CAPÍTULO 6

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El sofá no es muy cómodo que digamos. 

Su espalda duele y está seguro de que ha perdido el noventa por cierto de la movilidad del cuello. A pesar de que muchas veces ha dormido ahí, las cervezas le servían de anestesia y, quedarse velando el sueño de su cachorra la mitad de la noche le ha pasado factura.

Sin embargo no se arrepiente de nada. Se siente en una nube, a pesar de la roca que es su sofá ahora mismo.

Con pereza se incorpora. El sol ha salido hace un rato y hacía años que no dormía hasta tan tarde. Pero son las consecuencias de haberse acostado a altas horas de la madrugada. 

Una sonrisa ladeada ilumina su rostro al pensar en comenzar el primer día junto a su mate. El primero de muchos. 

Sin embargo comprende que algo no va bien cuando un silencio sepulcral invade toda la cabaña. Ni siquiera es capaz de escuchar su lenta respiración ni sus latidos.

No lo piensa antes de avanzar hacia la puerta de su habitación y llamar con fuerza, deseando que Abi le conteste desde dentro. Pero nada.

Un mal presentimiento se instaura en él y abre la puerta sin medir su fuerza, dando un portazo. Sintiendo a su lobo preocupado y enfadado a partes iguales.

Se ha ido.

La cama está perfectamente arreglada, la cortina abierta y su olor tenue.

Su mate ha huido de él, como lo hicieron sus padres aquella noche. Eso, de alguna forma, activa un instinto en él que le hace salir decidido de la cabaña con los puños apretados.


Abigail camina despacio por el bonito bosque, pero sin detenerse. El sol ya ha salido por lo que le es más sencillo avanzar que cuando apenas amanecía.

Sí. Salió como un ladrón de aquella cabaña. Esquivando el sofá donde recostaba incómodamente aquel hombre del que le dolió alejarse por alguna extraña razón. Seguramente por que se siente en deuda después de las atenciones de la noche anterior.

Sin embargo comprendió que debía seguir su propio camino. Aquel olor hogareño que desprende el rubio apenas le dejó dormir. Sabía lo que aquel olor significaba. Sabía que los hombres y mujeres lobos tenían a alguien atado a ellos para siempre. Su padre se lo explicó.

Una persona que siempre te seguiría y perseguiría. De la que no podrías deshacerte y que podría hacer de tu vida un mismísimo infierno. Se lo repetía bastante seguido.

Su madre fue la destinada de su padre... y mira como terminaron las cosas. ¿Ese es el futuro que ella quería? ¿Escapar de las garras de su padre para acabar en las de aquel hombre que, aunque la cuidó y trató bien, podría volverse en su contra en cualquier momento? 

Sin embargo su loba interior grita. Grita desesperada por que de media vuelta. Por que vuelva a acurrucarse en esa cama y inhale el delicioso aroma de su mate cuando crea que nadie la ve.

Su corazón se acelera cuando escucha pasos tras ella, rápidos y pesados. Solo le hace falta olfatear para saber de quien se trata. Pero no da la vuelta si no que lo ignora y aprieta el paso.

Los ojos de Edén se clavan en su espalda, aliviado de alguna forma por haberla encontrado y que esté bien y a salvo.

Sin embargo ella no para de acelerar hasta el punto en el que los dos corren de repente.

- ¡Abiagil!- Un grito desesperado y enfadado a escasos metros la hace saltar, dándose la vuelta de inmediato para verlo.

Edén corre con la respiración entrecortada, en su forma humana. Su ceño está fruncido enfadado por su repentina huida, por querer alejarse de él, por salir cuando es tan peligroso para ella con su padre ahí fuera, por la angustia de pensar en volver a perderla por otros veinte años más.

Abi trata de seguir andando, obligándose a continuar con su marcha. Aunque se sienta tan injustificablemente bien por que haya ido a buscarla. Centrada en su libertad después de más de diecinueve años.

Sin embargo, en escasos segundos, él la alcanza y la agarra de la muñeca, donde ya estaban las marcas de su padre. Al sentir su molestia deja de sujetarla y continúan caminado uno detrás de otro.

- ¿¡Es que acaso no lo hueles!?- La detiene de nuevo, esta vez del hombro, desesperado por que, por lo menos, pare dos segundos y le preste atención.

Pero la chica parece demasiado asustada, moviendo las manos nerviosa y queriendo salirse de su agarre.

- Por favor, no me dañes.- Susurra angustiada por los recuerdos que la persiguen y por la idea de que lo que su padre decía fuese cierto.- Déjame ir.

Claro que lo huele. ¿Cómo no hacerlo? Ese varonil olor a menta y algodón. Un aroma adictivo que, por alguna razón, lo invita a estar cerca de él. Sin embargo su padre ya le advirtió sobre eso.

"Lo identificarás enseguida, en cuanto lo veas y lo huelas.- El agarre en su cuello le ahoga pero solo puede centrarse en la mirada de desprecio de aquel hombre y en las palabras que salen de su boca como puñales.- Solo huye, Abigail. Huye y no mires atrás porque te destrozará la vida."

Edén gruñe bajo ante el rechazo de su cachorra, que al oírlo da un pequeño salto algo asustada. Como si ese gruñido solo confirmara la teoría de su padre.

En cuanto es libre de nuevo corre. Corre esta vez con prisa con las palabras rondando por su mente como ecos de fuego.

- ¡Ya basta! Deja de huír.

Abigail se detiene de repente, reaccionando por fin y mirándolo a los ojos. A esos ojos azules que brillan como a punto de llorar. Como si de verdad lo estuviese hiriendo con cada paso.

- No voy a hacerte daño, Abi.- Susurra sin querer pelear con ella más.- ¿Cómo hago para que lo entiendas?

Este no es el primer día a su lado que esperaba. Desesperado se toquetear el pelo algo largo, tratando de pensar en las palabras correctas.

- Se lo que sientes. Soy un desconocido que ha aparecido de la nada, pero sientes esa conexión. Se que puedes olerlo. Que puedes sentirme, así, cerca.

A la vez que habla avanza hacia ella, sujetando con delicadeza sus mejillas que siempre ha querido apretar.

Abigail niega repetidamente como queriendo desmentir sus palabras aunque ha dado justo en el clavo.

- Mi padre dijo... Él dijo...

- Me vale mierda lo que haya dicho ese hombre. ¡Solo te hacía daño!- Le corta enfadado por el poder que aún él ejerce en ella.- Te he estado esperando demasiado tiempo como para perderte ahora. Y no lo haré. Porque eres mi cachorra.

La castaña se queda de nuevo sin aliento. Ahí, en medio de aquella hermosa pradera cuyas hojas de tonalidades verdosas se iluminan por un día despejado y hermoso. Su pecho salta ante sus palabras y sólo siente verdad en ellas.

- Lo siento.- Susurra arrepentida por haberse escapado de su nuevo lugar seguro aquella mañana.- Edén, soy un desastre.

- Está bien, cachorrita.- Se paresura él para embolverla en sus brazos, tratando de quitarle todo el dolor con su propio calor.- Yo cuidaré de tí.

Abigail se agarra a su camiseta con fuerza, respirando hondo aquel aroma tan adictivo. Comprendiendo, solo entonces, que había encontraod su verdadero hogar. Que su padre solo mentía, proque Edén nunca le haría daño.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora