CAPÍTULO 28

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Su respiración es entrecortada. Nunca le había importado menos la oscuridad, las ramas que cortan las palmas de sus manos al apartarlas, las piedras que se clavan en sus pies, prácticamente descalzos, el frío que se cuelpor su piel calando hasta sus huesos.

Todos eso carece de importancia y sentido ahora. No cuando el nudo en sus estómago le aprieta cada vez más, dejándole sin respiración. Cuando el dolor en su pecho empeora por segundos y la marca le arde contra el cuello como si estuviesen arrancandosela.

Pero no piensa en nada más que en llegar a tiempo. Advertirlo, impedirlo, salvarlo.

Los pies de Abi se mueven con prisa por las superficies irregulares del bosque, con el único sonido de sus jadeos desacompasados por el esfuerzo. Se hace camino con los brazos entre la maleza y, poco a poco, deseando llegar a aquel claro.

- Le contaré a Abigail tu sacrificio, Beta.- La voz de Víctor es grabe haciendo indistinguibles sus palabras. O al menos a Edén se lo parece, demasiado cansado como para prestarle atención a lo que dice.- Le recordaré todos los días lo patético que te viste antes de morir.

Él rubio trata de incorporarse del suelo pero tan sólo consigue la fuerza necesaria para recostarse sobre uno de los árboles. Podría jurar que no hay una parte de su cuerpo que no le duela. Sus brazos y piernas, llenas de mordiscos y cortadas. Sus ojos pesados tratan de cerrarse, pero sabe que si lo hace será el final.

Ya no tiene la energía para mantenerse en su forma lobuna y, aunque Víctor también parece cansado y algo ensangrentado, su estado es mucho peor.

Ha perdido. La fuerza del híbrido lo ha derrotado. Y eso, lejos de herirle el orgullo, le hiere el corazón, sabiendo que podrá llegar a ella ahora. A su Abi, a su cachorrita.

Por unos segundos se permite pensar en ella, con la mirada gacha y recuperando el aliento. En su linda sonrisa que mantiene siempre a pesar de todo, en su pelo largo que se mueve al ritmo al que camina y en como se sienten sus pequeñas manos cálidas sobre su cuerpo.

En sus palabras, en sus besos. Todo de ella es tan malditamente mágico que aún no está preparado para despedirse de todo ello. 

Sin embargo no tiene otra opción. No cuando las manos de Víctor se alargan en garras y pretende dar la cortada final sobre su cuello. No cuando ni siquiera puede levantar los brazos para defenderse.

Mereció la pena. Veinte años no fueron nada en cuanto pasó las primeras semanas a su lado. En cuanto comprendió que se sentía más lleno con uno solo de sus abrazos que en toda su miserable vida. Y su olor... Ese olor que lo vuelve malditamente loco.

Casi es como si pudiese olerlo de nuevo. Ese regusto dulce y floral que se pega a su paladar. Supone que es un último regalo de la Diosa Luna antes de morir.

Ya puede sentirlo. La afilada uña contra su garganta. La sangre espesa brotar durante unos segundos antes de morir. Los suficientes como para poder ver su cuerpo inerte caer al suelo y la sonrisa de sus pesadillas. Así será su muerte.

- ¡DETENTE!

El grito resuena tan alto que parece caer del cielo como un escandaloso trueno. Uno angelical y rápido que hace que la escena se congele. Edén no sabe si es que ya está muerto y su pesadilla continúa incluso al otro lado, por que en vez de ver todo negro, la puede ver a ella. 

Víctor también gira la cabeza asombrado durante unos segundos, reconociendo la voz.

Abigail está ahí, parada y con los ojos llenos de lágrimas. Con tan sólo un ligero camisón y la piel más pálida de lo normal, tal vez por el miedo.

El miedo de ver a su pareja completamente derrotado, con los ojos apenas abiertos y moratones por todo su cuerpo. A pocos metros de ella, Ethan está tirado sobre el suelo, inerte. Y ese hombre, ese que ha protegonizados sus peores traumas, aquel que tanto le ha castigado, herido, dolido, oculta las garras y sonríe de nuevo poniendole la piel de gallina al reconocer lo que significa ese gesto.

