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Sus labios no tardan en juntarse con la pasión de dos almas gemelas. El pecho de Edén presiona contra el suyo con fuerza, pegándose a ella deseoso de más.
No es solo el amor lo que lo guía. La desesperación, la angustia, el miedo... Su sed de ella corresponde a todo ello, tratando de desahogar todos esos sentimientos.
Abigail se siente desbordada y abrumada cuando su lengua invade su boca con prisa. Sus pequeñas manos no tardan en viajar hasta la nuca de Edén donde tira de los mechones más largos de su pelo tratando de corresponder a su violencia.
El rubio la alza con prisa, apretando con ambas manos sus glúteos y haciéndola gemir contra su boca. Un gemido que suena como un ruego para Edén, que se apresura a hacerse hueco bajo el fino camisón que adorna su cuerpo aprovechando que está sujeta contra la pared.
Con una de sus manos rodea su pecho, manoseando a su antojo sin dejar sus labios. Incluso la fina tela de su pijama molesta en su piel, quema, escuele. Abi sonríe cuando escucha el gruñido de su hombre contra ella, extasiado, después de morder su labio inferior como él había hecho con ella aquel día.
- Aprendes rápido.- Ríe el lobo escondiendo su rostro contra el cuello de su mujer.
- Enséñame más.- Murmura ella contra el aire sin dejar de sentir los calientes y humedos besos contra su cuello.
Los colmillos de Edén pican por salir al estar junto aquel punto donde debería estar su marca. Esa curva sensible cerca de su clavícula que hace a Abi temblar deseosa. SU marca en SU cachorrita.
La muestra definitiva de pertenencia. De que aquella mujer le pertenece y de que él es suya del mismo modo. Ningún otro lobo podría acercarse o apartarla de su lado. Ninguno...
Con un último beso en su cuello, trata de borrar ese sentimiento de posesividad. Esa solución rápida que vuela por su mente al recordar la carta de aquel idiota.
La mano que se encargaba de atender su pecho baja sin prisa recorriendo todo su cuerpo. No se detiene hasta llegar a su entrepierna. Al calor de su cachorra que solo abre un poco más las piernas buscando contacto a la vez que se agarra con fuerza, como si fuese a desmayarse si lo suelta.
Tan lista. Tan malditamente mojada par él. Preparada para recibirlo.
Sin prisa la estimula, escurriéndose en su interior. Sacándole esos tímidos gemidos que trata de acallar escondida en su pecho.
Se siente tan bien. La forma en la que Edén mima su cuerpo como si fuese un templo, haciéndola sentir poderosa a la vez que pequeña entre sus fuertes brazos. Deseosa de más de esas deliciosas estocadas lentas y delicadas.
Separa a su cachorra de la pared y la agarra más fuerte contra su pecho con unas prisas renovadas de llevar esto hasta el final. Camina tan solo un par de zancadas antes de caer los dos sobre la cama.
Es solo entonces, cuando siente las suaves sábanas bajo ella, que los nervios de Abigail surgen como una tormenta en su pecho. Acelerando su corazón y obligándole a abrir los ojos.
O tal vez es cuando Edén estira un brazo, sin dejar de sujetarla contra su pecho, y saca un pequeño envoltorio del cajón de la mesilla de noche. Uno plateado que Abi puede reconocer enseguida.
- ¿Estás segura?- Pregunta Edén cerca de su boca, notando la repentina reacción tensa de su cuerpo.- Cuidaré de ti, te lo prometo.
Por dentro ruega que le diga que si. Un solo asentimiento para poder hacerle todo por lo que sus cuerpos arden.
Pero siempre sería capaz de dejarlo todo, olvidar el momento, si aún no se siente lista. Es una loba joven y aún tendrán tiempo.
- ¿Me cuidarlas siempre?
El corazón del hombre se acelera ante la pregunta de su pareja. Ante lo que ella pide en un susurro aún acalorada. Cuidarla siempre. Protegerla de todo aquello que quiera hacerle daño, a cualquier coste.
Tal vez sea esa idea la que le recuerda aquella maldita carta. La que le hace acercarse a su cuello y dejar un reguero de besos caliente ahí por donde irá su marca.
- Siempre, cachorrita.- Murmura sin separarse con los ojos cerrados y aspirando su aroma.
Está decidido.
Lo sabe en cuanto Abigail comienza a reaccionar de nuevo a su toque, besándolo con hambre. Lo sabe en cuanto mueve sus pequeñas manos hasta le elástico de su pantaló, buscando quitarselo con prisa.
Con prisas, abre el sobre y se coloca el preservativo bajo la atenta mirada de la castaña, que lo mira entre curiosa, asustada y hambrienta.
Se tumba de nuevo sobre ella, besandola y preparandola para lo que viene. Aunque todo miedo desaparece en cuanto su miembro hace contacto por primera vez con su suave piel haciendo a ambos gemir.
Se miran a los ojos tratando de trasmitir lo que son, lo que tienen, lo que quieren. Y no hace falta mucho más que eso para que comience una hermosa danza de sus cuerpos.
Si. Al principio es incomodo, extraño. Pero Edén se encarga de esperar a que se acostumbre, besando su frente y sus mejillas hasta que es Abi la que busca el contacto. La que necesita más, la que arde por más.
Los movimientos se vuelven expertos, como si estuviesen el uno hecho para el otro. Como si sus cuerpos se conociesen de toda la vida y, por otro lado, como si deseasen conocerse y reconocerse al máximo.
De nuevo aquella nuve de lujuria que lo nubla todo. De nuevo aquella desesperación que hace a Abigail rodear la espalda del hombre que se mueve sobre ella, enterrando la cabeza en su hombro tratando de opacar sus gemidos y gritos.
Tan malditamente deliciosa, tan deliciosamente apretada para él. Sus suspiros y murmullos son la más dulce melodía para sus oídos.
Sus colmillos crecen con cada estocada, cuando ese sentimiento crece en él y la respiración de Abigail se vuelve más errática y pesada. Previendo el orgasmo. Notando la humedad crecer sobre su miembro, haciendolo llegar más profundo, sobre ese punto que tanto la enloquece.
Las uñas de se cachorrita se clavan en su espalda, los labios de Edén viajan por su rostro, sus labios, su mentón, su cuello... hasta bajar cerca de su clavícula.
- Edén...- Gime en su oído haciendo al hombre gruñir y perder completamente la cabeza.
Es suya. Su cachorra. Y nadie va a quitarsela jamás. Solo ellos tienen el poder de decidir sobre separarse y quedarse, y, ¡por la Diosa Luna!, que él quiere quedarse a su lado. Para siempre.
Con ese sentimeinto en su pecho y dos últimas estocadas, se derrama dentro de ella, sintiendo sus paredes estrecharlo. Pero justo al mismo tiempo, hunde sus colmillos por fin en su cuello. En esa tersa piel que se estremece.
Abigail grita por la sensación dolorosa pero excitante de la marca a la vez que explota sobre él dejandose llevar. Perdiendo todas sus fuerzas y cerrando los ojos subitamente derrotada.
Edén lame su propia marca sanandola a la vez que sube la vista hasta su cachorra. Ella ya ha caído en un sueño profundo y con cuidado la acurruca contra su pecho, besando su frente seguido de su mordida una vez más.
- Con mi marca estarás protegida, siempre.
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Mi Cachorra
WerewolfUna promesa. Una promesa que llegó demasiado lejos. Encontrarla. A su mate, a su otra mitad. Aquella por la que tanto estuvo esperado. A esa cachorra que se escapó entre sus dedos la noche que se convertiría en la peor noche de su vida. En esa pesad...