CAPÍTULO 8

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A la mañana siguiente Abigail decidió comenzar con buen pie y creer en la promesa que Edén le hizo en aquel bosque.

Es por ello que, decidida, abrió las alacenas de la despensa y encontró lo suficiente para hacer un pequeño desayuno para ambos. Como símbolo de nuevo comienzo.

Así que que mejor despertar para ese hombre que hacerlo con el olor de beicon recién frito y con su mate moviéndose de un lado al otro del fogón ajena a su mirada.

Por la tarde, y en compensación por el desayuno, Edén la llevó a un bonito prado no muy lejano rodeado de unos hermosos árboles rojizos. 

Para que ella no se sintiese encerrada con él, y además mostrarle aquel hermoso rincón que él visitaba seguido cuando el dolor de su pecho, tras otra búsqueda fallida, parecía querer borrar todas las esperanzas de encontrar a su cachorra.

Abigail puede sentir la libertad por primera vez en su vida. Pero no es solo ese sentimiento el que florece en su pecho.

Edén tenía razón, y su padre mentía. Un mate, una pareja destinada, no es alguien que está ahí para cuartar tu vida y perseguirte. Por lo menos el rubio a su lado no lo es.

Jamás se había sentido tan completa como sentada en aquel prado verde lleno de pequeños pajaritos y flores coloridas. El sol brilla en el cuerpo de aquel hombre que disfruta tranquilamente con los ojos cerrados y los brazos tras la cabeza. 

 Abi solo espera que no se de cuenta de que lleva observando cada pequeño músculo bajo la camiseta, cada pequeña peca que adorna su rostro, sus cejas gruesas y sus largas pestañas de envidia, durante más tiempo del saludable.

Estaba tan relajada a su lado.

Ahora es un nuevo día. Uno muy emocionante para Abigail puesto que, como Edén le dijo la noche anterior, podrían ir a un pueblo cercano a la frontera para comprar comida y otras cosas básicas, como algo de ropa para ella.

Ahora que tiene a su cachorrita a su lado, Edén no sale a cazar ni se separa ni un segundo de su lado, temiendo que su maldito padre aparezca en cualquier momento.

No le hace mucha gracia tener que salir de su pequeña casa pero, solo de ver el brillo ilusionado en los ojazos de Abi, quiere complacerla en todo lo que le pida.

Quiere ir despacio con ella, pero cuando ve esa hermosa sonrisa en su rostro, solo puede pensar en comérsela a besos. 

Por eso, cuando la ve sentarse en el asiento del copiloto, impaciente por que arranque, no puede evitar besarla en la frente, como ha estado haciendo cada vez que puede estos días. Le gusta ver como la morena se sonroja tras hacerlo.

El camino no es muy largo, pero tampoco silencioso porque Abigail aprovecha cada segundo para saber más de él.

- ¿Entonces, eras el beta de la manada de Uskad?- Se sorprende cuando Edén le cuenta de su vida pasada, antes de volverse un rogue.

- Lo era.- Sonríe nostálgico.

- He oído sobre la característica... frialdad de los habitantes.- Dice sin querer molestarlo, aunque la palabra que busca es brutalidad sin sentimientos.

El rubio no dice nada al principio, centrado en la carretera que se extiende frente a él. Viendo a lo lejos los primeros edificios del pueblo.

- También fue la primera manada en aceptar a los humanos como iguales, con nuevos derechos y como pueblo libre y han expandido los territorios de tres países distintos.

- ¿Por que te fuiste entonces?- Cotillea ella sin perderse detalle de los gestos de su rostro.

- Mira, ya estamos llegando.- Cambia de tema el rubio aparcando cerca del pequeño centro comercial.

Y aunque sabe que solo es una distracción para no contestar su pregunta, Abi se deja llevar cuando queda encantada por los carteles luminoso de las distintas tiendas y establecimientos. Sobre todo una pintoresca cafetería colorida con un cartel que promete el mejor batido de fresa del país.

Cuando Edén ve la sonrisa diabólica que su pareja le dedica, después de haber visto el famoso café, sabe que no va a poder negárselo.

Abigail camina contenta, con los labios pegados a aquel vaso gigante de fresas y nata. A su lado, el gigante hombre niega divertido al ver todo su rostro embarrado y su linda sonrisa.

Su padre jamás le dejaba tomar ese tipo de alimento ni pasear libremente por los centros comerciales de las ciudades en las que vivían por poco tiempo. Ahora sabe que por miedo a que su hija descubriese lo que es verdaderamente vivir... y lo que es verdaderamente un mate.

- Quédate aquí.- Dictamina el hombre junto a la puerta del supermercado seriamente.- Con ese batido no te dejarán entrar. Compraré lo necesario y volveré a por ti.

La morena asiente comprendiendo sin dejar de comer y solo para cuando siente de nuevo esos labios calientes sobre su frente. Otro maldito beso de esos y jura que se desmayará ahí mismo como una adolescente. Pero es que no puede evitarlo. No cuando Edén le sonríe de lado antes de desaparecer en el supermercado.

Mirando de un lado a otro. Viendo a la gente pasar sin prisa con bolsas de compras, Abigail cuenta los eternos minutos.

Tal vez por eso, centrada en la puerta, no se da cuenta de la sombra que se acerca a ella hasta que es tarde.

- Por fin, maldita desagradecida.

Su voz suena grabe y retorcida. Demasiado enfadada. Y, aunque Abi la reconoce enseguida, no es capaz de correr porque la agarra del pelo con fuerza. La obliga a levantar la cabeza para centrar la mirada en él.

Victor mira a su hija con el brillo de un psicópata por su obsesión. Casi una semana completa siguiéndola entre las sombras, teniendo cuidado de que el maldito lobo no oliese su presencia.

Pero jamás dejaba sola a su hija. Siempre pendiente de ella a cada paso que da. Cuidando su espalda como perro faldero.

No ahora. No cuando está, impaciente por salir, buscando en la sección de lácteos.

- ¡Sueltame!- Forcejea la chica con dolor. Tratando de buscar con la mirada a Edén. O llamar la atención de cualquiera que lo pueda ayudar.

- ¡Nos vamos Abigail! - Gruñe sujetando con fuerza su cuello. Cortandole la respiración- No voy a permitir que ese Beta te sépare de mi.

Y suena como una promesa. Una que promete llevar hasta límites insospechados. La posesión de un loco que le persiguirá hasta la muerte.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora