Capítulo 4

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1991

Helena


La primera mañana en el internado, Beth y yo nos levantamos muy temprano, me cambié de prisa y salí directo a la puerta de Malika y May.

—¡Un minuto! —gritó Malika desde adentro.

Mientras esperaba en el pasillo, dos chicas pasaron por detrás de mí cotilleando.

—Te lo juro, la única razón por la que Hedric está en primer violín es para compensar ser el hijo bastardo de los Myers —dijo la chica de ojos saltones.

Se me congeló el cuerpo al escuchar el nombre.

—Pobrecillo... Imagínate vivir con tus medios hermanos recordándote cada día que fuiste la aventura de tu madre —respondió la chica rubia.

Ambas continuaron caminando y no pude escuchar más. Quedé tan perpleja que no me percaté de que May y Malika estaban de pie bajo el marco de la puerta con ésta abierta.

—Pero, ¿qué ha sido eso? —preguntó May igual de conmocionada que yo.

—¿O sea que es medio hermano de Bethany? —dijo Malika dudosa.

—¿El cuerno del padre? —se cuestionó May a sí misma.

—Chicas... —interrumpí—. No creo que debamos hablar del tema. No sabemos qué tanto de eso es real, y no sé... suena delicado.

Ambas se encogieron de hombros un tanto avergonzadas.

Nos encaminamos hacia la cafetería, encontrándonos con Alek en el trayecto. Tomamos la misma mesa del día anterior, y Bethany se unió más tarde. Por su expresión, parecía haberse levantado con el pie izquierdo.

—Siento envidia de que todas ustedes estarán en el mismo salón —lamentó Alek.

—¿Y yo qué? —reprochó May.

—Sí, pero solo seremos tú y yo, ellas son cuatro. La unión hace la fuerza.

—Igual nos veremos en las comidas y en los ensayos —dije con motivación.

Alek no pareció muy convencido, pero aún así, el desayuno en general fue ameno, a pesar de que Bethany no estuvo muy presente.

La mañana transcurrió en un abrir y cerrar de ojos, entre presentaciones de maestros y compañeros por ser el primer día. Cuando menos pensé, estábamos dejando nuestras charolas de la merienda vacías en la barra, para ir a nuestra siguiente clase: la de violín. Y al tomar la clase todos los violines de la orquesta menor, tuvieran la edad que tuvieran, significaba que vería al chico del cubículo, vería de nuevo a Hedric.

Sentí de nuevo el hueco en el estómago y las yemas de mis dedos hormigueaban de los nervios.

—¿Vamos Helena? —interrumpió May.

—Vamos...

Llegamos al salón y ya quedaban pocos lugares, él ya se encontraba ahí, con el asiento a su costado libre. Detrás de él, estaba una chica sentada y el asiento de su lado también vacío. May me dedicó una mirada traviesa que no comprendí, y rápidamente se sentó junto a ella, dejando el del chico libre.

—¡¿Qué haces?! —murmuré nerviosa y al borde del pánico.

—Anda, siéntate que ya va a empezar la clase... —dijo con sarcasmo alzando una ceja—. Saluda.

—¡Que no lo conozco! Y soy... Soy tímida... —tartamudeé.

May entrecerró los ojos juiciosa.

—Tengo dos días conociéndote y eres todo menos tímida.

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