CAPÍTULO 26

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Se despierta en medio de la oscuridad, incomoda. Con una extraña sensación que aprieta su pecho. Al principio cree que seguramente haya tenido una de esas pesadillas recurrentes con su padre. Esas de las que suele despertarse con la respiración entrecortada y sudor en la frente.

Por eso su primer instinto es pegarse al pecho de su mate. Su calor siempre le hace sentir mejor, sus caricias siempre le hacen olvidar. Cuando murmura alguna palabra de aliento, aunque esté aún medio dormido y suene más como un gruñido, se siente reconfortada al instante.

Sin embargo es solo entonces cuando comprende que es lo que le pasa. No es una pesadilla, es mucho peor. Lo sabe en cuanto sus manos palpan su lado de la cama. Fría, vacía. En vez de el caliente cuerpo de su mate, no hay nada.

No debería alarmarse, y sin embargo lo hace porque se lo advierte esa presión en la boca de su estómago. Ese tirón en el lazo que los une. Casi como si su marca ardiese sobre su cuello avisándole de algo.

El peligro de su mate.

- Edén, ¿estás ahí?-Pregunta alterada, poniendo los pies descalzos sobre el frío suelo.

Enciende las luces solo para encontrarse la habitación vacía. Solo haciendo el nudo en su garganta más grande. Solo obligándola a andar con rapidez por toda la casa. Abriendo cada puerta, mirando en cada esquina...

No está. Edén no está.

Y no puede parar de pensar que algo malo va a sucederle.

No lo piensa dos veces antes de salir corriendo de la casa. Con tan solo un ligero camisón y unas finas zapatillas, buscando a su alrededor a pesar de la oscuridad que la rodea. Gritando el nombre de su mate como si fuese a aparecerse frente a ella.

No sabe cuanto camina, ni hacia donde. Pero en unos minutos se encuentra en mitad de la plaza de Uskad, con los ojos humedecidos y las manos temblorosas. Con el dolor haciéndose peor y peor en ella, como si lo estuviese perdiendo.

- Edén.- Susurra una última vez. Cada segundo más preocupada.

Que casualidad que, por suerte, cuando va a correr de nuevo, en cualquier otra dirección, choca con alguien. Cayendo de espaldas al suelo y raspándose las palmas con el pavimento, sin importarle en realidad el escozor.

- ¡Eh! ¡Cuidado!.- La voz femenina se agacha a su altura, ofreciéndole una mano para levantarse. Entre las lágrimas, Abi reconoce a la Beta rodeada por aquel conocido abrigo oscuro que siempre lleva.- ¿Estás bien, niña?

- Edén no está. No está.- Murmura sin parar la castaña. Como perdida en un limbo entre la realidad y un terrible delirio.- Lo he buscado por todas partes, pero no está.

Maika suspira con cansancio, resignada, al ver a aquella loba joven tan desesperada. Sabía que este momento llegaría. Dentro de ella, sabía que tendría que romper esa estúpida promesa que Edén le obligó hacer.

"Si solo hubiese vuelto a casa antes" Piensa resignada la loba.

De todas formas, no le preocupa mucho la lealtad a esa tonta promesa. Solo le molesta verse obligada a ayudar a esa niña y al Beta.

- Casi son las doce de la noche, por el amor de la Diosa.- Refunfuña la rubia.- Bien podría estar dando un paseo nocturno.

Miente tratando de salvar la situación. No se le ocurre otra cosa que decir para tranquilizarla. 

- Vuelve a dormir y mañana despertará a tu lado. Es lo que hacen siempre los mates.- Gruñe como si la sola idea le asqueara, poniendo los ojos en blanco.

- ¡No lo entiendes! Se que... Algo le ocurre, Maika. Está en peligro. Puedo sentirlo.- Abigail suena entre derrotada y desesperada, con las lágrimas a punto de caer por sus mejillas.

Va a volver a pedirle ayuda, rogarle de rodillas si es necesario, cuando ocurre. Un pinchazo agudo que le atraviesa el pecho y le hace doblarse sobre si misma de dolor. Es tan insoportable que debe sostenerse de Maika para no caer.

- ¿Estás bien?- No puede evitar preguntar ella.

- Es Edén. Tengo que encontrarlo. 

Sin pensarlo demasiado da dos pasos más, aún con el dolor haciendo que tiemblen sus piernas. Hacia cualquier lugar, no importa, pero a donde pueda buscarlo. Solo entonces Maika se siente mal por ella. Suspira antes de detenerla de nuevo.

- Por ahí no ha ido.- Reniega.

- ¿Cómo lo sabes?

El ceño de Abigail se frunce con duda y la rubia solo coge aire, sabiendo que es el momento de decirle la verdad. De todas formas, nunca fue su problema, si no el de esa pareja con problemas de comunicación.

- Mira, prometí no decirlo, pero el idiota de Edén lleva todo el mes recibiendo cartas de tu exnovio el loco.

- ¿Qué exnovio?

Abi, si no estaba ya lo suficientemente perdida, la mira más confundida. Ella no tiene ningún exnovio. Está segura de que Maika está equivocada.

- Ese tal Víctor.- Gesticula con pereza al notarlo.- Lo único que se es que no quería contarte nada, para protegerte. Y me hizo prometérselo.- Sigue explicando la rubia.- Solo se que quería terminar con esto. Y, como todos los hombre idiotas y hormonados hacen, han quedado para pegarse en el bosque.

El silencio reina durante unos segundos. Abigail parece paralizada, ahí, con el frío viento erizando su piel sin importarle en realidad. Estática en medio de esa plaza, casi asustando, con un aspecto fantasmal, a Maika que espera aún una respuesta.

Por fin habla, con puro terror corriendo por sus venas y la voz gélida, helada.

- Víctor es mi padre.- Murmura dejando sin palabras a Maika.- Y, si están peleando en el bosque, va a matar a Edén.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora