1994Helena
Acababa de llegar de mi vuelo y estaba acomodando todo de nuevo en los armarios, lo cual me daba una tremenda pereza, ya que solo estaría para los exámenes finales y tendría que volver de nuevo. Pero la oportunidad del director Thomas era algo que no podía dejar pasar, porque ya la había cagado lo suficiente este año.
Llamaron a mi puerta y extrañada la abrí. Vi a Alek de pie en el pasillo con un par de flores que reconocí de los arbustos del jardín del ala este. Tenía la mirada cabizbaja y movía los dedos con nerviosismo alrededor de los tallos.
—¡Alek! Me da gusto verte, creí que ya no lo haría nunca más.
—Lo sé. También yo... —dijo decaído.
Coloqué mi mano en uno de sus hombros para tranquilizarle.
—Hey, perdona que no me despidiera. Ha sido todo tan rápido.
—No —se apresuró a decir—. Está bien que no te hayas despedido.
Lo miré confundida, sin entender a dónde se dirigía.
—E-Es decir... No me da gusto que te fueras, o sea... El que te fueras me hizo... me hizo ver...
Alek tropezaba las palabras y notaba un ligero temblor en él. Quise abrazarlo para tranquilizar a mi amigo, pero de manera acelerada, llevó su mano a mi mejilla jalándome hacia él y chocando sus labios con los míos. Su acción fue tan repentina que no me dejó reaccionar.
Estaba ahí parada, tiesa y sorprendida, sin saber qué hacer, ya que para nada vi venir un beso de su parte, y mucho menos algún tipo de interés que no fuera una amistad.
Lo empujé levemente con las manos en su pecho para poder oxigenar las ideas y lo que acababa de pasar. Empecé a temblar de los nervios, puesto que de repente me pareció estar frente a un completo extraño y no con mi mejor amigo.
Mis ojos bailaban de un lado a otro, buscando palabras cuando me encontré con la mirada que menos hubiera querido ver en ese momento.
Jean estaba al final del pasillo y por su expresión, estaba segura de que lo vio todo. Sentí un golpe en el estómago y un apretón en el corazón por querer alcanzarlo, pero él no me dejó aterrizar las ideas cuando se retiró presuroso.
Mis pensamientos revoloteaban por mi cabeza, sin saber qué camino seguir, mucho menos que idea asentar, cuando Alek me interrumpió:
—Perdona...
Voltee a verlo, y por un segundo, había olvidado que lo tenía enfrente, mientras mi cabeza se convertía en un nudo, siguiendo con la mirada al fisgón de rulos desbaratados.
—P-Perdóname Helena, no sé por qué he hecho eso... estaba muy nervioso y no sabía qué decir... Perdóname.
—Tranquilo —apresuré a decir—. Tranquilo... N-No pasa nada...
Su cara estaba colorada de la vergüenza, su mirada divaga de un lado a otro por el suelo. Sentí pena por él, porque parecía un niño perdido.
—¿Qué ha sido eso?
Tragó saliva y levantó la mirada.
—Te quiero Helena.
Lo dijo tajante, sin titubear. Seguro de sí mismo, y con una mirada tan sosegada que la sentí atravesarme la cien. Sabía que su te quiero tenía un sabor distinto al de la amistad, pero me rehusaba a verlo de esa manera. Y en parte, porque no me sentía lista para enfrentar esto que crecía en él.
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Desvíos
RomanceHelena, una chica muy sociable y traviesa, conoce a Jean, quien ha vivido toda su vida en educación personalizada en casa, motivo por el cual no tiene un solo amigo de su edad. Al encontrarse en un prestigioso internado musical en Londres cuando son...