- ¿Está todo bien?
Edén se atreve a preguntar por fin. Abigail parece distante y decaída desde que salieron de la mansión del Alfa, y teme que Aria le haya contado algo que no debería. Y, por que no negarlo, que haya cambiado algo entre ellos.
Ahí están, en la habitación principal después de un pequeño tour por esta. Si algo le alivia es que su cachorra le haya pedido, en un pequeño susurro, que durmiesen juntos de nuevo.
Pero es lo único que ha dicho antes de deslizarse bajo las sabanas y cerrar los ojos, a pesar de que no puede dormir. No con todos esos pensamientos rondando su mente. No después de descubrir todo lo que él ha dado por ella mientras que Abi parece no darle más que problemas.
- Aquí estás a salvo, te lo prometo. No tienes nada de lo que preocuparte.- Trata de insistir Edén al sentir la angustia de su alma gemela, recostandose a su lado sin dejar de mirarla.
- No es eso...- Abigail abre los ojos entonces y se queja, como si nadie pudiese comprenderla.
Sin embargo se calla, temiendo que su enfado solo haga todo más complicado. Acostumbrada a callar cuando algo no estaba bien con ella, porque sabía que solo molestaría más a su padre y ella pagaría las consecuencias.
- Cuéntame, cachorra.- Insiste una última vez.
-¡Veinte años! ¿Cómo voy a recompensártelo?- Explota al fin sentandose de golpe.
- No tienes que hacerlo. Nada de esto ha sido tu culpa, ¿comprendes?- Trata de sonar dulce a pesar del dolor que le causa que ella sienta lo contrario.
"Me lo recompensará tu padre", quiere añadir. Pero en vez de eso suspira y trata de hacer contacto visual con Abi cuya cara se oculta tras una cortina de cabello castaño que él aparta con cariño.
- Pero quiero hacer algo.- Su tono es casi como una súplica. Sus ojos marrones chocan con aquel bello azul y ambos tiemblan ante la fuerza de su lazo.- Quiero hacer algo para parar tu dolor.
Una dulce sonrisa surge en los labios de Edén a la vez que ella baja la mirada, derrotada y avergonzada. Dispuesta a meterse en la cama de nuevo.
- Está bien.- La seguridad en la voz del rubio y su energía repentina le hacen volver a centrar su atención en él.- Si hay algo que puedes hacer.
Los ojos de Abigail se iluminan, dispuesta a hacer cualquier cosa y curiosa de que será, le invita a pedirle lo que sea.
- Levantate.
La seriedad de su orden le obliga a hacerlo, deteniendose en medio de la habitación con una mirada interrogante.
- Ahora, abre los brazos. Bien estirados.- Sonríe entonces Edén a la vez que se levanta despacio de la cama.
Y en cuanto la castaña abre los brazos hacia los lados, él no duda en abrazarla cobijandose en ella. Dejando sorprendida a Abigail por el repentino contacto, aún parada con los brazos extendidos.
- Cierralos.- Susurra contra su cuello haciendo que se una a aquel abrazo inesperado. Sincronizando sus corazones al estar tan cerca de su correspondiente alma gemela.
La pequeña chica se sonroja al mismo tiempo que aspira el aroma relajante de su mate. Deseando que aquel abrazo dure para siempre y tratando de comprender los cientos de sentimientos que aporrean su pecho.
- Esto es todo lo que necesitas para curarme cualquier dolor, cachorra.- Murmura Edén con los ojos cerrados disfrutando del contacto.- Simplemente, no me separes nunca y estaré bien.
Poco a poco se despegan, aún sin dejar de tocarse, pero dejando el espacio para mirarse a los ojos. Poco espacio. El suficiente para que sus respiraciones se mezclen. Para que Abi pueda notar todos esos sentimietnos por aquel hombre, arremolinados en su estómago, subir por su garganta queriendo ser expresados.
El suficiente espacio para besarlo.
Porque es ella la que da el paso, acercandolo agarrada a su camiseta y apretandolo contra él. Su primer beso, y el único que ahora cobra sentido.
