Capítulo 23

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1998

Helena

Agosto


Jean y yo no tuvimos el final que yo hubiera querido. Aunque claro que ese día no fue el final de nosotros, pero sí de nuestra etapa en el internado. Que para una adolescente con los nervios y las hormonas a flor de piel, no lo veía como el fin de una etapa, sino como el fin de su vida.

Durante las vacaciones solo podíamos hablar una vez por semana, debido al costo de las llamadas de larga distancia. Por lo que solo ese día salía el sol para mí.

Pasé el mes entre lágrimas y lamentos, usando a mi amiga Queen como pañuelo.

Volvimos al internado, y al entrar en sus paredes llenas de recuerdos, el alma se me acongojaba. Cómo era posible que con solo seis meses juntos hubiera convertido toda la realidad vivida en él, en una donde Jean era el centro de mi universo desde siempre.

Llegué desesperada a mi habitación donde Beth ya estaba ordenando sus cosas. Azoté la puerta por mi apresurada necesidad de evitar que me vieran romperme, y me tiré en la cama a llorar.

—Vaya... y yo creía que solos los niños lloraban al entrar a la escuela.

Sabía que intentaba animarme, pero no tenía nada de humor para los chistes. Sentí la presión en el colchón de su cuerpo sentándose a mi lado, y me acarició la espalda.

—Venga Helena... que diría Jean si te viera así.

Pensé en él.Traté de imaginarlo ahí en lugar de mi amiga, y mi respiración comenzó a relajarse.

—Además, por lo que vi, se despidieron más que bien.

Contuvo una risa, y yo le di un codazo. Me sorbí la nariz y me incorporé sentándome a su lado.

—Aunque no me lo creas... no pasó nada.

Ella alzó ambas cejas incrédula.

—Vale... si no te estoy pidiendo que me lo cuentes —dijo con recelo.

Yo me reí ante su burda manera de pedir completa la información.

—¡De verdad! Bueno, más o menos. Si pasaron, ya sabes, cosas... pero no lo que tú piensas.

—¿En serio? ¿Pero... nunca?

Me encogí de hombros. May y Malika llegaron a la habitación interrumpiendo la conversación.

—¡Helena! ¿Cómo estás? —preguntó la segunda con pesar.

—Bien —dije de manera forzada.

—¿Será que este semestre si te veremos la cara? —reprochó May.

Yo la miré confundida.

—¿Qué dices? Si siempre estábamos en la mesa con ustedes.

Ella se rió con sarcasmo.

—Solo estaban sentados... Interactuaban más las paredes que ustedes dentro de su burbuja.

Voltee a ver a Beth en busca de apoyo, pero ella solo se encogió de hombros sin negar lo que acababa de decir May.

Y no lo había pensado, pero quizá tenían razón. Cuando estaba con Jean, nos perdíamos en el mundo propio que habíamos creado juntos. Verlo a los ojos era entrar en un trance hipnótico donde observaba detenidamente cada detalle en su rostro. Incluso cuando cerraba los ojos, podía recrearlo claramente en mi mente. Su rostro, sus expresiones, cada detalle tan real como si estuviera allí mismo. Las arrugas al final de su torcida sonrisa, su nariz recta, los ojos grandes ligeramente caídos, las cejas pobladas, su piel bronceada, que parecía ser él quien venía de la playa y no yo. Sus cabellos de chocolate con sus destellos peculiares, ondeados y alborotados cayéndole en la frente.

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