Como cada día desde que Nathan había anunciado a sus superiores que él mismo se encargaría del caso de desapariciones, su teléfono se vio sacudido por una larguísima lista de notificaciones. Entre ellas había de todo un poco, pero prácticamente nada bueno: llamadas perdidas de números que no tenía registrados, un sinfín de e-mails de carácter urgente que tenía que gestionar, varios recordatorios de citas importantes y un número indeterminado de mensajes de whatsapp que debía responder.
Un gemido desconsolado brotó de los labios de Nathan que, acurrucado aún junto a James, se resistía a volver a la realidad. Una realidad que, por cierto, cada día odiaba un poco más, pues le robaba un tiempo precioso que ya nunca recuperaría.
Más le valía terminar con el caso de una puta vez. Se estaba alargando demasiado, le estaba costando demasiado dar con la pieza clave de todo el puzzle y eso le estaba consumiendo por dentro.
Frustrado, apartó con cuidado el brazo de James, cogió el móvil y tras ponerse algo por encima salió a la terraza. Encendió un cigarro siguiendo las malas costumbres adquiridas con el paso de los años y procedió a contestar a los whatsapps. Entre ellos había varios que no podía ignorar por mucho que quisiera: sus superiores, tanto del gobierno actual como los que pertenecían a la oposición, ponían en duda la efectividad de la operación y se atrevían a hacer ridículas insinuaciones acerca de su futuro laboral. Atajó las diferentes conversaciones con su habitual carisma y se aseguró de bloquear los números adecuadamente. Después deslizó la pantalla para buscar entre los chats y abrió la conversación que, forzado por James, tenía con Delia. Allí apenas había interacción, salvo los escuetos mensajes que la mujer le dejaba para recordarle que mirara uno u otro e-mail que ella consideraba prioritarios. Memorizó las referencias y abrió los diferentes correos que ella había resumido: una lista ingente de direcciones de casas reformadas por Adam Brown, varios informes forenses que la fiscalía le había mandado —tal y como pidió— y un archivo encriptado con el resultado de las diferentes investigaciones que él mismo había ordenado antes de marcharse. No obstante, no perdió el tiempo con ellos y optó por llamar a Scotland Yard directamente. Lo que necesitaba era conocer los antecedentes de Karen Vancoor para organizar una segunda reunión con ella y sacar a colación cosas que James no tenía por qué saber. Sabía lo difícil que le estaba resultando conocer aquella doble vida del que una vez había sido su padre y no quería hacerle más daño del necesario.
James se levantó poco después, gloriosamente desnudo. A pesar de las ojeras, su expresión era apacible, casi feliz. Hacía tanto tiempo que no le veía así... relajado, natural, tan él mismo que aún no entendía como había dejado de temblar al estar cerca de él.
Le recibió con un beso en los labios, apenas un delicioso roce de buenos días. Un estímulo lo suficientemente intenso como para regalarle un poco de esperanza para el día que tenían por delante.
Salieron de casa poco después, tras dar buena cuenta de un sustancioso desayuno y un par de cigarros mañaneros. Su destino era otra de las casas reformadas, un apartamento pequeño en el centro de Londres, a nombre de una anciana francesa. Habían quedado con ella y con su inquilino poco antes de mediodía, pero dado el complicado tráfico de ese día, ninguno de los creía que llegarían a tiempo. Así que allí, sentados en un taxi ahogado por la marea de coches, los dos hombres se entretenían con el móvil, cada uno inmerso en su propia realidad.
Fue James quien interrumpió el críptico silencio en el que Nathan estaba sumido. En su pantalla, poniéndole voz a sus preocupaciones había una lista infinita de nombres y declaraciones que James ni siquiera sabía que existían.
—Quiero hacer algo como esto... pero contigo.
Nathan giró la cabeza de inmediato, picado por la curiosidad. Aún no estaba acostumbrado a la espontaneidad natural de James, así que cualquier interacción con él le suponía un nuevo e interesante estímulo. No obstante, no estaba, ni de lejos, preparado para lo que vio reflejado en su teléfono: una mujer completamente desnuda, con las manos atadas a la espalda, con las piernas separadas y con una mordaza entre los labios. Tras ella, un hombre tiraba de las cuerdas, tensándolas provocativamente sobre la piel.
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Y vosotros... ¿cómo os conocisteis?
Tajemnica / ThrillerEl asesinato cometido por Adam Brown supuso que la vida de James cambiara por completo. Lo que antes había sido una vida fácil y feliz se convirtió en una pesadilla que jamás ha conseguido dejar atrás: ni la bebida ni las drogas han conseguido que...