Tal vez fue esa la frase que hacía falta para hacer comprender a los dos que la Diosa Luna los había juntado por una simple razón.
Complementarse.
Un lobo atormentado por la soledad, una loba traumada por haber vivido siempre con la compañía más desacertada.
Su rutina también se volvió un combinación perfecta. Dejando el pasado atrás y centrándose en un futuro juntos.
Edén prepara el desayuno mientras Abi hace perezas en la cama. Depués ella atiende a unos cursos online para recuperar todos esos años sin poder ir adecuadamente a la escuela. Para cuando Edén llega, cansado, de su nuevo trabajo en las cosechas, ella tiene la cena preparada para los dos y charlan largo y tendido sobre aquella cómoda cama antes de dormir.
Muchas veces Abigail se había sentido culpable por que Edén no ocupase su verdadero trabajo de Beta, pero él insiste en que es mejor así, que es temporal y que está contento de poder volver antes de las siete para estar y cenar con ella.
La distancia se hace más corta entre los dos, al igual que las ganas de ambos de estar juntos. La tensión desde aquella mañana de amor es palpable siempre que coinciden en la misma habitación.
Las miradas lujuriosas cuando Abi cree que el rubio no la mira y no se da cuenta, aunque si lo hace. Los pequeños roces inecesarios de ambos y esos calidos besos en los labios que tantas veces han tenido que detener para no dar el siguiente paso.
¿Por que lo posponen? Según Abigail es porque no están listos aún. ¿La verdadera razón? Sobre todo la paranoia de Edén. Esa idea que tiene desde hace unos días de que alguien los observa.
No ha querido decirle nada a su cachorra, en parte para no asustarla. Sus instintos y reflejos de lobo están mucho más desarrollados, sintiendo, oliendo y oyendo cosas que ella no puede ni imaginarse. Ajena a esa sensación que le eriza al rubio la piel mientras ella duerme.
Se mantiene alerta la mayoría de la noche e incluso a veces ha salido fuera, o mirado por la ventana, seguro de que el instruso está mucho más cerca de lo que parece. Y sin embargo, nada. A veces cree que se está volviendo loco y que sus instintos le fallan.
Eso es, claro, hasta aquella tarde que lo confirmó todo.
El atardecer es hermoso, a pesar de que cada segundo que se oculta el sol, parece hacer más y más frío. Edén abre la puerta derrotado. El día de trabajo ha sido duro y lo único que le consuela es que es viernes y que por fin tendrá tiempo de calidad con su pareja.
Susupira dejando las llaves en el mueble de la entrada y, solo entonces, se fija en el sobre que descansa sobre ella. Una carta que le llama la atención enseguida y que coje entre sus manos con un nuevo mal presentimiento surgiendo en su interior.
- ¡Ya estoy en casa!- Habla arrastrandose hasta la cocina donde deja un beso distrído en la frente de Abi que le sonríe centrada en los fogones.
Sus ojos, sin embargo, no abandonan aquel sobre sin remitente.
- ¿Has visto esta carta?- Pregunta a la castaña que se gira solo unos segundos antes de volver a revolver el sofrito ajena a los latidos de Edén que se van acelerando.
- Llegó esta mañana, pero como era para tí no quise abrirla. ¿Qué es?
Edén no contesta, abriendo sin esperar aquel misterioso sobre. Y desearía no haberlo hecho.
Dentro, una escueto mensaje para él que parece ensombrecer su alma por segundos.
"Se donde la ocultas.
Creíste que la protección de Uskad sería suficiente. Tendrás que esforzarte más.
Voy a por ella. Más te vale mantenerte alerta, Beta.
Victor."
Cada palabra parece un afilado cuchillo que se clava en su interior. Cada resquicio de tinta demuestra la burla y amenaza de aquel hombre al que esperaba haber frenado. Y al que se arrepiente de no haber matado cuando pudo.
- Es solo una factura.
La mentira escurre de su boca sin quererlo como por acto reflejo, doblando el papel y metiendolo al fondo del bolsillo con rabia, como si quisiese enterrar su contenido bajo tierra.
Solo entonces Abi deja los platos sobre la mesa y lo mira con una sonrisa sincera que él no puede corresponder. Sus ojos castaños tan inocentes, y esos pequeños hoyuelos tan tiernos. ¿Como iba a perderla? No hay nada que no haría para evitarlo.
La ve ahí, vocalizando sin escuchar una palabra en realidad. Seguro le cuenta emocionada su día de estudios y todo lo que ha aprendido. Siempre que habla de eso tiene ese brillo especial y él piensa en todo lo que podría haber evitado si la hubiese encontrado a tiempo. Si el desgraciado de su padre no hubiese cuartado toda su vida.
No tiene apetito pero come y sonríe tratando de seguirle el ritmo a su cachorrita, a pesar de no poder olvidar esa maldita carta que lo ha estropeado todo.
- Es tarde. ¿Estás cansado?
Abigial no ha podido evitar notar lo lejano y extraño que está el hombre a su lado. Durante la cena apenas ha dicho palabra y ahora tampoco lo hace. Los dos el uno al lado del otro lavandose los dientes y arreglandose para dormir.
Edén la mira por el reflejo del espejo y parece salir de su ensoñación sonriendo de lado y negando con la cabeza. Por primera vez desde que llegó, parece volver a la realidad.
- No. Esta vez no.- El rubio se acerca peligrosamente mientras habla.- Me apetece algo.
La piel de Abi no puede evitar reaccionar inmediatamente a su cercanía. Anelando de nuevo el tacto de sus dedos y de sus labios.
- ¿Que propones?- La voz de Abigail es suave y baja, sonriendo picaramente. Una sonrísa que mueve el corazón del hombre que la observa desde arriba.
Dos pasos decididos y la castañana no puede retroceder lo suficiente. Se ve encerrada entre aquella pared fría que endurece su pezones y aquella sonrisa hambrienta que lo hacen aún más, si es posible.
Como un lobo tras su presa. Abigail no puede evitar mirarlo con ojos indiscretos, ansiosa por que le enseñe de nuevo ese mundo de nuevas sensaciones.
Esta noche a Edén no le importará si alguien los vigila o que hay al otro lado de estas paredes. Mañana tal vez, pero aquella noche no.
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De nuevo se avecina un capítulo para las mentes más calientes <3
Delimitaré lo no recomendado para seres sensibles con llamitas, para que finjamos todos ser inocentes ;)
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Mi Cachorra
WerewolfUna promesa. Una promesa que llegó demasiado lejos. Encontrarla. A su mate, a su otra mitad. Aquella por la que tanto estuvo esperado. A esa cachorra que se escapó entre sus dedos la noche que se convertiría en la peor noche de su vida. En esa pesad...