CAPÍTULO 23

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- ¿Qué tal tu primer día de trabajo?

Esta vez es Edén el que espera a su mate ansioso y con la cena caliente en la mesa. Un delicioso chuletón con patatas al horno que aún humea ese exquisito olor. 

Pero nada le parece tan delicioso como el gesto de alegría de Abigail al cruzar la puerta.

Su sonrisa sencillamente lo ilumina todo y lleva esa pequeña falda que lo trae loco y que piensa arrancarle esta noche si tiene suerte. Su pelo castaño llega ya casi hasta su cintura y sus mejillas, eternamente sonrojadas, le incitan a acariciarlas.

- Ha sido perfecto, Edén.- Sonríe llegando a su lado, después de dejar el abrigo en la entrada y las llaves sobre la mesilla, con aire soñador.- Al principio, por la actitud del jefe, pensé que no me aceptaría. Pero mis compañeros han sido muy agradables conmigo.

Antes de que pueda seguir la historia, Edén no lo puede evitar, enrreda las manos en su cintura y deja un pequeño beso en su frente. Cálido y tierno, como los de siempre. Al que ella no duda corresponder con un pico en sus labios.

- Entonces, ¿te tratan bien en esa cafetería?

- Si.- Insiste ella riendo y poniendo los ojos en blanco.- No tienes nada por lo que preocuparte.- Sonríe de forma tierna.

- Solo avísame si algo va mal.- Insiste una ultima vez antes de besar de nuevo sus labios.

Si. La marca ha ayudado a su unión pero es que, incluso no habiendo sido mates, parece que hay algo más que une a estas dos personas.

- Me pagarán un cheque cada semana. ¿Qué quieres que hagamos con mi primer sueldo?- Bromea ella tratando de hacerle olvidarse de su actitud sobreprotectora.- ¡Ya se! Te compraré un regalo. Uno bonito y brillante.

Lujos. Algo a lo que nunca había tenido acceso antes. Aún recuerda la única vez que su padre le dejó ir a un centro comercial, bajo amenaza de muerte. Recuerda quedarse embobada pegada contra el escaparate, viendo aquella bonita pulsera de diamantes que pensaba que solo debían llevar las princesas.

No se puede permitir diamantes con un trabajo a tiempo parcial en una pequeña cafetería a las afueras de la ciudad, pero si algún pequeño detalle que, sin duda, quiere dar a su mate antes que a ella misma.

- Sabes que no tienes por que. No necesito nada más que esos jugosos labios y esos cálidos brazos. Te lo aseguro.

Ambos ríen de nuevo, antes de sentarse a cenar y continuar con sus locos sueños muy lejos de su realidad... aún.



La noches es fresca, aunque dentro de casa se siente el calor. Por eso la ventana de la habitación se mantiene abierta. La brisa se cuela por ella y se escucha con claridad el canto de algunos grillos y el movimiento de las hojas por el viento.

Son las tres de la mañana, quizás un poco más tarde, y fuera está tan oscuro que apenas se puede ver dos metros más allá de ti mismo. Pero aún así, y aunque está en paz, Edén se remueve una última vez, acurrucando el cuerpo semidesnudo de su pareja contra él, sintiendo su calor.

Hace apenas unas horas estaban haciendo el amor, como les gusta, admirando cada centímetro, movimiento y gemido de cada uno hasta que el cansancio les ganó. Y ahora se siente enfermo por desearla de nuevo, como si realmente fuese adicto a ella.

Pero todo pensamiento perturbado se borra de su mente de repente cuando lo oye. Algo casi imperceptible, en medio de la nada. Tal vez solo un pequeño murmullo que podría haber pasado desapercibido para cualquiera. Para cualquiera menos para Edén, que enseguida se incorpora de la cama con urgencia, haciendo a Abi estremecerse y moverse buscando su contacto.

De nuevo lo escucha y esta vez si agudiza todos sus sentidos. Pasos, pasos por la oscuridad, al rededor de su casa. Al rededor de su mate.

- Ahora vuelvo.- Susurra a pesar de que sabe que está dormida y no puede escucharle.

Acomoda las sabanas, arropándola hasta el cuello, tratando de cubrir su piel desnuda y envolverla con su olor impregnado en las sabanas. Abi encuentra la comodidad de nuevo rapidamente, abrazandose a la almohada con fuerza como si fuese él.

- Ahora vuelvo.- Susurra una última vez antes de salir por la ventana sin perder el rastro de aquel sonido.




Ahora son sus pasos los que resuenan por la arboleda. Sus pies descalzos pueden sentir cada hoja que pisa y los restos de nieve helada. A pesar de su escaso abrigo, sus genes de lobo consigue darle el calor que necesita, y el resto lo consigue por la ira que lo invade en cada paso. Sintiendo bullir en su interior a cada zancada que da hacia aquel olor. El aroma de aquel hombre que se ha convertido en su peor pesadilla.

A pesar de su enfado, camina en aparente calma. Respira despacio y sus ojos se mantienen fríos, mirando en la oscuridad. Tanta calma, que da miedo. Como un volcán que solo espera erupcionar.

No se decir exactamente cuanta distancia ha recorrido, aunque está lejos ya de casa. De repente se detiene, en un pequeño claro rodeado de aquellos altos pinos. El rastro llega hasta ahí pero no va más lejos. Debe estar cerca, en algún lugar. Subido algún árbol o oculto bajo alguna roca.

- ¡Se que estás ahí, Víctor! ¡Da la cara, cobarde!

El grito es grabe y suena terminante. Una amenaza que podrían haber escuchado hasta en otro continente. Ya no hay respiración calmada ni frialdad, solo odio y sed de sangre.

Sin embargo nadie responde. Solo un silencio prolongado. Una corriente de aire que le pone los pelos de punta, al igual que esa extraña sensación de que alguien le observa de nuevo.

- ¡Venga! ¡Solucionemos esto de una maldita vez!

Pero de nuevo nada.

Tal vez es ese silencio lo que le lleva al límite. O el recuerdo de las heridas de ese animal sobre el cuerpo de su pequeña cachorra. O la angustia de terminar con ese horrible juego en el que parece hundirse cada vez más.

- Hagamos un trato.- Esta vez deja de gritar, sabiendo que lo escucharía aunque tan solo susurrase.- Dentro de seis días tu y yo lucharemos. Y se terminará de una vez por todas este juego maquiavélico tuyo. ¿¡Me oyes!?

No tiene tiempo para arrepentirse de su decisión. De todas formas no lo haría. Ha tomado la decisión.

- Si gano, nos dejarás en paz para siempre.- Toma la decisión mirando de un lado a otro a su alrededor.- Si tu ganas... Tendrás que matarme.

Una corriente de aire mueve las hojas generando su característico ruido pero sigue sin haber rastro de aquel hombre. Y cuando Edén está dandolo por perdido, algo se mueve en su espalda durante unos segundos y luego desaparece.

Lo que no desaparece es una pequeña nota. Un papel balnco que parece ilunado por la mismísima luna. Es pequeño, y esta vez sin sobre. Está escirta con prisa, pero podría reconocer la letra en cualquier parte.

" Viernes media noche en este mismo lugar.

Tu, yo y el destino.

Víctor."

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora