cara en ambas manos. Cerré la puerta para evitar que alguien nos escuchara.

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