Edén tarda en reaccionar, sorprendido por el movimiento. Pero en cuanto siente sus suaves y carnosos labios sobre los suyos corresponde. Con la misma pasión, con el mismo amor infinito. Y aunque Abigail es inexperta, él la guía pegado a ella, tratando de saborear a su cachorrita. Haciendo que ella se derrita en sus brazos.
Separandose por falta de aire, con las mejillas sonrojadas y la respiración entrecortada. Pero, sobre todo, con un extraño sentimiento de querer y ncesitar más. De no tener suficiente de aquel rubio que la mira con las pupilas dilatadas y una tonta sonrisa.
- Buenas noches.- Susurra la castaña esquivandolo para esconderse ella y sus sentimientos bajo la fina sabana.
Sin embargo el gran cuerpo de Edén no tarda en acompañarla y acercarla a su cuerpo dejando, justo antes de dormir, otro pequeño y dulce beso en sus labios.
Segundo día que amanecen juntos y ya no pueden hacerse a la idea de despertar en ningún otro sitio que no sea a su lado.
Ambos se despiertan con aires renovados. Tal vez fue el beso de la noche anterior pero algo ha cambiado en su relación. Su lazo se ha hecho más estrecho y es como si solo se sintiesen completos juntos.
- Voy a hacer el desayuno. ¿Estas despierta?- Murmura Edén acariciando largo pelo tratando de despertarla con cariño.
- Si.- Sonríe ella aún con los ojos cerrados.- Iré a ducharme mientras cocinas.
- He cambiado de opinión.- Sonríe coqueto el rubio cogiendo a su cachorra en brazos y sentandola en su regazo sin mucho esfuerzo.- Creo que me toca una ducha.
-¡No!- Las mejillas de Abigail se tornan de un rojo brillante y ríe con ganas cuando ve el falso gesto ofendido de su pareja.
Ambos ríen y no pueden acabar el momento más que con un pequeño beso, corto, que deja a los dos deseando más.
- Bien. Te espero abajo entonces.- Finaliza Edén con un lindo beso en su frente antes de marcharse hacia la cocina.
La ducha era lo que necesitaba, una buena ducha para limpiar sus sentimeintos y todas las inseguridades que alguna vez pudo tener. Lo que no se borra es esa tímida sonrisa.
La misma con la que se viste, tomandose la libertad de colocarse una de las abrigadas sudaderas de Edén. Le queda hasta la mitad del muslo y tiene que arremangarse las mangas demasiado. Pero se siente cómoda, calentita y, sobre todo, es como un abrazo de su mate.
Ding-Dong
El sonido chilliante del timbre de la puerta le hace salir de sus pensamientos sobre el cuerpo del rubio.
- ¡Abi! ¿¡Podrías ir tú!?- El grito de Edén llega desde la planta baja y ella se apresura a bajar por las escaleras.- Intento no quemar el desayuno.
A paso ligero, y aún con la sonrisa, da pequeños saltitos hacia la puerta. La casa de Edén es bonita, no demasiado grande ni moderna, pero hogareña y cálida, como él.
Corre sin detenerse hasta llegar frente aquella entrada principal, con la rara sensación de que la persona al otro lado está a punto de volver a llamar, impaciente. Pero la confusión llega cuando abre la puerta.
Una mujer loba alta y esbelta, de rasgos femeninos y elegantes. Su cabellera rubia cae suelta hasta su cintura como si llevase horas alisandose el pelo solo para llamar a esa puerta. Su mirada es algo altiva, sobre todo cuando baja hasta Abigail, que nunca se había sentido tan pequeña.
- Perdona, ¿me he equivocado de casa?- Habla sin mirarla, queriendo ver más allá de su hombro algo o a laguien, y el ceño ligeramente fruncido.- Busco a Edén.
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Mi Cachorra
WerewolfUna promesa. Una promesa que llegó demasiado lejos. Encontrarla. A su mate, a su otra mitad. Aquella por la que tanto estuvo esperado. A esa cachorra que se escapó entre sus dedos la noche que se convertiría en la peor noche de su vida. En esa pesad...