1997
Helena
Junio
Solo dos meses logramos pasar Alek y yo.
Dos meses en los que poco a poco lo ví alejarse de mí. Primero fue una llamada, después dos, tres... al final ninguna.
La última carta no me tomó por sorpresa como cualquiera hubiera esperado. Se disculpaba conmigo por terminar las cosas así, pero no le era posible tener la cabeza en dos lugares al mismo tiempo. Sonaba frío, tajante, como un Alek al que ya no conocía, pero tampoco juzgaba. No podía. Sabía que eran consecuencias de un sufrimiento tan grande que se colocaba una coraza. Una coraza en la que me hubiera gustado entrar y consolarle.
Claro que lloré. Claro que me rompí. Pero mucho antes de la carta. Cuando esta llegó, yo ya había pasado por el duelo de nuestro rompimiento que ya veía venir a un ritmo desenfrenado. Guardé su anillo en el fondo de mis maletas bajo la cama.
May, Malika y yo nos hicimos un trío aún más inseparable, a falta de Beth quien se la pasaba por ahí tonteando con Steve. Estar siempre acompañada de ellas, me ayudó mucho a no caer en un agujero. Estuvieron ahí para mí, manteniéndome en constante distracción,
y organizando grandes planes para el viaje de fin de curso: pijamadas, retos, bromas, y muchas cosas que queríamos vivir, ya que a May solo le quedaban dos años más en el internado, y después seríamos solo Malika y yo.
Estábamos dispuestas a disfrutarlo al máximo. Empacábamos nuestras cosas cuando al fondo de mi armario, encontré el libro. "Cartas a Clara". Este cuarto había sido mío años atrás, y ahora estábamos aquí de nuevo. Debió quedarse ahí abandonado desde entonces, ya que estaba lleno de polvo y envuelto en telarañas.
Lo tomé y lo limpié con las manos. Empecé a hojearlo y no pude evitar sonreír. Reconocí de inmediato el pellizco del corazón que llegó de repente. Me puse la mano en el pecho para estabilizarlo. «No vueles Helena, apenas aterrizaste», me dije a mí misma.
—¿Qué tiene ahí mi Helenita bebé?
Di un sobresalto por la sorpresa, y me giré a la puerta donde estaba Alby de pie en el arco, haciendo un ridículo puchero imitando al de un infante.
—Joder... casi me infarto. ¿Qué haces aquí?
—Ya no pueden expulsarme porque ya me gradué, ¿recuerdas? Quiero romper tantas reglas como pueda —dijo con una sonrisa canalla en el rostro.
—Y no me cambies el tema. ¿Qué tienes ahí?
Tragué saliva, mientras pasaba el libro a mi espalda, tratando de esconderlo con disimulo.
—Nada, un libro viejo que encontré por ahí. Iba a tirarlo.
Alby extendió la mano para que se lo diera.
—Yo lo tiro por ti —dijo alzando una ceja con picardía, y yo comencé a hiperventilar.
—Gracias, pero no hace falta. Lo haré yo cuando salga de aquí.
Él soltó una carcajada y negaba con la cabeza.
—Tú no vas a dejarme con la duda.
Fue directo hacia mis costillas, haciéndome partir de risa e inhabilitándome por completo. Arrebató el libro de mis manos, lo abrió rápidamente con una mano, y con la otra, me detuvo con la palma puesta en mi frente.
—¿Con amor, Helena? —leyó sorprendido—. Joder niña, ¿para quién es esto?
—¡Déjalo! ¡Para nadie!
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Desvíos
Roman d'amourHelena, una chica muy sociable y traviesa, conoce a Jean, quien ha vivido toda su vida en educación personalizada en casa, motivo por el cual no tiene un solo amigo de su edad. Al encontrarse en un prestigioso internado musical en Londres cuando son...