CAPÍTULO 29

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El gélido viento choca contra su rostro congelando sus mejillas y, por primera vez en toda la noche, parece volver a la realidad para echar un vistazo a su alrededor.

El cuerpo tirado en la zona más rocosa. El otro, del hombre que hasta el último momento había luchado por su hija, acostado como un montón de basura contra aquel alto pino. Su hija... Abigail le mira con los ojos llorosos, puede ver el moratón formándose en su pómulo y el hilo de sangre caer por su labio. Puro terror en su mirada.

- Igualmente quiero saberla.

Víctor no sabe si verdaderamente está interesada por esa horrible verdad o si solo trata de hacer tiempo para recuperar el aliento. Para postergar la siguiente ronda de golpes.

Los recuerdos de hace tantos años vuelven a su mente como una tormenta que le haría tambalearse. Demasiados años tratando de ocultarlos, de decirse que no fue su culpa, que no podría haber sido de otra forma.

- No sabes lo complicado que es ser un híbrido, Abigail.- Gruñe en su dirección comenzando su historia.- La batalla con la que lucho constantemente. El lobo contra el vampiro, odiándose en uno al otro. Odiando todo a su alrededor. Odiándome a mi mismo.



"- ¡No puedo hacerlo! ¡Tienes que alejarte!- Su grito es desesperado mientras se sujeta con las manos la cabeza, tratando de calmarse a si mismo.

El hombre es más joven, y a penas comienza a dejarse esa barba desaliñada, pero indiscutiblemente es él.

- No voy a irme a ningún lado, Víctor.- La voz femenina parece ser lo que calma su mente, o al menos parte de ella.- No sin ti.

Aquella mujer, de ojos grandes y aparente calma, le observa desde no muy lejos. Todo lo alejada que se puede estar en aquella pequeña habitación. Al rededor de su ojo, comienza a salir a la luz un halo amoratado y algo amarillento que se ve peor que hace unas horas.

Su pecho duele por el simple hecho de saber que él es el culpable del dolor de su propia mate. De la persona que se supone que debería amar.

- ¿Es que no ves lo que soy capaz de hacerte?¿¡Lo que podría hacerle a nuestro hijo!?

Inconscientemente la mujer del pelo recogido se abraza el estomago que a penas comienza a crecer. Al principio el embarazo la había llenado de felicidad. Pero Víctor parece no habérselo tomado del mismo modo.

Dentro de ella sabe que lo que está haciendo es solo aferrarse a algo toxico que nació roto y nunca podrá arreglarse.

- Abandonemos la manada. Abandonémoslo todo, amor.- Le pide a aquel hombre con mirada suplicante.- No me importan las consecuencias." 



- Y verdaderamente no le importaron.- Finaliza la historia el hombre con la mirada perdida.- No hasta que los golpes eran tan fuertes y seguidos que tenía que esconderse de mi en la habitación durante días hasta que volvía en mi.

Abi apenas puede moverse, conteniendo los sollozos al oír la historia de su familia. Una, al igual que su madre pensaba, demasiado rota para reconstruirse.

- Los primeros meses de embarazo pude controlarlo. A aquella parte de mi que le disgustaba tanto el simple olor de licántropo. El mismísimo olor de mi mate.- Sus ojos se vuelven rojos a la vez que habla, mirándola de nuevo con asco.

Entonces gira la cabeza hasta dar con Edén. Aquel lobo que hizo lo que él debió hacer hace tantos años. Luchar por ella, por su pareja destinada, y protegerla incluso de si mismo.

- Fui demasiado cobarde como para hacerlo.- Por un segundo Abi cree ver arrepentimiento y dolor en su mirada.- Para matarme a mi mismo, antes de hacer lo que hice.

- La asesinaste.- El susurro no sale como un pregunta, porque la chica comprende la verdad sin necesidad de que continúe la historia.

Víctor frunce el ceño volviendo a su actitud enfadada, como si hurgar en el pasado fuese una mala decisión... Que tal vez lo fuese.

- Tres semanas después de tenerte en brazos por primera vez. Una niña... Nuestra Abigail.- Su sonrisa sale triste, en vez de maniática.- Pero no sentí lo que siente un padre. No un amor incondicional ni un instinto sobreprotector. Solo odio... Y tu madre lo sabía.

El agarre aumenta sobre su quijada y parece que podrá partírsela en cualquier momento. Sus dedos marcándose en su suave piel que tanto le recuerda a la de ella.

- Todo fue cuesta abajo desde ese día. Todo fue tu culpa.- Gruñe enfadado haciendo a Abi chillar del dolor.- Estaba dispuesta a sacrificarse a si misma por amor. Pero aquella perra no me amaba lo suficiente como para sacrificar a su cría por este... "Monstruo."

- ¿Fue así como te llamó? Monstruo.

Como respuesta, un golpe en su rostro la manda volando varios metros hacia atrás. Golpeando su cabeza contra la tierra y provocándole un mareo que la desorienta.

- ¿¡Quería saber lo que verdaderamente era un monstruo!?

Víctor da dos pasos hacia ella decidido, y Edén trata de arrastrarse de nuevo para protegerla, aunque fuese con su propio cuerpo. A pesar de que no la alcanza lo suficientemente rápido y solo consigue gruñir en advertencia.

- Aquella noche supo lo que verdaderamente era y prometí que tu también lo sabrías durante el resto de tu vida.- Grita el mayor en su dirección.- ¡A esa estúpida cría que lo echó todo a perder!

De nuevo la rabia le nubla la vista y deja salir sus instintos más oscuros. Aquellos que, desde la muerte de su alma gemela, dejó de tratar de controlar.

- ¡No la toques, maldito!- Grita con odio el rubio cuando ve como, tras otro par de patadas, Abigail no puede evitar escupir sangre.- ¡Voy a matarte!

Pero Víctor no escucha nada más que el propio latido de su corazón roto, y la tos seca de su hija que trata de recobrar el aliento de nuevo.

La luna es lo único que ilumina la escena. Los árboles, los únicos testigos. Tal vez todo tendría que terminar ahí. El fin de una familia rota que nunca debió suceder. Tal vez por eso Edén tardó tanto en encontrarla... Por que nunca debió, siquiera nacer.

- Tengo... Yo también tengo otra verdad que contar.- Alza la voz la castaña en un último esfuerzo.- Mi madre y yo si tenemos algo en común.  Ambas estamos dispuestas a hacer lo que sea por las personas que queremos.

Y casi como si aquella frase fuese la clave, cientos de lobos comienzan a aparecer en aquella explanada. Guados por una loba de pelaje claro en la que puede reconocer los ojos de Maika, que asiente como diciendo que por fin consiguió la ayuda.

Tal vez es esa seguridad que le trasmite saber que ya ha llegado la manada a por su Beta la que le permite cerrar los ojos y suspirar tranquila. Sumiéndose en una oscura noche que la recibe como un abrigo después de una fría noche.

Aunque seguramente es que tiene tanto frío, está tan helada, que ya ni siquiera es capaz de sentirlo.

Solo sabe que por fin, esta horrible historia de dos generaciones, ha llegado a su fin.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora