- Hogar dulce hogar.- Suspira con ironía Abi, parada frente a la puerta del motel que será su habitación durante, por lo menos, esta noche.
- Recuerda Abigail.- Gruñe su padre en su dirección dejando las maletas sobre una de las camas individuales de colchas verdes y totalmente anticuadas.- No salgas del hotel mientras estoy fuera. Sabes que no debes salir sin mi. El exterior es peligroso.
Su padre ha estado más nervioso desde el extraño suceso de la gasolinera. Mirando paranoico a su alrededor cada cierto tiempo y cogiendo extrañas desviaciones de la carretera general que solo harán la mudanza más eterna.
Ahora están ahí. En una habitación en medio de la nada, cercana al bosque, cuyo cartel neón de la puerta centellea y le falta una letra, diciendo solo "MO_EL".
- Tal vez deberíamos teñirte el pelo de otro color. Puede que te haya visto.- Murmura metido en sus propios pensamientos.
Abigail lo mira totalmente anonadada sin comprender nada. Cansada del viaje, del comportamiento desquiciado de su padre y de tantas preguntas sin respuestas.
- ¿Por que?- Se queja a pesar de la mirada de enfado que su padre le dirige.- ¿Por que no puedo salir? Mis piernas duelen de tanto estar sentada en el coche ¿Por que cambiar de aspecto? ¿Quién nos sigue? ¿Qué ocurre?
Se arrepiente en cuanto sus preguntas salen de su boca. Se arrepiente cuando su padre está junto a ella en apenas unos segundos y aprieta su brazo con más fuerza de la necesaria haciéndola sisear.
- ¿¡No ves que solo trato de protegerte!?.
"¿De quien?" No puede evitar pensar ella cuando el daño es tal que su piel comienza a tornarse roja y blanca por la presión "¿De ti?"
Los ojos miran con miedo a aquel hombre. Ese que ha estado siempre en su vida... pero ¿a que precio? No recuerda a su madre, pues murió en el parto. O eso dice él. Pero las marcas en su cuerpo y la brutalidad con la que muchas veces la ha tratado dice lo contrario.
Aunque nunca ha tenido el valor de preguntar por la verdad.
- Me... me haces daño.- Trata de sacarle de su ensoñación cuando casi no puede sentir los dedos de la mano, adormilados.
Sin embargo eso solo parece enfurecer más al hombre que la empuja haciéndola caer de golpe al frío suelo. Los ojos se le aguan enseguida por la impresión, el dolor y la tristeza. Por más que ya debería estar acostumbrada al brutal trato del que se supone debería cuidarla.
- ¡No vuelvas a dudar de lo que hago por ti, niñata desagradecida!- Grita con el rostro rojo por el enfado y los nudillos blancos por la presión.
Y sabe lo que viene con aquel sobrenombre. Abigai se tapa el rostro esperando el golpe, más insultos o cualquier otro gesto de desprecio que termine con ella dañada.
Sin embargo, Abi suspira aliviada cuando sale dando un portazo en vez de ensañarse con ella como tantas otras veces ha ocurrido. Pero al alivio le procede el desamparo. Los pequeños sollozos que empapan sus mejillas en lágrimas y hacen temblar su pecho.
El cansancio y el dolor da paso a un momento de adrenalina, de rabia. De ganas de seguirlo y devolverle los tantos golpes que ha recibido por su culpa. De correr sin mirar atrás lo más lejos y rápido que le sea posible.
De ser libre.
Es tal vez por eso que, cuando se quiere dar cuenta, sus piernas caminan por si solas hacia la gastada puerta del motel aprovechando que su padre estará sin supervisarla el tiempo suficiente.
Enseguida se encuentra en el límite del bosque, congelada por la falta de abrigo y con vaho saliendo de su boca por la errática respiración.
Comienza a correr, con ganas, con fuerza. Tal como tantas veces ha querido hacerlo. Tal vez fue una suerte que su padre se enfadase en esa gasolinera. Tal vez, por primera vez, agradece la paranoia que la llevo tan cerca de un bosque espeso donde, a pesar de chocar y tropezar con cada piedra, se siente protegida.