- Cachorra...

El susurro de Edén a penas se entiende. Su voz suena rota y sin esperanza. Queriendo gritar que corra, que se esconda, que huya. Sobre todo cuando el padre de la chica da tres zancadas en su dirección. Olvidándose de él y centrando sus desquiciados ojos sobre ella.

Debería ser él el que aquella noche perdiese la vida. No ella...

- Justo a tiempo para cobrar mi recompensa.- Ríe sin chiste el viejo hombre acercándose peligrosamente hasta quedar a escasos centímetro de ella.

Su asqueroso aliento se cuela en ella y sus terminaciones nerviosas tiemblan pidiendo alejarse. Sin embargo se queda ahí, esperando el primer golpe, dispuesta a satisfacerlo lo necesario a cambio de la vida de su mate.

- Haz lo que quieras conmigo.- Trata de soñar segura la pequeña loba.- Pero no lo mates.

Efectivamente el primer puñetazo no tarda en llegar, fuerte y seco contra su mejilla. La habría lanzado al suelo de no ser porque, antes de caer, Víctor aprieta con fuerza su brazo arrastrando sin medir su fuerza.

Abi trata de no denotar el miedo y dolor que verdaderamente siente, pero no puede evitarlo. Las lágrimas se le escapan ante el ardor del golpe aunque no emita ningun ruido. Los recuerdos vuelven a ella como si nunca se hubiesen ido. La conocida sensación de sus uñas quebrando su piel. 

Cae de bruces al suelo cuando la empuja contra este con fuerza, haciendo que sus manos se raspen y sangren por el impacto. Pero cuando levanta la vista todo se le olvida, estando a poca distancia de Edén que, al igual que ella, a penas puede contener las lágrimas.

- Ahora verás, antes de morir, lo que le espera para el resto de su vida.

- Puto psicopata.- Escupe el rubio subiendo la mirada hasta Víctor con las pocas fuerzas que tiene. Su ojos arden en ira renovada, aunque el resto de su cuerpo no responda.

Sin pensarlo demasiado le propina una patada en el estómago a Abi que le hace tumbarse en el suelo, haciéndose una bola para tratar de protegerse de los golpes. 

Edén grita, su lobo grita ante la impotencia de no poder hacer nada. Trata de arrastrarse hacia ella, que yace en el suelo después de un par más de golpes.

- E... Edén.- Su voz es sólo un susurro llamándolo cuando los dedos de su mate rozan su cara con ternura.- No te preocupes. Esta es mi vida... Ya estaba acostumbrada.

Él rubio solo niega repetidas veces, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Sintiéndose culpable por no haber podido defenderla. Ambos sonríen, a pesar de todo. A pesar de que no sea una sonrisa sincera, si no, posiblemente, la sonrisa más triste del mundo.

Pero el momento se acaba cuando Víctor agarra del cabello a su propia hija y tira de ella alejandola de Edén, ignorando por completo sus gritos de dolor y con los ojos rojos que ahora si saca a relucir.

- No más. Ya no más.- Se queja ella cuando, con fuerza, agarra de su mentón y la sostiene a su altura.- Por favor...

- Igual que tu madre.

Las palabras de aquel monstruo se clavan en ella como diminutos cristales rotos. La respiración se le corta ante el odio mezclado con satisfacción que él muestra. Es la primera vez que Víctor saca el tema de su esposa, de su mate, y que lo haga en esta situación le pone los pelos de punta.

- Cuenta... Cuéntame lo que le pasó a mamá.- Se atreve a pedir Abigail con las mejillas empapadas y sin apartar la mirada.- Quiero saber toda la verdad.

Toda pizca de gracia parece desaparecer del rostro del barbudo, sus ojos tintinean volviendo a su color original y dejando atrás aquel rojizo. Su ceño se frunce levemente a medida que se sumerge en sí mismo.

- Te contaré la verdad, Abigail.- Susurra contra el viento cortando ese extraño silencio.- Aunque hay verdades que nunca deberían salir de donde pertenecen. El infierno del pasado.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora