CAPÍTULO 7

35.8K 2.4K 68
                                    

La cabaña es incluso más hermosa de noche, y Abi ahora se arrepiente de no haberla detallado, como ahora hace, por la mañana.

Después de una calentita sopa, porque de noche en aquel bosque refresca, Abigail pasea por la casa, sin ganas de meterse en la cama. Desando alargar solo unos segundos más la noche.

Es pequeña, tan solo un pequeño salón con chimenea donde cocinar y un dormitorio que, aunque estrecho, acogedor. Las cosas están algo desordenadas por aquí y por allá, pero eso solo lo hace más hogareño y real.

Miles de pequeñas velas tintinean por toda la estancia iluminando indirecatamente las cosas a su alrededor y creando sombras. Incluso tiene tiras de pequeñas bombillas colgadas del techo.

Al lado del sofá de cuero, una mesa auxiliar hecha de montones de periódicos y libros acumulados con una pequeña lampara encima. Junto a la ventana, una moribunda planta que ha visto mejores días y, en una vieja estantería de  hierro con pocas decoraciones, algunos libros desgastados y una fotografía enmarcada.

Con pasos lentos, y tratando de ignorar la mirada del rubio, que se clava en su espalda como si temiese perderla de vista de nuevo, se acerca hacia aquel estante.

Lo primero que llama su atención es aquel marco o más bien la pequeña foto que guarda en su interior. Dos hombres y una mujer posando para la cámara. El primero un hombre atractivo de pelo oscuro y expresión seria, que mira de reojo pero con cariño a la mujer en medio de ambos de pelo blanco pero rostro joven.

Ella sí sonríe, con un brazo al rededor de la cintura de aquel hombre de negro y con el otro rodea los hombros del otro participante que Abi reconoce enseguida.

Si. Su pelo es más corto y peinado hacia atrás en unos bucles que brillan como el sol. Su expresión es relajada y sonriente, casi bromista, y se ve más juvenil. 

Más joven que ahora. Más que ese hombre ermitaño y con el ceño siempre levemente fruncido que ahora se para a su lado tratando de peinarse el pelo desordenado como intentando retomar su aspecto de aquella fotografía.

- Te veías muy bien. 

Abigail no piensa en lo que dice hasta que ya lo ha dicho. En seguida sus mejillas se tornan rojas y Edén fija su mirada en ella olvidandose de los recuerdos de aquel portaretratos. Centrandose solo en lo tímida y avergonzada que se ve, y en las ganas que tiene de besarla.

- ¿Ya no me veo bien?- Trata de hacerse le ofendido, solo para verla enrojecer más y encojerse sobre si misma al sentir que le falta espacio.

Siente que el pecho de Edén está demasiado cerca de ella, y que puede notar su mirada quemarle la piel que pica por tenerlo tan cerca.

- Si... Osea no... Te ves muy bien... Digo...

Entonces una risa ronca interrumpe su patético intento de disimular su atracción por aquel rubio. Una que le corta la respiración y le hace olvidarse de todo el bochornoso momento.

Por primera vez en lo que han sido años Edén ríe, libremente y con aquel sentimiento arremolinandose en su pecho. Casi no recordaba lo que era reir, pero ahora no quiere dejar de hacerlo junto a su mate. Sobre todo sabiendo las recciones que eso le provocan a ella.

Abigail se gira, tratando de dejar de mirarlo como una psicopata acosadora. Centrandose de nuevo en aquellas valdas e intentando olvidar su propia verguenza.

Al lado del cuadro, unas pequeñas rocas de bonitos colores y extrañas formas que él mismo recopiló del bosque en sus largas noches solo. A Abigail se le hace tierno su fracasado intento de hacer de esa casa algo más arreglado y contornea las frías piedras haciendo a Edén perderse en el movimiento de sus suaves manos, que desearía que lo tocasen así.

La mano de la mujer termina el recorrido sobre los desgastados tomos de papel y portadas de aquellos libros, que no tarda en leer.

Entonces da un paso atrás. Uno algo sorprendido que Edén no comprende hasta que reconoce sus propios libros.

Empezando por "El bebé mes a mes" "El gran libro de la pediatría" y terminando en "Adolescentes, manual de instrucciones" o "El cerebro de una adolescente"

- ¿¡Tienes un hijo!?

Abigail no sabe por que le da tanto miedo la respuesta a quella pregunta. Por que le angustia la sola idea de que aquel hombre uraño, pero tierno, tenga una familia más allá de este bosque. Por que le pincha el pecho y le tiemblan las manos cuando las retira de aquella estantería como si quemase.

Edén puede sentirlo y sonríe de lado por su reacción. No. Él solo quiere hijos si se los da ella... Su cachorrita.

- No.- Sonrie aún más cuando la escucha suspirar de alivio.- Es que esperaba encontrarte mucho antes.

De nuevo Abigail se sonroja y no puede evitar mirarlo asombrada por su confesión. Observa a aquel hombre que fue creado para él, que ha demás se ha dedicado a tratar de cuidarla incluso cuando no estaba.

- Me estuviste esperando desde... ¿desde que era un bebé?- Pregunta con curiosidad, demasiado cerca de su rostro. Peligrosamente juntos iluminados solo por las velas colocadas en aquella librería.

- No. - Edén recoloca un mechón de su pelo castaño tras su oreja con cuidado y Abi tiembla por el contacto.- Te estuve buscando, no esperando. Y ni siquiera eras un bebé cuando empezé a hacerlo.

Y se siente morir. Derretirse entre sus brazos como un helado de chocolate.

- ¿Cual es la historia? ¿Cual es nuestra historia?- Los labios de Abigail pican, tan malditamente cerca de los de aquel hombre de mirada, ahora, oscura.

"Nuestra" Esa palabra ha sabido a cielo al pronunciarla ella y ha sonado a cantico celestial al oírla él. "Nuestra" Tan solo el inicio de un cuento que durará toda una eternidad. Él lo jura, mirando intensamente los ojos de su mate.

- Eso es un historia para otro día. Buenas noches Abigial.

En el último momento Edén se retiene a si mismo y, apartando la mirada de sus labios, le da un cálido beso en la frente que dura más tiempo del que debería.

Abi trata de mantener la calma pero, ¿como hacerlo? ¿Como hacerlo cuando su corazón aporrea su pecho con tanta fuerza?

La noche se le va a hacer eterna. ¿Lo peor? Que no puede esperar a que se haga de día para estar con él de nuevo.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora