CAPÍTULO 30

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Despierta sobresaltado, sentándose de golpe en aquella superficie suave que resulta ser una cama, con la respiración agitada y la sensación de volver a respirar después de demasiado tiempo. Como si hubiese dormido bajo el agua, aguantando el aliento.

Su pecho bombea la sangre con prisa, y el dolor le recorre todo el cuerpo de nuevo como un recordatorio de lo que había sucedido. De donde está.

El olor característico de un hospital y las paredes demasiado blancas. La luz de la mañana se cuela por la ventana. "Ya es de día" Es lo primero que piensa. "¡Abi!" Es lo segundo.

Una nueva angustia se cuela en su corazón. Los golpes, la luna, su mate. Sangre, lágrimas y dolor. Pero no es suyo, si no el de Abigail.

Sus pies descalzos pisan el frío suelo y trata de estabilizarse de pie, dejando a un lado el dolor de todos sus músculos y el mareo por levantarse tan deprisa. Aun no se ha recuperado cuando da los primeros pasos tambaleantes.

No se pregunta por el horrible pijama de hospital blanco que lleva puesto, o por que suena, cuando se desconecta de la maquina, un pitido constante que parece una alarma. Solo quiere encontrarla y asegurarse de que está bien. De que no está...

- ¡Señor Harris! Debe seguir en reposo.- En cuanto sale de aquella habitación una enfermera le reprende alarmada.- No está recuperado del todo. ¡Solo empeorará su estado!

Edén gruñe alto cuando las manos de aquella mujer pretenden retenerle, viéndola tan solo como una amenaza.

- ¡Quiero verla!- Refunfuña casi en un grito. Luchando contra los tres otros hombres que, llamados por la alarma, tratan de retenerlo sin conseguirlo.- ¿¡Donde está!? ¿Dónde está mi mate?

Las miradas largas a su alrededor, de tristeza, no le reconfortan en absoluto. Solo hacen la incomodidad en su pecho más profundo y luchar más por liberarse.

- ¡Ed! Detente, por favor. Se te reabrirán los puntos.

Ni siquiera la voz de su amiga parece relajarlo lo suficiente, pero si lo detiene. Solo puede pensar en las manos de aquel infeliz sobre su cachorrita. En el dolor físico y psicológico que ese sociópata le causó una vez más.

- Tengo que verla. Necesito... Necesito estar con ella, Aria.- Sus suplicas parecen susurros perdidos en aquel largo pasillo con olor a enfermo y desinfectante.

Su reacción desesperada hace a la Luna de Uskad suspirar, y acariciar su brazo con la intención de reconfortarlo.

- Sus... Sus golpes fueron muy grabes.- Comienza a explicar buscando la mirada perdida del rubio.- Tuvo una hemorragia interna.

El corazón de Edén parece romperse en mil pedazos solo de pensarlo. Sus peores temores parecen hacerse realidad.

- ¿Está...?- Ni siquiera se atreve a formularlo.

- ¿¡Que!? ¡No!- Aria abre los ojos horrorizada al darse cuenta de lo que parece.- Está bien, Edén. Pero tardará en despertarse por los sedantes de la operación.

Por fin suelta el aire que no sabía que estaba reteniendo. No está muerta. Su pequeña cachorra está bien.

- Llevame a verla, por favor.- Pide con voz ronca una última vez.

La peli blanca asiente, dando por perdida la idea de que su amigo siga descansando si no es junto a su mate.




Al principio no recuerda nada, desorientado en aquella camilla. Hace ya un buen rato que recobró la conciencia, pero no puede hacer nada más que ver ir y venir a la gente de aquel hospital sin comprenderlo en verdad.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora