Capítulo 38

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2005

Helena

Marzo


—¡La gran puta, Helena! —reclamó Thiago acariciando el golpe que acababa de darle en la sien.

—¡Perdón!

Estábamos subiendo el sillón que acabamos de comprar por las estrechas escaleras de nuestro apartamento cuando, de manera descuidada, moví de más el mueble y lo golpeé. Y sí, dije nuestro apartamento.

Había entrado en la universidad de Berkeley, en San Francisco. Y justo como prometió, Thiago fue conmigo. En el ejército al principio le negaron el cambio, pero al presentar su carta de renuncia, le tomaron en serio la protesta y al final accedieron a regañadientes.

Él tenía el don de la paciencia. Buscaba y rebuscaba en donde fuera con tal de encontrar lo que necesitaba. Y así había dado con un pintoresco apartamento a cinco calles de Berkeley, era pequeño, con una sola habitación, pero era más que suficiente para nosotros. Estaba pintado de blanco y las paredes adornaban la línea divisoria en el techo con unas elegantes molduras, estaba muy bien iluminado, y aunque la madera del piso a veces crujía con las pisadas, era parte de su encanto.

—Vale, vale, un poco más a la derecha.

Lo acomodé y juntos lo dejamos caer. Ambos sacamos el aire de manera ruidosa, exhaustos.

—Esa fue el último —dijo aliviado.

—De subir, pero aún queda mucho por acomodar.

Vimos el desastre a nuestro alrededor, montones de cajas, bolsas, y un sin fin de pequeñeces por encontrarles un lugar. Saqué mi móvil y tomé una foto al desastre del apartamento.

—¿Qué haces?

—Para el recuerdo de nuestro primer día viviendo juntos.

—Vaya paso, ¿eh?

Sí que lo era. Cualquiera se hubiera asustado de siquiera pensarlo, pero Thiago siempre hacía sentir las cosas con tanta ligereza, sencillas. Como si en realidad mudarse con alguien no fuera algo del otro mundo, ni un paso que pensarse, sino algo que así debería ser. No me lo cuestionaba, me dejaba llevar por su actitud despreocupada y segura.

Ese verano entré a la universidad, con una actitud muy diferente a la que recordaba de mí misma. Pasar tanto tiempo con mi novio me contagió de su seguridad y ambición por la vida. Iba centrada, decidida por dar lo mejor de mí y pronto comenzar a ejercer para apoyar a Thiago con los gastos de la casa, ya que el que él asumiera todo me hacía sentir un poco culpable.

"Tú concéntrate en estudiar mucho, pero que algún día nos saques de pobres", me había dicho. Su fe en mis capacidades me hacía sentir abochornada. Incluso para el examen de admisión se había mostrado mucho más seguro que cualquier otra persona. Él creía en mí, más de lo que yo misma lo hacía.

Me di cuenta con las semanas de que la Helena tan sociable y carismática que alguna vez fui, había creado una coraza insegura que me dificultaba entablar una conversación con desconocidos. Había una chica en mi salón de diseño web que se veía realmente agradable, me moría de ganas por conocerla, pero cada vez que intentaba acercarme, me acobardaba y fingía que un mechón de pelo era muy interesante, me mantenía minutos revolviéndolo en mi dedo hasta que ella desaparecía de mi vista.

Comenzaba a sentirme sola, iba y venía de clases sin hablar mucho con nadie. De repente la vi siempre acompañada de otro chico de rasgos fuertes. Tenía la piel trigueña, nariz pronunciada, ojos grandes y caídos, y en las partes donde era normal tener pelo, él lo tenía de más; cejas pobladas, barba gruesa y oscura, y los brazos tupidos. No era muy alto, su cuerpo era ancho y su espalda cuadrada. Hacía un contraste muy curioso con la chica, ya que ella era muy alta, de piel bronceada, cuerpo brusco y rostro angelical, los ojos ligeramente rasgados y los labios delgados y curvados que parecieran estar sonriendo todo el tiempo.

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