Toda la oscuridad posible se alzó sobre mí, como si mis ojos hubieran sido intercambiados por los de un ciego.
Era una oscuridad poco acogedora.
Y a pesar de que quisiera ver algo, parecía que eso no era posible.
Odiaba el hecho de que todo estuviera oscuro para mí.Teniendo presente que nada era visible, seguía intentando abrir los ojos o que una luz se encendiera.
Era una extraña sensación la que tenía.
Los párpados me pesaban, y mi corazón latía rápidamente por el nerviosismo que me provocaba no ver nada.
Notaba el sudor recorriendo mi rostro del calor que las sábanas me daban y el que provocaba mi exaltamiento.Unos gritos se empezaron a escuchar y ese color negro que mis ojos veían empezó a transformarse a un color rojo, tan rojo como la sangre.
Los gritos cada vez eran más fuertes como si pasaran de escucharse en la lejanía a escucharse al lado de mi oído.Quería parar de escucharlo y de ver aquel color, quería abandonar lo que fuera que estuviera pasando y salir corriendo, esos chillidos eran demasiado drásticos y aterradores, gritos de dolor y lamento, gritos que no querían caer en el olvido y que por eso se escuchaban más fuertes.
Mis ojos empezaron a tener una mayor movilidad, por lo que podría abrirlos en breve, y sin pensarlo lo hice.
Nada más hacer esto, los gritos cesaron y mi respiración y pulso eran los mismos que al despertar de una pesadilla.
Por lo que me quedé sentada en la cama y al mirar al frente mis ojos no dieron crédito, no podía ser verdad.
Ahora la que iba a gritar no eran esas personas, iba a ser yo.Eso comenzó a sonreír sin sentido, de una forma que a mi personalmente me atemorizaba.
Y por esto grité.
Salí de la cama y abrí la puerta, corrí y corrí, con lágrimas en los ojos, no estaba exagerando, esto parecía una pesadilla sin fin.Quería olvidar que esa silueta de oscuridad existía.
Y no quería mirar atrás para comprobar que ya no estaba, pero si algo podía comprobar, era que esas carcajadas tétricas se escuchaban como si estuviera a mi lado.Continuaba corriendo, iba a correr sin parar, esa maldita cosa quiere acabar conmigo o por lo menos divertirme haciéndome pensar eso.
Esa cosa era una especie de sombra, la de una persona normal, pero lo que destacaba en ella, eran los ojos y la sonrisa.
Unos ojos con una mirada perdida en el caos, que solo desprendían un brillo cuando algo malo me pasaba.
Una sonrisa blanca, que crecía y crecía.
Unas carcajadas que no te dejaban tranquilo, que no te dejaban pensar que era de este mundo, los pelos se te erizaban de una manera poco agradable y sobre tí recaía una sensación de terror que nada lo igualaba.Correr por aquel pasillo durante ya unos buenos minutos, sin mirar mi entorno, por la concentración que estaba teniendo para pasar de la situación, me hizo chocar con una persona y caí al suelo.
-¡PERO SE PUEDE SABER! ¿¡QUÉ PASA CONTIGO!?- dijo aquella voz reconocida.
Miré hacia arriba aún totalmente asustada y con lágrimas casi saliendo de mis ojos.
Era aquella chica de pelo negro con la que siempre me encontraba.
Si yo fuera ella ya me hubiera pegado una paliza hace bastante.Su cara cambió cuando me miró a los ojos, se dio cuenta de que algo me pasaba, y no hicieron falta palabras para que supiera que ella ya no estaba enfadada.
Me extendió la mano y caminó conmigo hasta llegar a lo que era el baño.Entramos y me dejó mi tiempo para tranquilizarme un poco.
Después de eso comenzaron las preguntas.-¿Qué ha pasado?- me preguntó ella con una expresión seria.
Le miré a la cara, pero las palabras no salían por mi boca, intentaba hablar pero algo no me dejaba y ese algo era yo.
Miré por todos los lugares posibles, como si fuera a ver eso otra vez.
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Rurnore: Ocultos
FantasíaA veces una simple historia es capaz de sellar el secreto más oscuro. El caos se puede desatar con una simple palabra y se puede frenar con un derramamiento de sangre. Algo se puede perder igual de rápido que lo hacen los granos de arena de un reloj...