Pero su fantasía de huída se ve interrumpido por un temíble aullido. Uno que proviene de sus espaldas muchos metros atrás. Uno que podría reconocer en cualquier lado, y que tantas veces lo ha perseguido.
El aullido de su padre.
Sus piernas queman, sus pies duelen y sus brazos salen heridos por las ramas que aparta con prisa. Su corazón bombea desacompasado y su interior grita prediciendo el final de la caza que acaba de dar comienzo.
Si la encuentra... Seguramente no sobreviva a la ira y brutalidad que caerá sobre ella. Solo tiene una oportunidad de huír, de ser libre, y es esta.
Así que no piensa detenerse, adentrandose más y más en aquel bosque desconocido, de noche. Tratando de utilizar sus caulidades de loba para ver entre la oscuridad. Pensando en transformarse para ir más rápido, pero incapaz de hacerlo ante el puro terror que corre por sus venas que la bloquean.
Este podría ser el primer día de su nueva vida, o podría ser el último.
Su respiración pesada no es lo único que se escucha en aquel bosque. También pisadas fuertes que se acercan cada vez más y pequeños animales que huyen, al igual que ella, del depredador que se acerca.
Sin quererlo recuerda todas esas veces que su padre la hirió en su forma animal, cegado por la ira. Seguramente esas fuesen las heridas que más tardaron en sanar, y las que nunca terminaron de cicatrizar en su interior, por mucho que él se disculpase y tratase de culparla a ella al recobrar el sentido.
Sus ojos se nublan ante la impotencia, ante aquellas zancadas de lobo que avanzan incansables.
Entonces lo ve. Una pequeña cabaña de madera en mitad de la arboleda.
Aunque no hay luz en el interior, la leña apilada cerca de la puerta y el hacha le indican que alguien vive ahí. Y ese alguien se convierte en su única esperanza. En la única posibilidad que tiene de salir con vida.
Tal vez eso es lo que le impulsa a correr más rápido los últimos metros hacia la puerta. Desde detrás de ella, le llega un delicioso aroma a hogar que confunde a Abi durante unos segundos. Pero comprende que no tiene tiempo que perder cuando de nuevo escucha el aullido de advertencia demasiado cerca.
- ¡Por favor!- Grita desesperada cuando llega a ella y aporrea con fuerza la madera. Soñando con que alguien le socorra.- ¡Ayúdame! Abre la puerta, te lo suplico.
Más lagrimas bajan por su rostro a la vez que continua llamando. La adrenalina se convierte en esperanza, pero el silencio sepulcral dentro de la cabaña termina por apagar aquella llama de ilusión.
Un resoplido animal a su espalda de hace encarar al enorme animal de pelo oscuro. Sus orejas se inclinan hacia atrás en signo de ataque y gruñe con fuerza a su propia hija, totalmente cegado por su intención de marcharse, de abandonarle.
- No me hagas daño, por favor.- Susurra Abigail totalmente asustada, viendo su vida a punto de terminar.- Papá, lo siento mucho.
Pero no es él. Es solo un animal sediento de sangre, y ya le rogó demasiadas veces en el pasado, desde que era una niña, para saber que es inútil intentarlo.
Retrocede hasta sentir la aspera madera de la cabaña en su espalda, de aquella puerta que nunca se abrió para ella. Sabiendo que moriría ahí y que seguramente su sangre mancharía las paredes de aquel hermoso rincón del bosque que sería el hogar de alguien.
Tal vez ese alguien encontraría ahí su cuerpo degollado a la mañana siguiente. Tal vez, solo tal vez, le darían un entierro digno y vería a su madre al otro lado.
"Solo tal vez." Es lo último que piensa cuando las grandes fauces de aquel lobo frente a ella se abren en promesa de muerte.
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Mi Cachorra
WerewolfUna promesa. Una promesa que llegó demasiado lejos. Encontrarla. A su mate, a su otra mitad. Aquella por la que tanto estuvo esperado. A esa cachorra que se escapó entre sus dedos la noche que se convertiría en la peor noche de su vida. En esa pesad...