" - ¡Eres débil, Abigail! ¡Niña estúpida!
El grito de su padre le hace temblar, acompañado del dolor del cinturón sobre la delicada piel de su espalda. Por casualidad, el golpe llega a la vez que aquel maldito trueno resuena por la habitación. Generándole un terror horroroso y un escozor intolerable al mismo tiempo.
Después, otra ronda de insultos y golpes que a penas escucha, ya que solo es consciente de los sollozos que no puede acallar.
No debió venir. Debería haber aguantado un poco más la tormenta. Su padre tiene razón. Es débil, asustadiza. Acobardada por unos simples truenos.
No debió venir y así, tal vez, al día siguiente no le dolería tanto la espalda."
Otro trueno resuena por toda la habitación y Abigail se esconde bajo las sabanas temblando. Siempre ha tenido miedo de las tormentas, de esas horribles lluvias torrenciales y los ruidos que generan. Sobre todo cuando sus recuerdos quieren jugar con ella, y rememora lo que sucedió aquel día que decidió ir a pedir protección al hombre equivocado, a la habitación de su padre.
Tiembla de nuevo y un pequeño grito se escapa de sus labios cuando otro rayo ilumina la estancia dibujando terroríficas sombras. No puede soportarlo. Cada vez que llueve, se siente morir. Casi puede notar las heridas profundas en su espalda, los latigazos, como si acabasen de hacérselos.
El siguiente trueno es tan fuerte que abre la pequeña ventana de sopetón, y hace a Abi levantarse de golpe. El aire que se cuela rápidamente por la ventana choca contra su cuerpo erizándole la piel.
Cuando el segundo rayo hace presencia, Abigail no duda en correr espantada. Con las mejillas empapadas en lágrimas y los pies descalzos y fríos. No es consciente de lo que hace hasta que ya está frente aquel sofá.
El hombre duerme plácidamente, con los brazos enrollados en un almohadón y la boca ligeramente abierta, ajeno a la tormenta y lo que esta provoca en ella.
Volvió a la pequeña cabaña pocos minutos después de salir a tomar el aire. Para ese entonces Abigail ya se había metido en la cama, queriendo darle su espacio y no presionarlo. Creyendo haberlo ofendido o molestado. No durmió hasta escuchar la puerta abrirse y oler a su pareja.
- Edén.- Abigail mueve con cuidado su cuerpo, tratando de despertarlo.- Edén, despierta.
Un ligero gruñido es todo lo que obtiene por respuesta. El rubio se revuelca un poco por el pequeño sofá antes de abrir los ojos con pereza.
- ¿Qué...?¿Qué ocurre, cachorrita?- A pesar de estar adormilado, el lobo no tarda en incorporarse preocupado al ver el rostro pálido y las lágrimas de su mate.
Encendiendo todas sus alarmas. Sintiendo el dolor como si fuese el suyo mismo y la necesidad primaria de abrazarla y cuidarla.
- La tormenta... Yo...
Un nuevo trueno y Abigail corre a sus brazos, donde se refugia sin pensarlo en el pecho de su hombre. Edén acaricia su pelo comprendiendo y, por primera vez, después de veinte años, siente el cariño y consuelo que siempre le habría gustado recibir y que nunca tuvo.
- Está bien.- La tranquiliza dejando un pequeño beso en su frente.
Sus ojos conectan y sonríe para tranquilizarla, al mismo tiempo que ella deja un pequeño beso cerca de sus labios, demasiado cerca.
Es la primera vez que ella le besa y ambos lo saben. Las mejillas de la Abi se sonrojan y aparta la mirada, avergonzada, pero sintiendo ese cosquilleo en sus labios. Edén no puede quitar esa sonrisa boba que alumbra todo a su alrededor.
Quiere más. Edén necesita mucho más de ella. Sus dedos escuecen deseando tocarla, su corazón se estruja por que la acerque más. Por que acorte la distancia entre ambos y lo bese como siempre ha soñado.
Así que no pierde la oportunidad para acercarse. El hombre se queda a escasos centímetros, intercambiando la mirada de sus ojos a sus labios. Sus respiraciones se entremezclan y Abi también tiembla deseando probarlo. Descubrir hasta donde llega ese extraño sentimiento de deseo que nunca había experimentado hasta que Edén apareció.
Casi se ha olvidado de la tormenta. Casi... Hasta que un estruendoso y ensordecedor trueno rompe el dulce silencio y ella salta asustada de nuevo. Enterrando de nuevo su cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro.
- Vamos a dormir ¿si?- Vuelve a sobarla tratando de hacerla sentir a gusto.- Yo cuidaré de ti.
Abigail se deja llevar cuando el tacto del suelo bajo sus pies es remplazado por la suave piel de los brazos del lobo en su cintura. Edén la carga con cuidado, sintiendo sus latidos erráticos por tener a su mate junto a él. Por fin.
Ella cierra los ojos aspirando el delicioso aroma de Edén, y suspira cuando siente de nuevo la comodidad de la cama y el blando colchón en su espalda junto al peso del hombre sobre ella.
El rubio aprovecha para rodear su cintura con sus fuertes brazos y olisquear el olor que desprende su pelo. Aquel aroma floral que tanto tiempo estuvo buscando. Que por fin está a su lado.
La lluvia sigue sonando ahí fuera. Pero ya no le importa. Porque está más centrada en que Edén no note lo mucho que le afecta su cercanía. Su corazón aporreando su pecho, sus manos ligeramente temblorosas y el color rojizo de sus mejillas.
Entre ambos se forma un cómodo silencio y, aunque Abi le de la espalda, siente su respiración calmada contra su nuca y sus manos enredadas con firmeza en sus caderas.
- Edén.- Susurra la castaña sin saber si aún está despierto. Un gruñido le avisa de que no, aunque no le queda mucho.- Gracias... Por todo.
- Descansa. Buenas noches cachorrita.- Susurra del mismo modo adormilado acomodandose más contra su espalda.
- Buenas noches.
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Mi Cachorra
WerewolfUna promesa. Una promesa que llegó demasiado lejos. Encontrarla. A su mate, a su otra mitad. Aquella por la que tanto estuvo esperado. A esa cachorra que se escapó entre sus dedos la noche que se convertiría en la peor noche de su vida. En esa pesad...